Bilbao. Las duchas municipales de Zabala encuentran su antecedente histórico en la calle Errekakoetxe. Allí, en una especie de sótano enterrado bajo las escuelas de la calle General Concha, existieron unos baños públicos que vivieron su gran esplendor en los años anteriores a la Guerra Civil, hace casi un siglo. Por aquel entonces, en Bilbao eran pocos los hogares que disponían de bañera y, desde las instituciones, se pretendía facilitar el acceso a la limpieza y promocionar unos hábitos higiénicos extendidos, principalmente entre la población escolar.

Más de cien años después, y tras un largo periodo de continuas transformaciones sociales, el centro de la calle Zabala ha servido para reformular el concepto de higiene pública, iniciado en la villa con los baños de Errekakoetxe. De ese intento genérico por extender la idea del aseo y la salud en una época de sistemas higiénicos precarios, el servicio ha llegado a nuestros tiempos adaptado y convertido en una función social con un objetivo más concreto e individual, centrado sobre todo en facilitar ese acceso a los colectivos más desfavorecidos.

Según un artículo escrito por el doctor bilbaino Juan Gondra, aquellos desaparecidos baños surgieron en su momento como una opción asequible para los ciudadanos, frente a los centros que durante el siglo XIX servían a las clases adineradas de centro de reunión y que mantenían unas tarifas al alcance de solo unos pocos. Los baños de Errekakoetxe estaban dirigidos principalmente a la población infantil y a los obreros, quienes acudían a ducharse gracias a la cuota municipal que las empresas tenían que pagar como una especie de seguro de higiene de sus trabajadores. Sin embargo, las instalaciones tenían además una función añadida: servían como vestuarios durante las clásicas carreras dominicales de Cross country, un antecedente de las actuales carreras populares. Los precios variaban en función de la temperatura del agua. 15 céntimos costaba una ducha fría y 20 si se prefería un remojón en agua caliente.