DURGA Poudel tuvo el honor de abrir con su danza la semana solidaria que ha celebrado la Fundación Vicente Ferrer en la Alhóndiga. A diferencia de los dantzaris, que ejecutan el aurresku como acto de salutación y bienvenida, Durga interpretó una danza india, “que es como si fuera la bendición de un acto, y que además trae buena suerte”, aclara. Baila esa pieza siempre que le llama su amiga Isabel, a quien conoció en Mujeres del Mundo. Así, muy poco a poco, es como se va dando a conocer esta mujer que ha hecho de la danza su profesión, aunque también le gustaría ejercer como profesora de inglés, que por algo estudió, y con mucho esfuerzo, Filología y Literatura inglesa en Londres. La casualidad hizo que recalara en Bilbao, “ciudad que no conocía de nada”, confiesa, pero en la que, por ahora, se siente muy a gusto desde hace cuatro años. Durga no piensa en el futuro. Solo quiere que le salga más trabajo, sobre todo relacionado con las clases de danza porque dice que “disfruto mucho dándolas”. Le encanta porque “es una hora y media de alegría que doy a la gente”.
Durga nació hace 28 años en Katmandú, la capital de Nepal y del himalayismo. El turismo relacionado con la montaña es la primera fuente de ingresos y da empleo a buena parte del país. Pero a ella no le dio por los ochomiles. Prefirió la danza, una disciplina tan sencilla y motivadora como escalar montañas pero sin ningún riesgo. “Desde que era pequeña me gustaba el baile”, dice, “así que empecé muy pronto, a los tres años”. Tenía claro que quería ser bailadora profesional, por lo que estudió para ello en la ciudad donde había nacido y en el sur de la India, ya que se fue especializando en la danza del país vecino. Pero las expectativas de futuro de Durga estaban puestas fuera de las fronteras de Nepal. Por eso decidió irse con 22 años a Londres. “Me fui para poder estudiar Literatura y Filología inglesa”, comenta. Pero la vida en la capital londinense no fue nada fácil para ella. “Fue muy duro porque tenía que trabajar de lo que fuera para pagarme los estudios, y no tenía tiempo para nada más, y encima, a final de mes no tenía nada de dinero en el bolsillo”, recuerda. Así que, una vez concluidos los estudios, y tras conocer a un chico de Bilbao, que le habló de la capital vizcaina, tomó una decisión muy importante. “Yo, cuando estaba en Nepal, no sabía ni dónde estaba Bilbao, ni el País Vasco”, confiesa. Pero parece ser que el amigo bilbaino le convenció para hacer la prueba. “Vine para ver cómo era y me gustó”, dice. ¿Qué es lo que le gustó?, le preguntamos. “La gente”, contesta rápidamente. “Me gustó porque la gente era más amable y más acogedora que en Londres”, señala. Así que no lo dudó. Se traslado a Euskadi a pesar de que “no sabía nada de castellano”, confiesa.
En un primer momento se instaló en Santurtzi. Lo primero que hizo fue apuntarse en la EPA (Educación de Personas Adultas) de la localidad marinera para aprender el idioma que luego le abriría más puertas. También entró en contacto con una asociación de ayuda a inmigrantes, que posteriormente le brindaría la oportunidad de darse a conocer como bailarina, y con el colectivo de nepalíes que residen en Bilbao. Y allí, precisamente, conoció al que hoy es su marido.
Clases de baile Desde que aterrizó en Bilbao ha intentado ganarse la vida con la clases de baile. Actualmente enseña danza india y nepalí en la Escuela de Baile y Ensayo de Deusto, en el Tropic Dance de Peñota y en Mujeres del Mundo. “Y a veces también me llaman de algún ayuntamiento”, señala. “Para la gente que quiere mucho ritmo y movimiento les enseño Bollywood, y si prefieren algo más lento está la danza clásica india o la nepalí, ya que esta última es más como el Tai-chi”, aclara.
Lo que sí ha descubierto es que este tipo de bailes gustan en el País Vasco, aunque reconoce que es un mundo, este de las danzas asiáticas, muy desconocido. Prueba de ello es que “empecé con muy pocas alumnas, y a medida que se van conociendo, tengo más”. Será porque Durga transmite algo más que un baile en sus clases. “Yo disfruto mucho”, dice, “mucho más que dando clases de inglés”. Esa es precisamente otra de sus facetas que le gustaría retomar. “Ahora estoy en trámites para homologar los estudios que hice en Londres”, dice. Mientras, Durga espera tener más trabajo como profesora de danza. “Aquí estoy mejor que en Londres, pero tampoco tan contenta porque se gana poco dinero y los contratos son como son”, concluye. Aun así, ella seguirá danzando