Luisma Turuelo, natural de Güeñes, lleva mas de 12 años al frente de la exhibición del martillo pilón y de la fragua de la ferrería de El Pobal, en el barrio homónimo del municipio minero de Muskiz. Una trayectoria marcada por un respeto profundo a las profesiones que interpreta cada sábado -y en ocasiones singulares como rodajes de documentales o reportajes televisivos- para un numeroso y heterogéneo público que cada año se acerca a este museo foral donde se atesora este ingenio de la metalurgia hidráulica con más de 500 años de antigüedad.

¿Como llega Luisma Turuelo a hacerse cargo de la mecánica del martillo pilón y la fragua de la ferrería de El Pobal?

—Yo empecé a trabajar en la fragua de la ferrería prácticamente con la inauguración del museo hace 15 años aunque luego estuve cuatro años en stand-by y desde de 2008 llevo aquí de manera continuada en El Pobal al frente de las demostraciones de la ferrería.

Una larga trayectoria que le permite conocer a fondo los entresijos del martillo pilón, los fuelles hidráulicos y de la fragua pero, ¿cómo se acercó al mundo de la herrería y la forja?

—Es una cuestión que suele ser recurrente sobre todo entre los más jóvenes y siempre les digo que aprendí de la mano de un maestro italiano, de Treviso, Gabrielle Curtolo, que dio cursos de forja en León a los que acudí durante cuatro años seguidos. Allí obtuve la formación de forja básica y a partir de ahí tienes que ser autodidacta y aprender a fabricar tus propias piezas. Al fin y al cabo este es un oficio y por otro lado es un arte. Puedes hacer un clavo sencillo o con una cabeza decorada o una verja o una voluta con diferentes formas que tienen un componente artístico, más allá de su funcionalidad.

Y para todo ello la base es el hierro que se trabaja primero en el hogar del martillo pilón. ¿Una actividad seria y peligrosa, no?

—Es otra de las cuestiones que suelen hacerme. No hay que olvidar que el hierro para malearlo, sea para aplanarlo o estirarlo con el martillo pilón o darle forma en la fragua el mineral tiene que alcanzar los 1.200 grados de temperatura y eso exige un cuidado y una experiencia. Además hay que contar que una ferrería como la de El Pobal a pleno rendimiento generaba gran ruido y mucho humo. Es una profesión de riesgo que a mí me merece mucho respeto.

¿En todos estos años de atención al público supongo que habrá algunas anécdotas o situaciones que le habrán dejado poso, no?

—Una cosa que me resulta muy estimulante es ver a niños que vinieron con 9 o 10 años. Han vuelto y aún recuerdan las explicaciones del proceso. Luego están algunas personas mayores que se emocionan al ver el arado que conocieron de niños y vuelven a verlo aquí donde se fabricaban como los clavos que hacemos en al demostración y que han viajado a distintos países del mundo. Luego está el detalle de la maqueta de la ferrería en la que hicieron varios personajes. Otros tienen figura de cera yo tengo mi propio Luismobil.