Síguenos en redes sociales:

El caserío tradicional de Artea cambia de caras

Los creadores del Ekomuseo de la localidad arratiarra ceden el baserri a una pareja que reabrirá el restaurante el viernes

El caserío tradicional de Artea cambia de carasJ. Jobajuria

corría el siglo XIX cuando las familias vizcainas se reunían en torno a un fuego en la cocina de sus caseríos. Era esta una estancia amplia que hacía las veces del corazón del hogar. Del caldero salían suculentos aromas que envolvían el ambiente de trabajo que recorría cada estancia del baserri. No había mucho tiempo para estar ocioso. Las tareas se multiplicaban para cada ocupante del hogar. Desde cultivar y recoger el lino con el que luego tejían sus ropas, hasta confeccionar el ajuar de la novia, cuidar del campo y de los animales, preparar quesos o asar el pan en un horno de piedra eran solo algunos de los trabajos que realizan los antiguos habitantes del territorio histórico. Y todas y cada una de ellas se pueden intuir, casi como antaño, en el Ekomuseo de Artea.

Se trata este espacio de una gran casona de piedra construida en la localidad arratiarra dividida en dos plantas. La primera, es un restaurante. La segunda, el museo que enseña cada estancia de los baserris tradicionales. Con todo detalle, las estampas de otros tiempos se cuelan en la imaginación del visitante. Cuenta incluso con un txitxilu, un gran banco de alto respaldo sobre el que se pliega una pequeña tabla que sirve de mesa y que en su parte inferior forma un arca para guardar alimentos o servir de cobijo a las gallinas que convivían con los moradores humanos de la vivienda.

Todos los objetos del museo son originales. Incluso las prendas de lino que cubren las camas y visten a los habitantes de plástico con los que se topa el visitante. Están comprados aquí y allá. En mercadillos y tiendas de antigüedad. Muchos de ellos han viajado desde Iparralde, de donde es originario el matrimonio que dio forma al Ekomuseo. En su interior, también se pueden estudiar los distintos tipos de plantas que servían a los antepasados vascos para curar sus dolencias, fortalecer y limpiar el organismo o condimentar sus guisos. Jazmín, jengibre, llantén mayor, menta morera, nogal, olivo, orégano, epilobio o eneldo eran habituales de las despensas de los caseríos, donde se secaban para tomar después a modo de infusiones, emplastos y otras técnicas para sanar.

El museo lleva 16 años. Costó año y medio habilitarlo, por dentro y por fuera. Según su primera moradora, Sabina Igartua, surgió a raíz de querer encontrar un lugar fijo para poder enseñar todos los objetos que habían reunido durante años. Primero estuvieron mostrando su tesoro por exposiciones y tras tocar las puertas de todos los ayuntamientos, se abrió la del Consistorio de Artea. Les dijo que podían colocar la exposición en la iglesia de San Miguel y desde entonces no se ha movido del municipio. Y así, después de 16 años, el matrimonio cede el testigo a los nuevos pobladores del baserri, una pareja con experiencia en el mundo de la hostelería que busca darle su toque al lugar.

Lo harán durante los próximos tres años, hasta que se acabe la concesión que Sabina tenía del Ayuntamiento de Artea y que terminarán sus nuevos inquilinos. Tras este periodo, el Consistorio decidirá si volver a sacar a concurso la explotación del Ekomuseo o dirigirlo desde la propia institución local.

De mientras, serán María Ángeles Gómez y Hermógenes Fradejas, vecinos de Zeanuri, quienes dirijan el negocio. Tras muchas horas invertidas en preparar todo a su gusto, abrirán al público este viernes con la ilusión de que los visitantes respondan igual de bien que en otros negocios que han comandado con éxito como el Hermo de Galdakao.