Los esfuerzos de las instituciones y entidades no parecen estar dando los resultados esperados. Y es que casi al mismo ritmo en que se refuerzan los recursos asistenciales crece el número de personas sin hogar que son atendidas. Las últimas cifras sobre el fenómeno del sinhogarismo en Bilbao han sido aportadas por Bizitegi y no pintan bien: 496 personas atendidas en intervenciones de calle, otras 548 en centros de día y 119 más en albergues y servicios nocturnos de acogida.
Son datos correspondientes al ejercicio 2024 y confirman el empeoramiento que Pablo Ruiz, coordinador de esta entidad, ya anunciaba en páginas de DEIA a comienzos del presente año. “Aumenta cada vez más. Y lo vivimos con preocupación porque hay mucha gente en la calle”, resumía allá por el mes de enero.
No en vano, un año antes, en 2023, las intervenciones en calle fueron 484 a las que sumar 496 en centros de día, por ejemplo. Y así, poco a poco, se ha ido formando un largo rosario de intervenciones sociales y comunitarias que en 2014 eran 359.
Un comportamiento que ha evolucionado en la misma dirección que lo ha hecho Bilbao, destino para muchas personas migrantes en su tránsito hacia el continente europeo. Llegan al botxo después de un largo –y peligroso– periplo y algunos optan por quedarse. Por eso las plataformas y colectivos del tercer sector que operan en la villa –y en el conjunto de Bizkaia– insisten en la necesidad de ofrecer oportunidades y de abrir nuevas líneas de trabajo para contribuir a la inclusión e integración de personas que recalan en suelo vasco sin recursos, pero con ganas de recuperar su vida.
“Ahora el perfil es de gente que no necesita tanto cuidados sino oportunidades”, remataba por aquel entonces Ruiz en declaraciones a este periódico. Y en Bizitegi –encargada de gestionar los recursos municipales para quienes sufren exclusión residencial grave– saben de lo que hablan: el 89% de las personas usuarias de sus programas mejoran su situación personal o, al menos, se mantienen.
El año pasado, sin ir más lejos, 134 personas fueron atendidas en pisos y alojamientos especiales gestionadas por esta entidad. La mayoría (71) fueron mujeres. Y en 2023 fue parecido: 132 en total y 67 mujeres.
El tiempo corre en su contra. La cronificación de la pobreza y la marginación condena a muchas de esas personas a la exclusión social y residencial. De ahí las clases para promocionar los estilos de vida saludables entre las personas usuarias de estos recursos.
Y los distintos programas que tratan de mejorar sus condiciones de vida ayudándoles a adquirir mayor autonomía y bienestar y, de paso, aliviar penurias y recuperar autoestima. La Memoria de 2024 de Bizitegi aporta otro dato: el 70% de las personas que recibieron atención logró los objetivos marcados.