Muestra sin tapujos la pulsera telemática, abrochada a su tobillo, que todavía le recuerda que sigue cumpliendo condena en tercer grado. Controla que esté en casa a las once de la noche y que no sale antes de las 7 de la mañana. A sus 66 años, José Luis Basterretxea, o Loren, como le conocen todos, es uno de los veteranos del centro de día, al que acude desde hace casi ocho meses. “Aquí estoy mucho mejor que allí arriba, dando vueltas en el patio”, explica. “Con la ayuda de la gente que trabaja aquí y los compañeros, porque aquí todos somos compañeros, es un puente con el que puedes tirar adelante bastante bien, como una segunda casa: hablas con uno, con el otro, desayunamos...”.

Se apunta a prácticamente todas las actividades, pero si tuviera que elegir una serían las visitas a la residencia Aspaldiko. “Vas creando vínculos con las personas que viven allí y es una alegría ir a verles. Ellos también se alegran mucho cuando te ven”, sonríe. También disfruta de las sesiones con la BOS “en las que aprendemos la otra forma de expresarse que es la música” y le ofrece momentos de sosiego y paz. “Nunca había estado en un concierto de música sinfónica”, admite.

“Tendría que haber incluso más cosas así, porque hay mucha gente tirada en la calle”

José Luis Basterretxea - Usuario del centro de día Bestalde

No tiene más que buenas palabras para este programa. “Yo creo que tendría que haber incluso más cosas así, porque hay mucha gente tirada en la calle que no tiene dónde ir”, advierte. Y eso que el suyo tampoco es un camino de rosas. “Cuesta, claro que cuesta, porque hemos vivido muy rápidamente las cosas, tengo mucho recorrido. Una cosa te va llevando a otra, la cárcel termina siendo una universidad de aprendizaje y cada vez te metes en más problemas. Y, al final, todo lo malo lo pagas. Quién sabe qué estaría haciendo ahora si hubiera venido a este centro hace unos años, quizá sería monitor. Pero estoy muy contento; aquí hacemos todos un equipo”.

“Venir aquí me ha ayudado a centrarme; estaba vacío en casa sin nada que hacer”

Mikel Rueda - Usuario del centro de día Bestalde

Mikel Rueda, en libertad condicional, sueña con el día en que pueda reunirse con su hijo cuando termine su condena. “No quiero exponerle todavía, bastante le he hecho sufrir ya...”, se emociona. Ha pasado muchos años en prisión, “allá arriba”, como dice. Se encuentra mucho mejor desde que empezó a venir al centro hace un mes, que ha sido como una bendición para él. “Necesitaba venir aquí, formar parte de algo. Me ha ayudado a centrarme porque me estaba descentrando, a raíz de la pérdida de mi madre y del trabajo. Estaba solo en casa, sin nada que hacer... Ahora estoy muy contento porque antes estaba haciendo el tonto, descentrado, vacío”, reconoce. Incluso ha vuelto a encontrar trabajo, cubriendo bajas en el sector de limpieza, que comenzará este mes. “Venir aquí y formar parte de un grupo de compañeros es algo muy grande; cada uno con sus problemas, pero aquí somos todos compañeros, nos echamos una mano todos. Comer todos juntos también me gusta; estando solo en casa, por no cocinar, me quedaba muchos días sin comer, tirado en la cama... Estaba eligiendo el camino equivocado”, reconoce. “Y las chicas que están haciendo prácticas, que son unas bellísimas personas. Mi recuperación ha sido gracias al trabajo que he hecho yo pero también al resto de mis compañeros; a veces hace falta que te echen una mano”. Sobre todo en informática, bromea. “Cuando entré en prisión teníamos un Nokia de ladrillo y al salir hay gatos virtuales metidos en una tablet”, se ríe.

“Sirve de mucha ayuda a la gente que necesita reinserción, se está muy bien aquí”

Aitor Urruchi - Usuario del centro de día Bestalde

A Aitor Urruchi le queda un mes de los dos a los que fue condenado, yendo a dormir a la cárcel, pero tiene que acudir durante ese tiempo al centro de día. “No me imaginaba que era así; para mí no tanto porque he estado poco tiempo en la cárcel, pero está muy bien para gente que necesita reinserción, le sirve de mucha ayuda”, admite.