“Mis hijos solo me han conocido yendo y viniendo del Udala porque ya estaba aquí antes de que nacieran”. Media vida para Álvaro Parro, que desde 2003 ha llevado las riendas en sucesivas etapas como concejal de las áreas de Fiestas, Cultura, Educación, Euskera, Juventud y Deporte. Entre 2013 y 2019 ostentó “con orgullo en mayúsculas” la Alcaldía de Balmaseda, hasta que la victoria de la Candidatura Local Independiente en las urnas relegó al PNV por primera vez a la oposición. En los coletazos finales de un periodo marcado por la pandemia, abandona la política municipal con la satisfacción de marcharse “con más amigos que cuando llegué al Ayuntamiento”.

¿Por qué renuncia?

—Cada vez se complicaba más conciliar lo profesional, lo personal y el Ayuntamiento y se han dado una serie de circunstancias que me han ayudado a tomar una decisión que ya estaba mascando desde hacía tiempo. Además, pretendía despedirme públicamente después de tantos años.

¿Se le pasó por la cabeza tomar esa decisión la noche electoral?

—No. Pensé que vivíamos algo nuevo y había que trabajar por Balmaseda y mi partido desde otro punto de vista y desde otra manera. Luego, una vez que retomé la vida laboral y, aunque la oposición no acarrea tanta carga de trabajo como la Alcaldía, si lo quieres hacer bien implica su dedicación. Empecé a notar el cansancio.

¿Costó reubicarse de alcalde a oposición? El PNV analizaría qué podía haber fallado para perder confianza ciudadana...

—Sí, es difícil porque, lógicamente, crees en tu proyecto, confías y te has esforzado a tope por ello. O no supimos transmitir bien a la gente lo que conseguimos hacer y el por qué no pudimos hacer alguna de las cosas, o la gente no confió en aquel momento en lo que proponíamos o confió más en otras personas y otras ideas.

¿Con qué iniciativas se queda de las que ha contribuido a poner en marcha?

—Me tocó una parte de la culminación del traslado de Fabio Murga del centro a las afueras, donde ya está funcionando la nueva fábrica. Digo una parte porque todavía continúa y empezó en 2006. Casi nada… Destacaría los esfuerzos que se hicieron en las dos legislaturas que estuve como alcalde en la promoción del empleo, cuestiones que ahora mismo se está viendo que han tenido su relevancia, como el parking de autocaravanas, el nuevo refugio del Kolitza, el albergue en la ikastola vieja, que entiendo que con todo un poco más relajado en la pandemia empezará a recuperar movimiento. Acometimos varias fases de la reposición de la red de abastecimiento de agua potable, que no se ve tanto, pero aporta confort a la ciudadanía, también la adecuación del parking de Presa Encimera, una cuestión largamente demandada y se consiguió gracias a la buena voluntad de la familia propietaria de los terrenos, el parking de la estación… Cosas que quizás no parecen muy grandes, pero son muchos pocos.

Ya que menciona el empleo, al asumir la Alcaldía aseguró en DEIA que uno de sus objetivos consistía en que Balmaseda, un lugar idóneo para vivir, lo fuera también para trabajar. ¿Se ha conseguido?

—La tasa de paro tan alta que arrastrábamos año tras año y con bastante esfuerzo por parte de todos se ha ido reduciendo paulatinamente. Al principio de la legislatura como alcalde muchos vecinos y vecinas me visitaban preocupados y al terminar eran muy pocas personas. Lo que pasa es que en la situación de incertidumbre global que atravesamos tampoco parece que se esté sintiendo demasiado. Por otra parte, hay un tema que no conseguimos atacar y no sé si será estructural o qué... Me refiero al paro femenino.

¿Terminó el mandato con la espinita de algún proyecto pendiente?

—Ya habíamos dotado la renovación de las piscinas del proyecto de ejecución y nos faltaba únicamente licitar. Además, a posteriori después de la pandemia ha habido una serie de fondos por subvenciones forales y europeas a los que podíamos habernos acogido y podía haber hecho que la financiación de la reforma estuviese, según mis cálculos, en un 50% asegurada con recursos externos.

