Este martes, Bilbao se vistió de violeta, lo hizo una vez más y con personalidad. Desde primera hora de la tarde, cientos -y luego miles- de personas comenzaron a concentrarse en el Sagrado Corazón con motivo del Día Internacional Contra la Violencia Hacia las Mujeres. La lluvia tenue que terminó en un amago, no pudo con la determinación de una infinita avalancha de bilbainos y bilbainas que no soportan un titular negro más. 

Fueron una cadena infinita de personas las que se animaron a levantar la voz. “No quiero más muertes, quiero que podamos vivir libres y tranquilas”, expresaba la getxotarra Marian López. “Vine con mi grupo de amigas, no podÍamos no estar. Mucha gente sale solamente el 8 de Marzo, pero hoy también es un día importante y es necesario estar aquí”, señalaba.

A su lado, un grupo de estudiantes de la EHU coreaba en grupo. “De verdad, me cuesta creer que aún sigamos así. Gran parte de la violencia queda invisibilizada en el trabajo o en la familia y muchas veces no sale a la luz”, apuntaba indignada June Olabarri, estudiante de Periodismo.

Cuando la cabecera comenzó a moverse hacia el Ayuntamiento, lo hizo sin pausa. La arteria bilbaina se convirtió en un río infinito que ocultaba cientos de historias personales, muchas testigo de la violencia machista.

Elena Ortuondo, quien caminaba de la mano de su pareja, recordando su infancia. “Mi madre sufrió malos tratos por parte de mi padre, éramos niñas y eran otros tiempos, ojalá haber tenido una sociedad como esta, que vigila y responde ante la lacra machista. Hemos dado pasos muy importantes, pero hay que seguir avanzando”, concluía.

Entre la inmensa multitud de miles de personas, el constante ajetreo de los pasos se mezclaba con los extenuantes y desesperados gritos que pedían acabar con la violencia, un pulso coral contra el silencio que no se detuvo durante todo el recorrido. 

La cartelería otorgó un impulso añadido a la reivindicación. ¿A qué mujer en tu vida tendrían que matar para que te preocupara?, preguntaba la pancarta de la bilbaina María Tueros, quien animó a su pareja, Diego Navarro, para participar activamente en la protesta.

La respuesta ciudadana fue ejemplar y vino servida en intervalos constantes. Era imposible permanecer en silencio o parado. Como si del oleaje del mar se tratase, la energía popular no cesó en ningún momento. La tarde estuvo marcada por su carácter familiar y heterogéneo. Niños, niñas, jóvenes, mayores, grupos de scouts y representantes de distintos colectivos no quisieron perderse la cita. 

“He venido con mi hija de 14 años para que sea consciente del momento actual que vivimos y que sepa que esta lacra social tiene los días contados”, indicaba con esperanza Amaia Sancho junto a Irati Ortiz. 

Ojos que lloran

Hubo quien no pudo contener las emociones. La bilbaina Argiñe Fernández, acompañada de su amiga Argiñe Jauregi, no soporta el estancamiento en materia de igualdad. “¿Tanto es pedir que no te maten? ¿Tan difícil es acabar con esto? Me duele mucho ver que parte de la sociedad ha normalizado esta violencia y no puede ser.”, confesaba entre lágrimas.

Entre quienes participaban por primera vez se sentía la emoción de la novedad. Jon Gómez y Ignacio Alfonso acompañaron a Uxue Martín y Maitane Arias. “Muchas veces no hemos venido por falta de atrevimiento, para dejar protagonismo a las mujeres, pero hemos acertado completamente al venir”, explicaban.

A su paso por Moyua, la marea humana rodeó la plaza siguiendo las indicaciones de la voluntaria Ainhize Intxausti. Fue el momento en el que tropezó con Carmen Irizar. La mujer de avanzada edad, hizo gala de un visual bastón de color púrpura que lució en su travesía para apoyar a la causa. “Me iba a quedar en casa y estoy mayor para estos trotes, pero he decidido venir y la gente está siendo muy amable y me están ayudando mucho con el paso”, indicaba. 

Una lacra que vencer

Markel Albán y Aitzol Zubizarreta, pareja desde hace años, actúan siempre que pueden. “Es necesario participar e impulsar el movimiento feminista todos y cada uno de los días del año. El mundo no va a cambiar si nosotros no hacemos nada. Cada época tiene sus retos y este es el nuestro”, exponían con convicción.

Cuando la marcha llegó a su fin, un último estallido coral y tras la lectura del comunicado, el aire volvió a ser el dueño del silencio. Las pancartas se alzaron por última vez y solo quedaba una cosa: no olvidar lo vivido.

Este martes, Bilbao cerró la jornada con una certeza compartida: la violencia machista tiene los días contados. El imparable espíritu de cada uno de los asistentes en la reivindicación ilusiona y hace creer que otro futuro es posible. Solo hace falta no rendirse y continuar. Cada gesto, por pequeño que sea, marca la diferencia.