Zouhair N Mar se presenta digitando su nombre en lenguaje de signos. Llegó a Bilbao el 27 de enero de 2019. "Era domingo", recuerda con claridad. Había dejado su Marruecos natal meses antes, en busca de un futuro mejor. "Allí tenía todas las puertas cerradas; quiero luchar por una oportunidad", afirma con una frialdad que sorprende a sus 23 años. Demasiados sinsabores, demasiada mochila para una edad tan joven. Mientras espera que el permiso de trabajo le abra las puertas del mercado laboral, no pierde el tiempo; cursa un Grado Medio de atención sociosanitaria, es monitor de tiempo libre y, cuenta, su mejor experiencia fue precisamente acompañar durante 15 días a un grupo de niños. "Mi mochila no es nada con lo que te contaban; tenía que salir fuera a llorar", recuerda.

Zouhair es uno de los 90 jóvenes vizcainos, sin red familiar, a los que acompaña el programa Trapezistak del Gobierno vasco para evitar su exclusión social. Jóvenes de entre 18 y 25 años, que vivían en la calle, a los que se les ofrece apoyo psicosocial, formativo y de intermediación laboral, además de una vivienda, herramientas para que puedan afrontar su vida adulta con garantías y dignidad.

El programa ha sido presentado este lunes por la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, y el director de Migración y Asilo, Xabier Legarreta. La iniciativa supone una continuación del programa Lehen Urratsa, activado durante la pandemia para las personas que vivían en la calle en Euskadi. "De aquel trabajo inicial aprendimos una lección importantísima: si a estas personas jóvenes en riesgo de exclusión les damos un alojamiento y les ofrecemos acompañamiento social, si tienen apoyo, logran salir adelante y progresar", ha destacado Artolazabal. "¿Y qué pasa cuando esto ocurre? Que, con su esfuerzo y mucho trabajo, pueden presentar su candidatura al mercado laboral y, lo más importante, se alejan del riesgo de la exclusión".

Zouhair N Mar: "Ser monitor de tiempo libre es la mejor experiencia"

Cuando dejó de estudiar, Zouhair N Mar tuvo que ponerse a buscar trabajo. Con "todas las puertas cerradas" y sin perspectivas de futuro en Marruecos, se echó al mar para buscar una vida mejor al otro lado del estrecho, en aquel Dorado que imaginaba en Europa. "Cruzar el mar fue lo peor de cualquier cosa que puedes imaginar, el peor momento de mi vida. Allí solo hay dos opciones: llegar o morir. Punto", rememora. "Gracias a Dios", una embarcación de Cruz Roja les rescató antes de alcanzar la costa. Tras pasar por un centro de menores, llegó a Alicante, donde se alojó durante seis meses con unos familiares, a los que sigue eternamente agradecido. "Aquí estás perdiendo el tiempo", le dijo un día un conocido. Era cierto; sin saber castellano y carecer de permiso de trabajo, no tenía muchas opciones. "En Euskadi tendrás más oportunidades", le dijo.

Pese a no conocer a nadie, en Bilbao encontró personas que le guiaron para encontrar entidades que pudieron ayudarle. "Empecé a estudiar castellano en Claret y me apuntaba a todas las actividades que hacían, como excursiones", explica. Actualmente estudia atención sociosanitaria y es monitor de tiempo libre, una de sus grandes pasiones. "Hacer ese curso y pasar 15 días con aquellos veinte niños fue la mejor experiencia de mi vida", asegura. "Cuando terminamos, el domingo por la mañana, todo el mundo estaba llorando por la convivencia que habíamos tenido con ellos. Cuando me contaban sus historias mi mochila ya no era nada; lo que pasé yo y lo que están pasando ellos no tiene nada que ver. Había momentos en que me tenía que salir fuera a llorar", admite.

