Los milenials de hoy en día alucinarán con la imagen superior, sobre todo los residentes en la villa portugaluja. Pues si, el municipio volcado sobre la desembocadura de la ría de Bilbao tuvo playa propia que hasta bien entrada la década de los años 50 del pasado siglo estuvo operativa para locales y foráneos. La imagen que permanece en el fondo fotográfico de la Autoridad Portuaria de Bilbao está tomada muchos antes, en concreto el 2 de enero de 1890, y en ella se observan detalles muy curiosos. 

Era la época en la que los baños de mar estaban de moda entre la burguesía y gente de posibles de Bilbao después de que los galenos los recomendaran como muy saludables. Una costumbre que ahora es totalmente natural entonces era algo extraordinario, sobre todo por el pudor presente en la sociedad donde enseñar un centímetro cuadrado de piel era anatema. Había que cambiar la ropa de calle por la de baño y siempre lejos de miradas indiscretas. Por eso las pequeñas carpas de colores alineadas poblaban más el arenal que las toallas para tomar el sol. Otra actividad desconocida entonces. La playa de Portugalete era de las más visitadas ya que la presencia del balneario colindante era el otro gran atractivo de la villa. Con el paso de los años empezó a tener competencia de otros arenales contiguos y el Ayuntamiento se encargó de mantenerla siempre en buenas condiciones y con servicios adecuados. Incluso construyó un frente a modo de balconada sobre el arenal que servía para contemplar desde arriba a los usuarios de la playa y también como acceso directo gracias a las dos rampas adscritas. Desafortunadamente, con el inicio del siglo XX y la industrialización la playa de Portugalete perdió el interés turístico que la poblaba en época de canícula y más cuando. Quedó como un fondo de saco donde se depositaba la basura y restos que bajaba por la ría debido a los desguaces de barcos y de la inexistente limpieza del cauce. Curiosamente fue sustituida por una gran piscina que ya a finales de los años 50 recogía campeonatos entre nadadores aficionados.

UN BELLO RECUERDO INDUSTRIAL

Lo que permanece incólume es ese bello muelle de hierro que separa la playa del cauce de la ría. Una obra de ingeniería de calado, firmada por el insigne Evaristo Churruca, que entre 1881 y 1887 consiguió solventar la presencia de la famosa barra de Portugalete, un banco de arena que impedía con marea baja la navegabilidad de grandes buques aguas arriba y que provocó más de un naufragio.

El muelle, que en noviembre cumple 135 años de servicio, fue un gran acontecimiento para la vida comercial, industrial y naviera de la comarca pero también para los jarrilleros que se encontraron con un bello paseo sobre el mar de casi un kilómetro de longitud.

En la imagen, en la zona de piedra desde donde nace la parte férrea del muelle, se observa un columna con una esfera culminándola. No es un reloj, es un mareómetro que indicaba los cambios diarios de la altura del nivel de mar que podían contemplar todos los curiosos y que fue instalado por el propio ingeniero Evaristo Churruca durante los años de construcción del peculiar parapeto.

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Cabe reseñar también como al otro lado de la ría, en la margen derecha, casi se calcan en una simetría competitiva playa y muelle en el municipio de Getxo. En aquellos años de finales del siglo XIX, Portugalete tenía mucho más tirón de turistas locales y Getxo apenas comenzaba. De hecho, en los aledaños de la playa de la localidad jarrillera surgieron palacetes y chalets de familias acaudaladas de la capital que querían poseer un segunda residencia en la costa y ya casi todos ellos desaparecidos. Ninguna de las casas y edificios residenciales levantados ante la playa de Las Arenas que recoge la foto pervive en la actualidad aunque si el muelle que, curiosamente, fue bautizado con el nombre del ingeniero que ideo el muelle de hierro. Sin duda, Evaristo Churruca se merece ese homenaje. 

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