El servicio de Conservación no solo inspecciona los taludes, que forman parte de las carreteras, sino que también controla e inspecciona las laderas que pueden registrar deslizamientos. Aunque estas laderas se sitúan fuera del ámbito competencial del departamento, su vigilancia es fundamental ya que cualquier inestabilidad originada en estas zonas puede incidir directamente en la seguridad de la red viaria.

De esta manera, se mejora la prevención al permitir advertir a los propietarios y entidades competentes de que una ladera muestra signos de inestabilidad. Además, se pueden adoptar medidas preventivas a nivel de carreteras que minimicen las afecciones en caso de producir un deslizamiento.

No hay que remontarse muy atrás en el tiempo para encontrar un ejemplo claro de ello. El 13 de febrero de 2018, hace casi cuatro años, una gigantesca lengua de tierra y barro de 600 metros de longitud y 100 de ancho arrasó la carretera comarcal BI-3102 que une Fika y Larrabetzu, enterrando un vehículo que circulaba por la zona y del que, afortunadamente, salieron ilesos sus tres ocupantes. La rotura del terreno se produjo 300 metros por encima de la carretera, que tardó cinco meses en volver a ser abierta al tráfico.

La Diputación ha analizado una superficie de 2.220 kilómetros cuadrados de superficie para evaluar el riesgo de deslizamientos, en base a las incidencias registradas entre 2008 y 2022 –200 deslizamientos en total–, elaborando un inventario de los 35 terraplenes que exigen un mayor control. Con todos estos datos, se va a llevar a cabo ahora una inspección exhaustiva de cada uno de ellos –incluyendo fotografías tomadas por satélite–, valorando también la necesidad de instrumentar algunos de ellos, con el fin de definir las medidas correctoras que se deben desarrollar en cada caso, como diques, escolleras, sistema de drenajes o medidas de protección a la erosión. La lluvia es el factor que más a menudo influye en que se pueda producir un deslizamiento en una ladera, pero no es el único. También influyen las talas que se realizan en el terreno, obras que puede realizarse quitando peso de la zona más baja y poniéndolo en la alta, o alteraciones de los cauces naturales de la zona. Si se modifica alguno de esos factores, una ladera que era estable se puede volver inestable; de ahí la importancia de un seguimiento continuo.