Bilbao - Por ser singular en todo lo que toca, incluso el logotipo de la tienda que le dio nombre lucía como una divertida extravagancia: recrea el anagrama de un dragón galés “que diseñaron en Canden Town” y un bulldog. Viviendo cómo Smith & Smith se resiste al adiós se diría que está viviendo una bella muerte. No lo hubiese querido así Julio Alegría, “un tocacojones sin ganas de joder”, tal y como se define a sí mismo. Los mostachos de húsar húngaro o de signore de una trattoria italiana son una seña de distinción indiscutible en su figura pero su vida está espolvoreada de mil historias más.

Pongamos que esta es la crónica de su vida... ¿Cómo empiezo?

-Tengo el corazón grande y mi padre, que me ha zurrado lo que no está escrito, era un fuera de serie.

¡Empezamos bien!

-Vengo de una familia singular. Mi padre, que fue fundador de Aviaco, participó en el campeonato mundial de acrobacia en avión y fue el primer presidente del club Vespa. Mi abuelo, Bruno, tiene una calle en Santurtzi. Se hizo una avioneta y quería cruzar el Atlántico. Decía que si no llega a haber guerra se lo comen los tiburones. Tenía un perro que se llamaba Olga y pasaba con una avioneta bajo el Puente Colgante. Algo de todo eso he heredado, supongo.

Más allá de esa ‘herencia’, ¿qué consejo daría a quien empieza?

-Que se conozca y que trabaje. Que no se acojone con las piñas que te da la vida, que sea legal y que haga lo que quiera procurando no joder al prójimo. Si no vas por la vida procurando eso es que algo falla. Cuando haces las cosas en las que crees no te preocupes porque, al final, siempre dan las notas.

¿Qué tal son las suyas?

-A veces no te valoran y habrá quien me tenga manía porque hay cosas que no me callo, pero estoy satisfecho. Me sobra de todo menos dinero y estatura.

¿Con qué oficio se identifica?

-Yo he sido tendero. Y no diga que tuve una boutique porque me suena fatal que me llamen boutiquero.

Fue una referencia de la moda en un Bilbao con chispa...

-El oficio me llevó por muchos sitios. Algunos diseñadores que conocí se quejaban que no les compraba: Les pedía que hiciesen cosas vendibles. He sido impulsor de muchas ideas y de muchas marcas.

¿Siguen viviendo Bilbao y sus gentes en las plantas nobles del bien vestir?

-Ya no se viste mejor, al menos no como antes. Se viste muy parecido en todo el mundo occidental. La gente busca comodidad y precio, sin caer en que las cosas tienen que valer lo que cuestan.

¿Ese es el problema?

-Una chaqueta de cashemire dura 20 años. El principal problema en este campo es que la gente cree que todo vale para todo.

¡Vestirse para la escena!

-Eso es. Me gusta más el cine que el teatro. En el teatro se muere uno y el muerto te saluda a la salida. Es algo extraño.

Digamos que el cine le emociona más.

-Soy muy frío para algunas cosas y, sin embargo, me emociono con la ficción. Viendo El último samurai lloro como un niño.

¿Qué no hubiera dado por salir en la pantalla?

-¡Pero si he hecho cameos en tres películas! Y he vestido a muchos actores. Peter Cushing me invitó a su casa. En Mi novia está loca la ropa era nuestra y tuve una estrecha relación con Max H. Boulois.

¿Perdón?

-Ha sido actor, director y productor de cine. Le conocí en un pajar, en Francia, donde montaba una discoteca con las hechuras del Garden. Tenía gracia y no se le ponía nada por delante. Recuerdo una vez...

¡Siga, siga!

-Hice un desfile en el Flash y Max pidió permiso para que desfilasen unas chicas que llevaba en sus espectáculos. No se lo dieron pero trabamos una buena amistad.

Sigamos en el entorno anglosajón: Smith & Smith.

-En los 70 se respiraba un ambiente inglés y tampoco iba a llamar la tienda Gorrotxategi & Gorrotxategi pero manejé otro nombre...

¿Cuál?

-Pensé en abrir una tienda y llamarla El hortera distinguido. Hubiese triunfado seguro, pero ya las tenía con mi padre y...

¡Tiendas con personalidad!

-Bilbao hoy es aburrido pero no solo Bilbao. Faltan tiendas autóctonas que digan algo diferente. En Londres había 30 o 40 tiendas de ese tipo que marcaban tendencia y quedan ocho.

¡Hay que volver a ese estilo!

-Cambiar los hábitos es muy difícil. El icono de las tiendas de moda era Colette, en París. El 20 de diciembre del año pasado cerró.

¿Por qué?

-Da pena pero las marcas son muy cabronas. Venden sus productos por Internet más barato de lo que te lo venden a ti. Además, el top manta también hace daño. No pagan impuestos y tú tienes que pagar 21 euros de cada 100. Yo me como lo que no vendo. En Londres no hay top manta y sí mercadillos.

Es gente necesitada...

-Las autoridades debían arreglarlo. Hay que darles algo, claro. Pero hay que ponerles a trabajar. Hacen falta para muchas cosas. En origen se lo queda todo un hijo puta y hace estraperlo pero se puede ayudar. Yo lo hago con las misiones de Elisardo Bilboa, por ejemplo.

¿Lo tienen complicado los jóvenes de hoy?

-Sí, pero tienen poco espíritu emprendedor porque cada vez es más difícil hacer cosas pese a que el dinero fluye como nunca en forma de ayudas. Dan más dinero que nunca.

Nada garantiza que salga el plan.

-Es verdad que meter 16 horas al día no garantiza nada, pero hay gente que mete dos. Se ha perdido la cultura del esfuerzo y el acceso a muchas cosas es facilito...

Recuerde algún caso de éxito en su comercio.

-Los pantalones sin el bajo hecho para que el cliente tomase la última decisión, o gemelos de gomas que vi hacer a un hippie en la capital británica. Existirían, pero entonces no se vendían en España. Le compré dos o tres y me inflé a venderlos.

¡Eso es copiar!

-¿Perdón? Es inspirarse y tener el don de la oportunidad.

¿Qué pecado de juventud ha prescrito ya?

-Logré que nos diesen vacaciones en Santiago Apóstol engañando a los profesores. En 5º de Bachiller quise hace un equipo de rugby y...

¡Acabó en el pádel!

-Pero antes fui campeón de atletismo de Bizkaia y jugué en los juveniles del Athletic aunque pronto descubrí mis limitaciones. Además bailaba bien y me conocían en todos los sitios. Hoy baila todo Dios. O eso creen. Pero cuando vi el musical Hair pensé: eso es lo que hago yo.

El pádel, decía...

-Conocí el pádel en Marbella y vi que el deporte tenía posibilidades. Me fui involucrando pero en Bizkaia no había una sola pista. Se lo propuse a Jolaseta y dijeron que no. Fui al Golf y nos dijeron que no había dinero, que si poníamos 10.000 pesetas cada uno... Un año después Jolaseta se sumaba. Así fui involucrándome, hasta la federación internacional hasta que...

¿Qué pasó?

-Me tenían por graciosillo y txirene hasta que les paré los pies diciéndoles que yo era más serio que tú, que tú y que tú.