En La Arboleda se encuentra la escuela más pequeña del territorio vizcaíno. En las inmediaciones del barrio marcado por su pasado minero, un grupo reducido de niños y niñas ha tejido un lazo extraordinario con la familia Tabassi, refugiada en Gaza, a casi cuatro mil kilómetros de distancia. De esas conversaciones semanales por videollamada nació Islam y el tigre, un cuento real convertido en libro solidario. La directora del centro, Beatriz Berzosa, relata cómo esta experiencia, nacida en el aula, está siendo una gran lección para el alumnado.

¿Cómo surgió el contacto con la familia afincada Gaza?

El curso pasado ya hablamos en clase de lo que estaba ocurriendo en Gaza. Hicimos un manifiesto y los niños y niñas siguieron preguntando. En septiembre, a la vuelta, retomamos la conversación, hablamos de las movilizaciones, de la flotilla, y a través de Instagram una persona cercana nos pasó el contacto de una familia que vivía allí. Así empezó todo.

¿Cómo se integró esa relación en la vida diaria del colegio?

Somos un centro muy pequeño, con un grupo de infantil y otro de primaria, con alumnos de entre 1º y 6º. Desde el primer momento, las videollamadas con la familia Tabassi se convirtieron en parte del aula. Hablamos con ellos cada semana, y yo, personalmente, hablo todos los días. A veces me escriben de noche, y aunque sea muy tarde, no puedo irme a dormir sin leer lo que me cuentan. Muchas veces me cuesta hasta dormir.

El corcho del colegio La Arboleda HLHI refleja la conmoción del aula. Imagen cedida

¿Cómo viven los niños y niñas estas conversaciones?

Con mucha delicadeza y empatía. Son pequeños, pero lo entienden. Queríamos tratar el tema con cuidado, y así lo hacemos, pero ellos han demostrado una madurez increíble. Cuando conectamos por vídeo todos se divierten, no dejan de ser niños. Un día uno de los hijos de la familia enseño un tigre de peluche y, en ese momento, los dos "mundos" se conectaron.

El tigre se ha convertido en un símbolo del cuento que han realizado. ¿Cómo nació esa historia?

La familia tuvo que dejar su casa y refugiarse en un campamento. Uno de los hijos quiso llevarse su tigre de peluche, y ese detalle emocionó mucho a los alumnos. Ese juguete se convirtió en el punto de unión entre los niños de aquí y los de allí, y a partir de él nació el libro “Islam y el tigre”.

¿Cómo es el día a día de la familia en Gaza?

Muy duro. La madre, que es escritora, me cuenta todo con detalle. Cada mañana tiene que buscar un lugar con electricidad para cargar el teléfono. Su única manera de mantener contacto con el mundo. En ocasiones, al ir a por comida, ha tardado hasta diez horas en conseguirla, y durante ese tiempo presenció como mataban a una niña delante de ella. Les enviamos dinero, pero les cobran comisiones al retirarlo. Cada día acuden al hospital, y en una ocasión, al volver, se encontraron con su tienda ametrallada. Además, perdieron a su hija, Talin, en un ataque. Y, aun así, siguen escribiéndonos, transmitiendo fuerza y esperanza.

¿Cómo logran entenderse con ellos?

Hablan muy poco inglés, así que suelo traducir todo al momento por WhatsApp y enviarles los mensajes en árabe. Tenemos su foto en el corcho de la clase, como si fueran parte del grupo. Los niños los sienten muy cercanos.

¿Qué supone para el alumnado esta experiencia?

Una lección de vida. Han aprendido lo que significa empatizar, escuchar, ponerse en el lugar del otro. En cada llamada se dan cuenta de que, pese a la distancia, los lazos humanos son más fuertes que las fronteras.

Un aula, dos mundos

Sabemos que su hija, la cantante Maren, también se ha implicado.

Sí, y fue muy bonito. Ha colaborado económicamente con la familia, y me sorprendió mucho cómo, con todo lo que está viviendo la familia, se interesaban por su concierto de Aste Nagusia. Esa preocupación por los demás dice mucho de ellos.

¿Cuál es la situación actual de la familia Tabassi?

Siguen en el campamento, esperando para poder salir a otro lugar, aunque de momento no es posible. El padre sufre taquicardias y tiene permiso para operarse fuera, pero apenas dejan salir a unos pocos niños. Cada día es una lucha por sobrevivir, y aun así mantienen la esperanza.

¿Qué le ha enseñado personalmente este proyecto?

Que la educación puede cambiar realidades. Cada gesto, por pequeño que parezca, tiene un impacto. Y que los niños, incluso desde una escuela diminuta en las montañas de Bizkaia, pueden construir un puente enorme hacia otro mundo.