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Por amor al arte y a las personas

Bego Intxaustegi, impulsora de AmiArte, un taller multicultural que apuesta por la inclusión social

Por amor al arte y a las personasO. Martínez

CUANDO era una niña le castigaban en el colegio porque en lugar de hacer los problemas de matemáticas se dedicaba a dibujar. En alguna ocasión incluso le descubrieron caricaturas de profesoras en el interior del pupitre. De jovencita, cuando se aburría porque alguno de los sus múltiples planes, sobre todo deportivos, no le acababan de convencer, se refugiaba en la pintura. Esas dos pinceladas de la historia de la vida de Bego Intxaustegi ilustran lo que ella misma confiesa: "Desde pequeña la pintura ha sido mi vida". Y aunque ella no lo diga, también las personas. Con esa combinación mágica de arte y solidaridad que lleva en los genes, se entiende que Bego pusiera en marcha hace diez años AmiArte, un taller de creación artística multicultural y multidisciplinar para personas en riesgo de exclusión social. El proyecto está más vivo que nunca, pero algo olvidado de las instituciones, sobre todo en lo que se refiere al tema económico. A pesar de ello y de las secuelas que le dejó un accidente de tráfico y dos episodios de cáncer, Bego se levanta todas las mañanas pensando que "la vida es un regalo", lo que le da fuerza para seguir trabajando por AmiArte, por su pintura y por la poesía, su otra gran pasión.

En su página web se puede leer: "Soy Bego Intxaustegi. Nací en Bilbao en 1952 en una maravillosa familia de 11 hermanos. Tengo dos hijos maravillosos y tres nietitos. Toda la vida he trabajado y he estado interesada por el Arte en todas sus manifestaciones". Así es. Esas dos circunstancias han marcado su trayectoria vital. Bego recuerda con cariño cómo su padre tuvo que habilitar el pasillo de casa con focos para que uno de los pocos espacios libres de la vivienda, aunque muy transitado, le sirviera de estudio. "Al final", cuenta Bego, "me regaló el salón de la casa para que pintara, dejándome por imposible". También recuerda cómo los fines de semana le daban las llaves de la Facultad para que pudiera seguir pintando.

Bellas Artes Su determinación por cursar estudios relacionados con el arte se cristalizó con el ingreso en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona. "Entonces era muy difícil entrar", recuerda, "tenías que ir a por todas". Ella fue, dibujó el discóbolo de Mirón, entre otros motivos, y lo debió hacer muy bien, porque volvió a casa con el aprobado... y un loro. ¿Un loro? "Sí, me dieron dinero para comprar bocadillos, pero yo me compré un loro de muchos colores, esa fue la forma de celebrar mi ingreso en la Facultad", relata sin complejos.

Una vez finalizados sus estudios, fue "buscándose el futuro" en el mundo del arte gracias a su tesón y al talento, aunque ella dice que tuvo "mucha suerte". Obtuvo algún premio, "lo cual me abrió muchas puertas". Comenzó a exponer, a dar clases y a presentarse a bienales. Eso le fue permitiendo poder vivir del arte. Posteriormente, y estando viviendo fuera de Bilbao, se enteró de que se convocaban unas oposiciones para entrar en la UPV. "Me pareció interesante y oposité", dice. Y las sacó. Así que durante 25 años ejerció la docencia y ocupó puestos en la dirección en la Facultad de Bellas Artes de Bilbao. Hasta que un accidente y una grave enfermedad se interpusieron en su vida y en su carrera profesional. A partir de ese momento dejó la Universidad para dedicarse de lleno a un proyecto llamado AmiArte. "Era un sueño que siempre tenía, el poder crear un centro, un taller de pintura para personas que tuvieran algún handicap en la vida, alguna limitación del tipo que fuera", señala Bego. Lo habló con su círculo de amistades más próximo y se puso manos a la obra. "Primero nos reuníamos en un local en Atxuri y también en la calle, donde exponíamos", recuerda. Luego pasaron a las escuelas de San Francisco, posteriormente a San Adrián y desde hace unos meses desarrollan su labor en una lonja habilitada en la calle Gordóniz. "Esto es una isla de paz, de convivencia", resalta Bego, "donde cada uno está a lo suyo; es el ambiente ideal, el del silencio, el que necesita un artista". Hay artistas de todos los colores y nacionalidades. Y eso es precisamente uno de los aspectos que más valora. "Es muy enriquecedor porque el mestizaje de culturas siempre suma", afirma.

Una década de trayectoria Transcurridos diez años desde que AmiArte diera sus primeros pasos, Bego se siente plenamente satisfecha. "Estoy muy contenta porque hemos conseguido la estabilidad de muchos artistas que vienen por aquí". Unos artistas que, según ella, "tienen un nivel altísimo". "Aquí rebosa la creatividad por todas las esquinas", dice. El perfil del participante de AmiArte es "muy variado, desde un ejecutivo hasta una persona que no tiene un techo para dormir".

Bego piensa seguir peleando para mantener el proyecto a pesar de andar escasos de recursos. De la crisis que no le hablen porque en AmiArte "lo viven en los huesos cada uno de los que se acerca al taller". Mientras prepara los próximos proyectos de AmiArte, como Arbank, Bego saca tiempo para sus propias creaciones artísticas. "Ahora estoy trabajando en muros de luz, buscando transparencias para luego digitalizarlas y adaptarlas a la arquitectura", explica. Y también para otro de sus hobbies, el deporte. Retirada de los maratones y la bicicleta por la enfermedad, le queda el mar, en el que se zambulle en invierno cuando no hay nadie ni pega el sol. Bego Intxaustegi en estado puro.