Claire Tcheuthoua: "Lloré cuando me hicieron un contrato"

La de Larissa Claire Tcheuthoua (Camerún, 26 años) es otra de esas historias desgarradoras. Pasó dos años en Marruecos, a donde llegó tras atravesar varios países, reuniendo el dinero suficiente para pagar un pasaje en una patera que le permitiera cruzar el estrecho. "Me levantaba a las 6 de la mañana y salía a pedir dinero. Y rezaba mucho", recuerda aquellos días. Tardó dos años en reunirlo y una mañana, a las 4 de la madrugada, se subió a una barca en la que estuvo a punto de perder la vida. "Llovía muchísimo. Había muchas personas dentro de la patera, también niños pequeños, y estuvo a punto de romperse. Gracias a Dios que vino la Cruz Roja para recogernos".

Ya en tierra firme, contactó con una amiga que vivía en Bilbao; le dijo que podía acogerla cuando llegara. Pero cuando bajó del autobús, ya en la capital vizcaina, ni siquiera le cogió el teléfono. Se vio sola, en una ciudad que no conocía, sin hablar castellano ni saber a dónde ir. "Me quedé en medio de la nada. Dormí tres meses en la calle hasta que me hablaron del albergue. Pero incluso pudiendo dormir allí, a las 6 de la mañana tenías que salir y pasar el día en la calle, lloviera, hiciera frío o nevara".

Finalmente pudo contactar con la asociación Askabide - "Irene me encontró muerta en la calle y me ayudó mucho"- que le ofreció alojamiento, y empezó a estudiar, también con la asociación Peñaskal. Desde entonces no ha parado: terminó la ESO y ha hecho terminado cursos de pastelería, cocina, hostelería, limpieza y cuidado de personas mayores, además de aprender castellano, que ahora habla con fluidez. Hizo varias prácticas laborales pero, sin papeles, no podía lograr un contrato. El ansiado permiso de trabajo le llegó el pasado 19 de julio. "Un día, mi jefa, Marijo, a la que adoro, me dijo que me iban a hacer un contrato. ¡No me lo podía creer, pensaba que era una broma! Lloré de la emoción, no podía parar. ¡Por fin!", cuenta sin poder evitar volver a emocionarse.

Su sueño es llegar a ser auxiliar de enfermería. "Cuando llegué, todos mis esfuerzos estaban centrados en conseguir los papeles para poder trabajar; era una presión muy fuerte. Ahora puedo pensar en el futuro", anhela.

Mouhssine Boulahcen: "Soy voluntario; me gusta ayudar en lo que pueda"

Mouhssine Boulahcen Jose Mari Martinez

Mouhssine Boulahcen no solo sigue formándose hasta que consiga el permiso de trabajo que le permita acceder al mercado laboral; todo su tiempo libre lo dedica a ser voluntario con diferentes asociaciones. "Colaboro con Médicos del Mundo, Cruz Roja, una asociación de mujeres de Basauri... Me gusta ayudar en todo lo que puedo", afirma este joven de 22 años, "bilbaino aunque nací en Marruecos" y que sueña con ser médico.

Mouhssine llegó a Algeciras, como tantos otros, en patera. "Desde los 14 años salí de casa para trabajar, mi familia no tenía recursos y tenía que ayudarles", explica. Desde allí marchó a Sevilla, donde vivió un mes, hasta que alguien le habló de Euskadi y las oportunidades de futuro que podía encontrar aquí. "Llegué a Bilbao en 2019 pero no conocía a nadie, no sabía castellano y no tenía ninguna ayuda, y terminé en la calle. Dormía donde podía, cada día en un sitio: en San Mamés, debajo de un puente... Fue muy duro", echa la vista atrás. En cuanto llegó se puso a estudiar castellano, hizo un curso de soldador en Peñaskal y realizó prácticas laborales. Incluso le quisieron hacer un contrato para seguir trabajando, pero no pudo aceptarlo al carecer de papeles. Ahora sigue formándose, en un curso de mecanizado, y ha tenido que decir que no a una formación dual precisamente por falta de permiso de trabajo.

