El pasado 31 de mayo, las Dominicas de Elorrio celebraron con una misa de acción de gracias los 325 años de vida del convento de Santa Ana. Fundado a finales del siglo XVII para acoger a religiosas procedentes de Ermua, este convento enclavado en el corazón de la villa ha sido desde entonces hogar de una comunidad que combina clausura, oración y trabajo silencioso. La jornada reunió a sacerdotes y amigas de la comunidad, entre ellas las religiosas que llegaron desde Lekeitio. “Es emocionante. Es un aniversario que te recuerda que los años han pasado, y al ver que esto sigue tan bien, es una alegría”, cuenta Isabel Urizarbarrena, dominica desde los 19 años y con 64 vividos entre estos muros.

Hoy la comunidad está formada por diez monjas: dos de Elorrio (entre ellas Isabel, ambas rondando los 80 años) y ocho jóvenes kenianas que llegaron hace entre seis y catorce años. “Aunque vienen de lejos, el espíritu es el mismo”, asegura Urizarbarrena, convencida de que el convento aún tiene vida para muchos años más.

La jornada comienza a las seis de la mañana con el coro, el rosario, la misa y luego se dedican al obrador y a tareas de jardinería

Oración y obrador

La vida conventual también ha cambiado. Durante décadas, las religiosas no salían del recinto, ni siquiera para acudir al médico. Hoy, en cambio, pueden salir para necesidades básicas, aunque mantienen el espíritu de recogimiento y vida interior. Urizarbarrena lo expresa con naturalidad: ha cambiado la forma, pero no el fondo.

Su jornada empieza a las seis y media de la mañana con el coro, el rosario y la misa. Luego dedican el día al trabajo, principalmente en el obrador o en tareas de jardinería, hasta retomar las oraciones vespertinas, que concluyen con las completas a las 21:45. “Nuestra vida es trabajo y oración”, resume.

La repostería es, desde hace unos 45 años, una parte esencial de su sustento. Fue “la gente” quien las animó a iniciarse en ella, y poco a poco aprendieron, perfeccionaron y sacaron adelante un obrador cuyos dulces siguen siendo muy apreciados. Urizarbarrena lo tiene claro: fue la providencia la que las llevó por ese camino. Gracias a ello, hoy la comunidad puede vivir con más tranquilidad.

El convento también acoge el museo de San Valentín de Berriotxoa, primer santo y copatrono de Bizkaia. Para las religiosas, su figura es mucho más que una referencia histórica. Fue monaguillo en Elorrio durante cinco años y allí mismo, explica Urizarbarrena, nació su vocación misionera. Dice que “parece que vive con nosotras”. El museo, más que una colección de objetos, es un espacio de memoria y presencia espiritual.

A lo largo de estos 325 años, el convento de Santa Ana ha sobrevivido a guerras, cambios sociales y épocas con menos vocaciones. Hoy, la comunidad se sostiene con la fe, la oración y la rutina compartida. Urizarbarrena, que conoce cada rincón de estos muros tras más de seis décadas de vida conventual, confía en que, con la ayuda de la providencia y la fuerza de las más jóvenes, la historia de este convento siga viva muchos años más.

A las celebraciones de este año por el 325 aniversario del convento, se le suma también otra cita muy importante que tuvo lugar solo hace unos días. Concretamente el pasado sábado 26 de julio, festividad de Santa Ana., el monasterio de Elorrio, acogió la celebración de los votos solemnes de tres religiosas dominicas: Sor Jackeline del Corazón de Jesús, Sor Eunice de la Asunción de la Virgen María y Sor Rosa de la Inmaculada Concepción, todas ellas originarias de Kenia. Un acto que estuvo presidido por el religioso Dominico Jesús Galdeano.