31 horas y 29 segundos, con 167,74 kilómetros recorridos y un desnivel de 3.327 metros. Aun así, Javier Abaurrea terminó su desafío solidario con tal holgura que llegó al municipio una hora antes de las 21.00 previstas y le dio tiempo hasta de pasar por casa antes de hacer su entrada triunfal en la plaza Molinar. En la caminata que le llevó por todo Enkarterri lució una camiseta rosa para hacer visible un mensaje de apoyo. “Porque no estás sola... ni solo” reza el lema de este tercer año de respaldo a la Asociación de Cáncer de Mama y/o Ginecológico de Bizkaia, Acambi. Y es que el vecino de Gordexola se ha enfocado a concienciar sobre el cáncer de mama masculino.

Estos casos representan “el 1%” del total, explicó la investigadora del CIC Biogune de Zamudio, María Vivanco. Iba a ofrecer el viernes una charla junto con Marius Soler, diagnosticado de la enfermedad, que ha sido “pospuesta, que no cancelada” por motivos personales y quiso acompañar a Javier Abaurrea en la salida. En los hombres y mujeres, el cáncer de mama “se manifiesta igual, normalmente suele aparecer un bultito”. Sin embargo, en ellas “cada vez más, se detecta por mamografías cuando acuden a los cribados”. “Lo importante es que cuando noten algo raro lo consideren entre las posibilidades”, previno a los hombres. Por supuesto, “también puede tratarse de una acumulación de grasa o cualquier otra cosa, igual que en las mujeres no siempre un bulto equivale a un cáncer de mama, pero hay que mirarlo porque muchos ni siquiera saben que corren el riesgo de desarrollarlo”, insistió.

Afortunadamente, “en los últimos años, se ha avanzado; si lo pensamos, décadas atrás hablar de cáncer de mama era tabú y una sentencia y gracias a la investigación los porcentajes de cura son mucho más elevados”. “Hablando en general, un 84% a cinco años, pero nosotros nos fijamos en ese 16% que, teniendo en cuenta la incidencia tan grande, significa que muchas, demasiadas, mujeres todavía fallecen”, lamentó.

Comparando a una mujer y un hombre “con la misma enfermedad en el mismo estadio o el mismo subtipo detectado en el mismo momento, probablemente la curación va a ser prácticamente la misma, así que cuanto más se retrasa, lo mismo hombres que mujeres se enfrentan a un peor diagnóstico y pronóstico”. Javier Abaurrea y Acambi desempeñan una “extraordinaria” labor de concienciación y “respaldo a la investigación porque las mejoras salvan vidas y eso tiene un impacto social, emocional y económico”.

En toda la historia de Acambi y “cumplimos 35 años con 600 socias” sólo han pasado por la asociación “dos hombres”, indica su presidenta, Anabel Jiménez, que acudió a Gordexola a recibir a Javier Abaurrea el sábado por la noche. Por ello, el 19 de octubre en su marcha anual incidirán en “la prevención”. “Si podemos, acudiremos a colegios, institutos, etc. No hablaremos sólo con las chicas, esto le puede pasar a todos. El problema radica en que los hombres no se dan por aludidos y cuando la enfermedad se manifiesta igual ya es demasiado tarde”.

900 mujeres al año

El cáncer de mama se descubre a alrededor de “900 mujeres al año en Bizkaia”. En la misma línea de 2022, las puertas de la sede de Acambi se abren a cada vez más pacientes: “todas las semanas nos llaman tres, cuatro, cinco, en mayor medida con la marcha y después, lo que no quiere decir que haya más casos, sino que recurren más a nosotras, afortunadamente porque entre vivirlo sola a conocer Acambi hay una gran diferencia”.

Se ha normalizado compartir el duro proceso de la enfermedad “tan tranquilamente, cada día sale más a la luz, no se ve un tabú como antes y cada vez se hacen menos mastectomías, y, cuando las hay, ahora se reconstruyen inmediatamente muchas”. Además, el entorno, familia, amigos “y niños” asumen mejor el inevitable choque.

Lo sabe Karmele Isusi, mujer de Javier Abaurrea. En su honor, él caminó en 2021 hasta 16 horas, una por cada sesión de quimioterapia, y en 2022 un total de quince horas, una por sesión de radioterapia. De la suma de ambas surgió el desafío de este año. “Estoy muy orgullosa, por mí y por todas y todos los demás”, confesaba Karmele mientras su marido supervisaba la organización de los víveres en la furgoneta que le siguió por las once localidades encartadas. Asimismo, un médico hizo guardia en el albergue de Santxosolo (Güeñes) por si se presentaba algún contratiempo físico. Paró en Karrantza a cenar, en Artzentales de madrugada y en Güeñes para comer el sábado, ya cerca de Gordexola. “Con que una sola persona tome conciencia ya merece la pena”, valoró satisfecho.