Fue, la suya, una imagen imborrable, por mucho que el paso del tiempo haya difuminado su recuerdo. Queda, eso sí, una plaza en Galdakao que impide que se borre su historia de la memoria de los vascos. No en vano, era una mujer pionera que pasó de las fiestas populares al profesionalismo, si es que se puede decir así. Lo cierto es que Romualda Zuloaga merece que su historia se recuerde y que el pueblo no la olvide. Nacida en el caserío Txapelgorri de Bekea en 1913, fue una importante figura del folklore vasco, cantando en euskera, su lengua natal y vehicular, junto a su marido José Ojanguren y otros panderojotzailes, albokaris y acordeonistas. Oigamos su trayectoria.

Cuentan las crónicas que antes de su etapa profesional, Romualda se inició junto a su marido José Ojanguren y el acordeonista Marcelo Arrieta, Borlas, por las fiestas, pasacalles y verbenas de los pueblos de los alrededores. Se le podía escuchar por Santotxikerra, Upo y Lekubaso, montes cercanos a Arteta donde se hacían unas grandes y conocidas fiestas tiempo atrás. Su vida no fue fácil. Para ganar algún dinero ejerció durante un tiempo como sardinera y después tuvo posaderos en casa. Trabajaba la huerta y criaba conejos y gallinas, para el autoconsumo. Una de sus cuatro hijas, Belén, recordaba que ella misma cosía los trajes con los que actuó y que paseó por diversos certámenes. “Se trataba de una mujer empoderada para la época, tenía la suerte de viajar, aunque las travesías eran muy largas por entonces hasta llegar al destino”. Manos en jarra a la cintura, en una pose por la que se le reconocía, Romualda se enfrentaba a las dificultades con carácter y buen humor. Con Franco aún vivo, salir a la calle a cantar en euskera era un gesto de valentía. Por aquel entonces solo había dos mujeres dedicadas a la pandereta, ella y Maurizia Aldeiturriaga. En su casa de Bekea fue donde ensayaban, de una manera clandestina, otros integrantes del Andra Mari para bailar y tocar diferentes instrumentos. De estas reuniones, se conserva y se enseña hoy en día, un paso de baile, la jota con alboka, que aprendió en origen junto a su marido, José Ojanguren.

Digamos que a pesar de su buena andadura en los grupos Ballet Olaeta y el grupo de danzas Dindirri durante los años 58 al 60, en los que estuvo alternando actuaciones en ambos grupos, prefirió unirse al grupo de danzas local Andra Mari. Una vez fundado dicho grupo, fue miembro inicial y destacado. El albokari que le acompañaba en aquellos tiempos era Antonio Aiesta Jitano, vecino también del mismo barrio, primer albokari del Andra Mari, mientras que Romualda ejercía como primera panderetera. Como consecuencia de esos ensayos de los que les hablaba antes, se realizaron actuaciones junto a un cuarteto de baile, como la recordada en el desaparecido cine Regio de Galdakao, formando, entre otras niñas de la localidad, a su hija de 12 años Belén Ojanguren.

Cuenta la familia Ojanguren Zuloaga que junto a Mariano Barrenechea y en representación del grupo Andra Mari, participaron en certámenes internacionales de folklore, desplazándose por Gran Bretaña y Francia y ganando diferentes galardones. En 1965 por ejemplo, obtuvo el segundo premio en música dentro del grupo Andra Mari en el festival de Llangollen en Gales. En 1964 en primera edición y en 1967 en segunda, Romualda y Mariano Barrenechea publicaron el disco Alboka: bailables vascos, él como albokari y ella como cantante y panderojotzaile. Este se reconoce hoy en día como el primer disco de alboka publicado, aunque anteriormente existieron grabaciones aisladas.

Falleció en 1971. El 8 de marzo de 2017 se inauguraba la Plaza Romualda Zuloaga en Galdakao. Para no olvidarla.