Hoy vive en un piso de acogida de la asociación Agintzari, que comparte con otras tres personas. "Estoy muy a gusto, mis compañeros son muy majos", afirma. Dedica su tiempo libre a realizar labores de voluntariado, sueña con estudiar Medicina -"quizá dentro de un tiempo pueda entrar en la universidad pero de momento tengo que trabajar"- y ya no imagina un futuro lejos de Bilbao. "Quiero vivir aquí", confía con una sonrisa, sin poder evitar echar de menos a su familia, a la que no ve desde que salió de Marruecos hace más de tres años. "Les echo muchísimo de menos, es lo más duro", se le ensombrece el rostro, de habitual con una sonrisa contagiosa.

Hamza El Amrani: "Nunca imaginé que terminaría en la calle"

Hamza El Amrani estudió Literatura Inglesa en Tetuán y trabajaba cuando su hermano le habló, hace ya casi cuatro años, de un futuro mejor en el Estado español. "Todavía ni siquiera sé por qué vine. Supongo que, como todos, lo hice para mejorar, para salir adelante, para ayudar a mi familia... Me alegro de haberlo hecho pero al mismo tiempo me arrepetí un poco", reconoce. Y es que no todo fue tan idílico como había imaginado. "He pasado muchas cosas; viví un tiempo en la calle, nunca imaginé que terminaría durmiendo en la calle".

Antes de llegar a Bilbao recaló en Madrid, en busca de una oportunidad pero no encontró ninguna puerta abierta. "No hay que hacer allí para gente como nosotros, sin papeles", cuenta. "Aquí tampoco pero al menos tienes el permiso para estudiar". Él aprovechó la oportunidad que le dio la asociación Agintzari: peluquería, fabricación mecánica, paneles solares, hostelería... Nunca ha dejado de formarse. "Mi pasión fue la literatura inglesa pero necesito una salida. Quiero aprovechar todas las oportunidades que me ofrezcan", reconoce emocionado, antes de dedicar unas palabras de agradecimiento con sus educadoras, Laura y Nuria. "A nosotros los jóvenes siempre nos falta la parte emocional, alguien que hable contigo y te escuche, y yo lo he encontrado aquí en Bilbao. Si no hubiera venido aquí, no habría seguido en España".

Oualid el Kahan: "Me querían contratar en un hotel pero no tengo papeles"

Oualid el Kahan José Mari Martínez

Oualid el Kahan entró al Estado español "de forma ilegal" y todavía hoy sigue indocumentado. Con estudios de Psicología, Sociología y Filosofía, en 2019, con apenas 20 años, decidió emigrar "para buscarme la vida". Tuvo claro que lo primero que tenía que hacer, cuando llegó a Bilbao, era aprender el idioma; lo hizo, pero no se quedó ahí. Ha finalizado un grado superior de Agencias de Viajes y Organización de Eventos, y actualmente estudia un curso de mantenimiento de ascensores. Él también se ha dado de bruces con la barrera administrativa de no tener un permiso de trabajo. "Hice prácticas en un hotel como recepcionista y me querían contratar pero no pudieron hacerlo porque no tenía papeles", lamenta. No se da por vencido. "Sigo buscando trabajo", a la espera de poder tramitar su permiso por arraigo por formación.

Actualmente comparte un piso con otros estudiantes universitarios, "un chico autóctono y otro chino. Es una experiencia inolvidable; he aprendido muchas cosas: idiomas, la cultura, romper ciertos estereotipos...". No tiene más que palabras de agradecimiento para el programa Trapezistak, la asociación Agintzari y sus educadoras. "Me han ayudado muchísimo; si no hubiera sido por ellas estaría totalmente perdido. Llegas con muchos pájaros en la cabeza y no sabes bien dónde dirigirte. Estos programas de apoyo son muy importantes, para nosotros y para los que vendrán en el futuro", afirma.