K. Doyle

durango - En los años 80, su amistad con el seglar Peli Romarategi en Urkiola despertó el lado más artístico del durangarra Carlos García. A sus 80 años, desde 2016 disfruta de su tiempo libre creando maquetas a escala de diferentes ermitas de la comarca. “Peli, un maestro, me enseñó a tener paciencia a la hora de hacer las cosas; algo imprescindible para mis reproducciones”, asegura el artista desde su taller ubicado en Komentu kalea.

De momento, seis son las ermitas a escala diseñadas por el octogenario: la de San Andrés de Iurreta, las abadiñarras Guardako Aingerua, Andra-María y San Vicente, San Martín de Mañaria y San Lorenzo de Berriz. Con un plazo de entre cinco y seis meses para terminar cada una, Carlos previamente lleva a cabo un trabajo de documentación acudiendo todas las ermitas para fotografiarlas y sacar sus medidas con la intención de acotar, determinar la escala y crearlas sin dejar de lado el más mínimo detalle. “Al principio las tejas las traía de una empresa de Almería pero me las mandaban deformadas. Ahora, como mi hermano Miguel Ángel es troquelista, las hacemos nosotros y son otra cosa”, apunta.

Reconociendo que “me gustan las ermitas porque tiene algo muy característico del barrio o pueblo y la mayoría han sido levantadas por sus vecinos”, Carlos acude todos días a su taller en horario de mañana y tarde dedicando aproximadamente seis horas por jornada a sus ermitas. Fue al jubilarse cuando decidió comprar un garaje y habilitarlo para poder realizar sus creaciones. Entre risas comenta que con tantas horas de dedicación “mi mujer igual está contenta de que pase tantas horas en el taller”.

Tiene claro cuáles son los materiales a utilizar, en los que predominan las planchas de pladur y las piedras, el cobre para las cunetas, el roble y el castaño para las vigas o el brezo para simular la hierba son algunas de sus ocurrencias. Mención especial para el arroz que curiosamente sirve para hacer el empedrado de la entrada de alguna ermita. Tras un mes alejado de su afición por una rotura de fibras, “me viene bien parar un tiempo, oxigenar la cabeza y pensar en mi próximo proyecto”, reconoce. En este sentido, el durangarra baraja varias opciones entre ellas la desaparecida ermita de Orozketa o la iglesia de Santa Ana. “El problema es que no tengo mucha documentación porque una no existe y puede ser más complicado a la hora de calcular la escala y las grandes dimensiones de Santa Ana para poder medirla también lo dificultan”, adelanta con ganas de reproducirlas.

una vida en urkiola Fue aquí donde comenzó a descubrir sus dotes artísticos. Y es que encargándose del mantenimiento de la empresa Fosroc de Izurtza, al término de sus jornadas laborales Carlos subía a Urkiola con el propósito de ayudar en los trabajos que surgían alrededor del Santuario. Reconociendo con nostalgia que “en Urkiola ha estado casi toda la vida”, las labores en la huerta y el cortar las zarzas se alternaban con otras más costosas como fue la instalación del mosaico de colores que preside el altar de la iglesia. “Tardamos dos años para completar los 180 metros cuadrados de mosaico”, explicó satisfecho recordando que “el belén de 16 metros cuadrados que montábamos tampoco era cualquier cosa”.

La afición a las maquetas a escala también la tenía su difunto hermano Fernando. Con ganas de seguir entretenido, a Carlos también le gustaría presentar, “más adelante”, una exposición. “La familia y gente cercana ya saben de mi afición pero hay muchos que lo desconocen; me gustaría poder enseñar todos mis trabajos”, finaliza ilusionado.