Menú para compartir. En mayúsculas. Sacando jugo a su significado. Unión. Brindis. Unas cien personas, a la mesa. Juntas. Mousse de foie con tostas y mermeladas, crema de marisco, carne halal estofada, pantxineta con salsa de chocolate… Todos fueron ingredientes de la iniciativa que cocinó ayer Argia Fundazioa –entidad que trabaja acompañando a personas con enfermedad mental grave– y que contó con la complicidad del Ayuntamiento y de otras entidades sociales como San Nikolas Zabalik, Sortarazi, Cáritas y Zabalketa. El objetivo: celebrar una comida de Navidad conjunta para personas del municipio en riesgo de exclusión social o en situación de soledad no deseada.

Luis Mari Arana y Javi Vaquero, usuarios de Argia, ejercieron de perfectos anfitriones para DEIA ante esta mesa múltiple que sirvió tolerancia, empatía, compañía… Son palabras que ellos mismos expresan, que ellos mismos practican y que, sin embargo, tantas veces no sienten. “La compasión que se genera ante una enfermedad física como que alguien se ha roto una pierna y está escayolada o que le han diagnosticado un cáncer y está con quimioterapia, no se genera con las enfermedades mentales, que se asocian con peligro, con miedo… Esa humanidad no existe. Todo lo contrario”, reflexionaba Javi. “Hay enfermos mentales y personas de otro tipo de grupos que cometen delitos, pero nuestro colectivo es asociado a que todos actuamos así cuando no es el caso. Además, tenemos un doble obstáculo porque parte de la sociedad nos trata como invisibles ante una enfermedad que es invisible; dicen que estamos ante un mundo deshumanizado, pero yo creo que hay mucha solidaridad y prefiero quedarme con eso”, añadió Luis Mari. De hecho, una veintena de getxotarras, muchos a título individual sin pertenecer a asociaciones sociales, se ofrecieron como voluntarios para hacer realidad ayer esta jornada tan gustosa.

Luis Mari Arana y Javi Vaquero, con personas de Argia.

Fueron, fundamentalmente, personas de Argia y chicos de origen marroquí quienes participaron en esta fiesta navideña, los que rieron, los que estrecharon lazos, los que charlaron e hicieron piña. Faltó dar un pasito más, no porque no se quisiera, sino porque es muy costoso y porque en ese esfuerzo está inmersa la sociedad: quedó pendiente que más personas mayores que viven solas asistieran a la comida y rompieran los enormes muros de sus hogares, metafóricos y literales en demasiadas ocasiones por los problemas de accesibilidad. Y eso que ellas eran las principales destinatarias de esta iniciativa. “Una voluntaria que ha llegado ahora y que ha estado en Irlanda nos preguntó: ¿No hacéis aquí nada en Navidad para las personas mayores que están solas? Porque allí se debe de llevar mucho. Y contestamos: No hacemos, pero si hay que hacer, se hace. Y eso pasó hace sólo un mes”, explicaba ayer Nerea Loizaga, desde Argia. La premura, cargada de ilusión, y el dirigirse a un colectivo con el que la Fundación está menos acostumbrada a relacionarse motivaron que no hubiera muchos aitites y amamas ayer. Hay otras razones. “También sucede que les cuesta dar el paso de reconocerse como personas que están en soledad. El año que viene vamos a ver cómo abordarlo para tratar el tema mejor, quizás con un trabajo previo y no que de repente vengan a una comida”, comentó Nerea. Y es que una de las vocaciones de Argia es ayudar. Ser partícipe. “Sabemos lo que es sentirse solo, sabemos lo que son los obstáculos de la vida. Por nuestra enfermedad, somos gente marginada. Hay una pregunta que siempre hago: ¿Qué es peor, tener ignorancia o no querer conocer?”, lanzó Luis Mari.

Con los brazos tan abiertos, la Fundación getxotarra montó esta comida, junto a actuaciones musicales y de magia. “Empezamos con muchas ganas, pero sin presupuesto, porque lo importante era juntarnos y comer unas patatas fritas, aunque fuera. Pero el Ayuntamiento nos ha ayudado, así que preparamos un menú servido por la Cooperativa Peñascal, que también trabaja con personas en riesgo de exclusión”, apuntó Nerea. Y salió un día de celebración común.