2.000 voluntarios de Cáritas arriman estos díasel hombro "Cada llamada es un pequeño regalo""tenemos los ojos y los oídos abiertos a las necesidades del prójimo"

Pero es cierto que no siempre es fácil en estas circunstancias cubrir las necesidades que hasta ahora se atendían de manera presencial. Un ejemplo es lo que está ocurriendo en el proyecto Puxika. Arantxa Diego, profesora de profesión y voluntaria en este programa de Cáritas que presta ayuda a familias y mujeres, sobre todo solas con niños a su cargo y con pocos recursos, se vuelca estos días con todos los medios y la imaginación a su alcance. "Nos hemos repartido el trabajo y estamos intentando ver los diferentes niveles de necesidad para darles respuesta a todos. Hay mujeres que están muy tristes. Son de otros países y muchas ni siquiera hablan nuestro idioma. Además tienen niños pequeños a su cargo y no pueden salir de casa ni para comprar".

A Arantxa le preocupa que los niños de los que se ocupa pierdan el ritmo escolar. Habitualmente se reúnen en los locales cedidos por Begoñazpi en Santutxu y ahí es donde 22 voluntarios están organizados para atender a 22 personas entre las que se encuentran niños de 0 a 12 años a los que les cuidan, les dan de merendar, les ofrecen apoyo escolar y con los que pasan después ratos lúdicos. Claro que ahora todo es mucho más complicado y eso ha hecho que desarrollen el ingenio para suplir a las tecnologías en aquellas familias que no disponen de ordenador o no tienen conexión a Internet. "A veces lo que estamos haciendo es hacer fotos a los deberes y mandárselo por Whatsapp. Teléfono es lo único que tienen todos". También a las amas les envían tareas para que sigan avanzando en sus estudios. El contacto diario con esta gran familia que forman les permite además detectar otras circunstancias a las que también deben darles salida como la falta de recursos para llegar hasta el siguiente cobro de la RGI.

"En esta crisis del coronavirus los voluntarios dan un paso adelante para ayudar"

Responsable del Voluntariado