Bilbao - El día de ayer fue una jornada de celebración en Getxo. Desde bien temprano, el ambiente festivo se palpaba en cada rincón de las campas Aixerrota que ayer celebró su 63ª edición, organizada por Itxas Argia, de sus tradicionales paellas. Fue un día de aglomeración donde el sol brillaba con todo su esplendor, un día de reencuentros y de pico y pala para poder llevar a cabo el montaje de toldos de cada cuadrilla. Condicionantes que, sin duda, fueron suficientes para crear un ambiente festivo que invitaba a quedarse y aguantar hasta que el cuerpo no pudiese más.
El ingrediente básico de la carta del menú que se sirvió ayer en el recinto oficial de Aixerrota fue el arroz. Después, las cuadrillas allí presentes dejaron volar su imaginación para decorar la paella a su gusto. Un concurso internacional de paellas que traspasa todos los rincones vascos. El evento más preferido por los getxotarras en el que tienen que trabajar la mente para conseguir un decorado llamativo, diferente y, a ser posible, comestible. Este último requisito es una de las partes en las que el jurado, que tuvo ayer la suerte de degustar las 150 paellas que se presentaron al concurso, hace más hincapié: “Si el decorado es comestible se puntua del 1 al 10, si no lo es, del 1 al 5”. Pero como en casi la mayoría de los concursos gastronómicos, lo importante es el interior. “El sabor y el punto del arroz lo puntuamos, como todos los años, del 1 al 20”, explicaron desde el jurado.
No en vano, la mayoría de los allí presentes tenía claro que lo más importante era disfrutar del día junto a su cuadrilla. Grupos de Whatsapp que encabezaban el nombre Paellas, camisetas hechas para la ocasión, guerras de agua para soportar el calor, cuadrillas simulando el programa televisivo de Carlos Sobera, First dates, o el parque de atracciones de Artxanda en maqueta de frutas, música a todo trapo y lo indispensable: comida y bebida para poder aguantar el transcurso de las horas. De hecho, había decorados de platos que requerían una fuerza extrema para poder transportarlos hasta el jurado.
Fue el caso de la cuadrilla Aixerroka que, tras quedar en quinto lugar el año pasado, esta edición ha querido dar un paso hacia delante para convertirse en nada más y nada menos que en Los Picapiedra. Esta cuadrilla lo tenía claro. “¡Este año es el nuestro, vamos a ganar!”, dijeron segundos antes de presentar su obra de arte ante el jurado. Finalmente no hubo suerte y se tuvieron que conformar con el tercer puesto.
Otros quisieron mostrar su rechazo ante las agresiones sexistas y por ello adornaron su paella con el lema que tanta repercusión está teniendo en todas las fiestas de las comarcas vizcainas: Ez beti da ez. Más decoraciones llamaron la atención por su grosor y altura. Por ejemplo, un estrecho florero de casi un metro de alto recubierto de mejillones y con flores hechas de almejas y ensalada. El jurado tomó nota durante una hora de la variedad de presentaciones con más o menos adornos, pero quienes conquistaron su estómago fueron en primer lugar Malatate Taldea, quienes consiguieron el primer premio; Rodolfos Friend’s en segundo puesto y Aixerroka, el tercero.
En las campas de Getxo son legión los que repiten. Muchos comienzan a disfrutar de paellas solteros, años después con pareja y más adelante, con sus pequeños sucesores. Otros, confiensan haber conocido “al amor de su vida”. Las cuadrillas de Aitziber y Joserra llevan “muchísimos años” acudiendo. Son tantos, que no saben exáctamente cuántos. Lo que no olvidarán nunca fue el momento en el que se conocieron. “Nuestra cuadrilla se conocía de vista, nos intercambiábamos aceite, sal o pollo porque daba la casualidad de que todos los años nos poníamos al lado y entre una cosa y otra aquí estamos, con nuestra hija Aixea”, dijeron.
Pero participa tanta gente que también los hay bisoños en la celebración. Es el caso de Asier Fernández que, a sus 24 años, solo lleva dos asistiendo a la fiesta del arroz. Desde que puso un pie en las campas de la parte de El Bronx se hizo una promesa a sí mismo: “no volver a fallar nunca”. A pesar de que su cuadrilla, de 45 personas, lleva cuatro años participando no le importa haber sido el último en incorporarse porque el “buen rollo” que se respira en su txosna “tarde o temprano” merece ser vivido.
Novedad para años próximos Según iban pasando las horas, los fuegos que se habían prendido en los agujeros de la tierra iban teniendo cada vez menos llama, pero las ganas de seguir disfrutando del ambiente festivo no había manera de apagarlos. Era como una especie de Aste Nagusia bilbaina concentrada en unas horas y en los terrenos de Aixerrota. Nadie quería que terminase su gran día.
Como novedad este año que se mantendrá en próximas ediciones, la cuadrilla vencedora estará presente en el jurado. Entre todos los miembros del grupo vencedor, en este caso, Malatote Taldea, deberán elegir a uno de ellos para que sea el ilustre en probar todas las paellas que se presenten a concurso en 2018.
La nueva regla no impedirá a la cuadrilla vencedora seguir participando al año siguiente, pero el miembro de la cuadrilla que esté en el jurado no podrá puntuar el plato que haya elaborado sus colegas.
¿Y quién recoge todo lo generado tras paellas? “Si alguien se acerca mañana (por hoy) se va a encontrar esto como si aquí no hubiese pasado nada”, señala el getxotarra Alain mientras daba un bocado a su paella. A su juicio, eso “un plus muy bueno” por parte del Ayuntamiento. Los participantes en el concurso se ubicaron en la zona oficial, donde ocuparon los 390 toldos que se habían instalado. Los responsables del evento, Itxas Argia, repartieron entre ellos 300 kilos de arroz y siete toneladas de leña, quienes aseguraron que al final de la tarde “no quedaba rastro de nada”.
Con la entrega de premios se iba acercando el final de una fiesta que había obligado a madrugar todos. Los fogones fueron ambientados por el sonido de los txistularis que iban haciendo una ronda por el recinto oficial. Los bailoteos de los asistentes fueron cada vez más notables pero algo que no se perdió durante el día de ayer fue la felicidad de volver a vivir una jornada muy especial. Un ritual en el que si se participa, se repite los siguientes años sabiendo que todos están en el recinto siguiendo una tradición con historia.