También en 2016 se consumó el retorno a la Mancomunidad.

—Decisión bastante compleja porque veníamos de muchos años fuera, pero adoptada por convencimiento y por el bien de la comarca. La puesta en marcha de la ley de servicios sociales y el contrato de recogida de basuras, que ya llevaba vencido unos cuantos años y se empezó a renovar, nos ayudaron a tomar una determinación que a la postre ha resultado acertada. Además, en ese sentido he visto una evolución bastante grande de la Mancomunidad. Entrábamos en una institución desde mi punto de vista fraccionada, con cuestiones enquistadas y, poco a poco, con paciencia y el buen hacer de la presidenta del momento en que ingresamos, Esther Lasa, y el presidente actual, Martín Pérez, se ha abordado la modificación de los estatutos, se suscribió el contrato de recogida de basuras, se están desplegando los servicios sociales... Un cambio importante.

¿Ha evolucionado la forma de trabajar en el Ayuntamiento en estas casi dos décadas?

—Donde más lo he notado y, a mi modo de ver, no para muy bien, es en las redes sociales. En ese ámbito no me siento nada cómodo, me muevo mejor en el cuerpo a cuerpo, pero sé que hay que estar allí. Sí que cuando tomé posesión como alcalde me enfrasqué en tratar de modernizar la administración beneficiando al ciudadano y quitando burocracia. Efectuamos varios procesos de reforma, abrimos el servicio de atención a la ciudadanía, activamos dentro del Ayuntamiento un grupo motor para la gestión del día a día, elaboramos un plan de legislatura… Herramientas que me apena que parece que no se han retomado, pero me vinieron muy bien para ver cómo se hacían las cosas, tratar de mejorarlo y obtener una perspectiva de los recursos para ir equipándolos.

¿Cuáles elegiría como su mejor y peor día en la Alcaldía?

—Sufrimos con los problemas de la residencia León Trucíos, una temporada bastante crítica que se consiguió solucionar y continúa funcionando. Como recuerdos bonitos, la primera piedra de la nueva fábrica de Fabio Murga o cualquier inauguración. Muy emotivo, un acto en reconocimiento de la memoria histórica, fiestas, cualquier mercado medieval o Semana Santa –Álvaro Parro encarnó a Pilato en la Pasión Viviente de 2007–.

“Lo mejor que has dejado en este Ayuntamiento es lo buena persona que eres”, le dijo en el pleno de despedida el edil socialista Isatxu Fernández. “Agradezco que hemos tratado los temas desde el máximo respeto político y personal”, el concejal de EH Bildu, Aitor Llano. “En la oposición o en el poder, has sabido desempeñar este trabajo con eficacia y saber estar. Se te va a echar mucho de menos”, el alcalde, Aitor Larrinaga. “Tu huella silenciosa y generosa nos ha ayudado a crecer”, su compañera jeltzale Garbiñe Santamarina.

—En la corporación no sé si por mi forma de ser o por la de todos en general, se respira un ambiente cordial, con nuestras diferencias. En la calle la gente te para, entiendo que con su buena voluntad, a veces cuando nos encontramos con familia, y amigos y nuestras alegrías y dolores se reflejan en los seres queridos, para comentar, aportar, incluso echarte la bronca, a menudo con la coletilla: ya sé que no es el momento, pero... Quien accede a un cargo público ha de contar con ello, y más en una localidad tan social y sociable. Aprovecho para reivindicar la política municipal, la más cercana para lo bueno y lo malo. Cualquier persona que asume el cargo de concejal o concejala es un auténtico valiente, por eso a la población en general le pediría respeto.

¿Le gustaría trasladar un mensaje a los balmasedanos en concreto?

—A pesar de lo duro y difícil, guardaré esta experiencia para siempre. La vida sigue, Balmaseda seguirá adelante por encima de todos los obstáculos. A lo largo de nuestra historia hemos sorteado problemas o problemones: desde un incendio que casi lo arrasó todo en 1808 hasta mil cosas más, como pestes, etc. De todas hemos salido y de todas saldremos, porque en los momentos complicados somos capaces de unirnos.