“Esto es un fenómeno y una situación que aumenta cada vez más”, reconoce Pablo Ruiz, coordinador de intervención de Bizitegi, asociación encargada de gestionar los recursos municipales para quienes sufren exclusión residencial grave. “Lo vivimos con preocupación, porque hay mucha gente en la calle. Que una persona esté en la calle le resulta penoso a esa persona, pero si hay muchas más es síntoma de que algo está pasando”, afirma sobre la llegada masiva inmigrantes que en los últimos años han cambiado el paradigma del sinhogarismo en Bilbao. “Ahora el perfil es el de gente que no necesita tanto cuidados, sino oportunidades”, expone.

Con el dispositivo municipal por la ola de frío activado, el foco de atención vuelve a estar en las personas que duermen en la calle. Durante la noche del martes al miércoles, 111 usuarias pernoctaron en los recursos habilitados específicamente en base a la demanda por las bajas temperaturas. No obstante, el número de personas que pasa la noche en la calle sextuplica esa cifra. “El último recuento oficial es de octubre”, indica Pablo Ruiz en relación a la contabilización, llevada a cabo la noche del 23 y al 24, en la que se sumaron 605 personas en Bilbao, un 67,59% de las que duermen en la calle en el territorio.

“Las cifras han aumentado mucho y eso que cada vez hay un esfuerzo mayor, por parte de las instituciones, de las entidades… para generar plazas de alojamiento”, apunta el coordinador de Bizitegi. Actualmente, el Ayuntamiento de Bilbao dispone de 594 plazas en su Servicio de Acogida Nocturna, además de 360 plazas en cuatro centros de atención diurna, otras 144 plazas para prevenir la exclusión residencial en familias y ofrece hasta 886 menús diarios.

Pablo Ruiz confirma que las características identitarias de las personas sin hogar ha cambiado. “Ahora la mayoría son personas inmigrantes, mientras que antes el perfil mayoritario era de gente que poco a poco iba perdiéndolo todo y acababa en la calle”, revela sobre aquellos cuyo proceso vital se apoya ofreciendo recursos de cuidado y de promoción, pero con el cuidado como elemento muy importante. Quienes llegan ahora, más bien, necesitan oportunidades. “Pero como pasen mucho tiempo en la calle y al final su situación se vaya deteriorando, pueden terminar necesitando cuidados después”, advierte Pablo Ruiz.

Adaptar programas

La pandemia favoreció que se hiciera una foto “bastante exacta” de cuál era la situación de calle. Ello permitió adaptar algunos recursos sociales a la demanda actual. El coordinador de Bizitegi menciona la iniciativa Trapezistak, por ejemplo. “Empezó siendo un programa de urgencia para apoyar a personas migrantes que tienen un problema fundamental de exclusión residencial pero que están en edad y disposición, a corto plazo, de tener un empleo y tener una vida normalizada”, expone Pablo Ruiz sobre el programa del Gobierno vasco. En ese sentido, aunque haya momentos en los que se actúa por urgencia –como durante las olas de frío–, considera que las instituciones se están implicando para remodelar programas que brinden oportunidades con el objetivo de que las personas “que por circunstancias puntuales tienen que dormir en la calle no se conviertan en personas sin hogar crónicas”.

No obstante, este portavoz del tercer sector menciona otro “tapón”: el problema de la vivienda. “Si no hay vivienda suficiente en general, para aquellas personas que tienen menos oportunidades, aún menos”. En esa sentido, reividica la importancia de un hogar para iniciar cualquier proyecto personal: “En Peñascal Kooperatiba siempre hablan de la cantidad de gente que todos los años regulariza su situación y consigue un trabajo, pero a partir de ese momento su problema pasa a ser el de conseguir una vivienda o una habitación sobre la que construir su proyecto vital”, refleja.