Esta historia podría ser un cuento de Navidad, porque agita corazones y apunta al alma. Guarda dolor, pero esparce esperanza. Es una historia pintada. Nace de Gonzalo Aróstegui, de sus manos talentosas con el óleo y con intenciones generosas, y va para las Hijas de la Caridad, las monjitas del Puerto Viejo, un apelativo que ya denota el cariño que despiertan en Getxo.Y es la historia de Harry y Luna. Es la realidad de las personas sin techo. El caso es que el pintor de Las Arenas Gonzalo Aróstegui va a subastar un cuadro suyo que retrata a un hombre que vive, junto a su perrita, bajo el cielo en la Calle Mayor. La puja más alta se llevará esta obra que tanto transmite y que tanto significa y el dinero irá para la labor que desempeñan las monjitas del Puerto Viejo ayudando, precisamente, a las personas que carecen de casa.

“Es alguien al que no se le puede llamar mendigo porque no pide, ni tampoco persona sin hogar, porque lo tiene, pero no quiere ir. Vive en la calle porque sí. Tiene una forma distinta de ver las cosas al resto de la gente. Hace tres o cuatro años, se instaló en la esquina de mi casa. Entonces, yo le veía todos los días, al menos dos veces: cuando iba y cuando venía de trabajar. Mi mujer me dijo un día: Viendo cómo trata a esa perrita, tiene que ser buena gente seguro. Y la relación que tienen es impresionante. ¡Cómo se miman entre los dos!”, describe Gonzalo. “Yo pensé que este hombre tenía un cuadro bonito, pero no me atrevía a hacerle una foto. Pero un mediodía, volvía del metro y estaba toda la Calle Mayor en sombra y justo, de repente, una luz que solo les iluminaba a ellos. Así que ahí me lancé a hacer la foto. Saqué el móvil y, de lejos, les hice unas cuantas. Y le pillé así, como muestra el cuadro: hablando, porque tiene muchos soliloquios, y con la perra tumbada al lado”, rememora este artista, que el pasado septiembre llevó a cabo una exposición con sus escenas costumbristas de Las Arenas. En ella ya se pudo ver este trabajo de Harry y Luna, pero no estaba a la venta. Gonzalo sabía que estas pinceladas tenían que emprender un camino especial. “Pensé que, preferiblemente, tenía que servir para ayudar a alguna asociación u ONG que se dedicara a personas sin hogar o en exclusión social. Y estuve pensando y opté por las monjitas del Puerto Viejo, creo que son las que más se lo merecen. Así que ni corto ni perezoso, las llamé y al día siguiente fui a conocer sus instalaciones. Enseguida dijimos: Para adelante”, cuenta el pintor.

“¿Cómo íbamos a decir que no?”, interviene Mertxe, una de estas mujeres del Puerto Viejo volcada en los demás. “Para nosotras era algo imprevisible. Es algo nuevo, porque normalmente el donativo que recibimos viene en persona o te piden el número de cuenta y lo ingresan. Con algo así no nos habíamos encontrado nunca”, admite Mertxe. Y en sus locales de la calle Caridad de Algorta se encuentra ahora el óleo protagonista de esta historia. El próximo martes, día 1, empezará la subasta, que se mantendrá abierta hasta el día 20. Los interesados pueden pujar en los teléfonos 607971224 y 690749741 o por Instagram, enviando un mensaje privado a @artearostegui, una cuenta en la que, asimismo, se conocerán en tiempo real las últimas aportaciones efectuadas. La persona que, finalmente, se haga con el cuadro lo recogerá en las dependencias de las monjitas.

Su labor

“Tenemos un comedor social, lavandería y duchas. Contamos con un listado de personas que viven en la calle y vienen a ducharse dos veces por semana y la ropa se la lavamos también dos veces por semana. Les damos de comer diariamente, vienen con un vale del Ayuntamiento y les ofrecemos desayuno, comida y cena. Ahora, como el comedor está cerrado por el coronavirus, les damos la comida en bolsas”, explica Mertxe, que, asimismo, desvela que en estos momentos atienden a unas treinta personas. “También preparamos las comidas para las que están en el otro programa, el de Sortarazi que se hace cargo del albergue nocturno, y también lavamos su ropa”, añade.

“Se les coge mucho cariño. Les ves y no tienen a nadie. La gran mayoría son inmigrantes, vienen con el cielo y la tierra por delante y muchas veces te da dolor de tripas pensar cómo viven y más en la situación en la que estamos ahora. Muchos de ellos son chavales jóvenes, de 30-35 años. Casi todos los que vienen tienen de 40 años para abajo. Los que son de aquí sí son más mayores, pero los de fuera son jóvenes. Así que desde tan pronto en la calle, que es una escuela tan dura…”, lamenta Mertxe. De hecho, Harry, que se ha trasladado a unas manzanas más cerca del Puente Colgante, “está mucho peor que cuando le hice la foto hace un año y medio”, apunta Gonzalo. A ver si se puede enterar de lo que Luna y él van a conseguir.