Las protocolos genéricos que establecen los pasos a seguir en caso de un incendio en un edificio de viviendas no son infalibles. “Lo más seguro, en principio, es confinar a la gente en el interior en vez de evacuar”, asegura Joserra Blanco, sargento de bomberos jubilado, quien expone que la tragedia ocurrida en Valencia es la “excepción” que confirma la regla, un caso “especial que contradice todas las recomendaciones”. De hecho, las víctimas mortales halladas en el edificio calcinado son aquellas que han optado por guarecerse en uno de los habitáculos de su vivienda.   

“Tratándose de un edificio con la fachada ventilada y cubierta con un material inflamable, se ha quemado como una antorcha por fuera, pero hubo mucha gente que pudo salir porque en el interior, en la escalera, no había mucho humo”, indica este bombero, quien atesora una experiencia de 30 años en los que llegó a sargento en el Cuerpo de Bomberos de Bilbao. “El fuego creció como una falla, en 20 minutos ardió toda la fachada. Eso no lo he visto en Bilbao en la vida”, expresa este bombero, quien no ha podido evitar recordar el incendio que en 2017 calcinó la Torre Grenfell en Londres.

Joserra Blanco alude a las innumerables salidas por fuego realizadas a lo largo de su trayectoria en la capital vizcaina. “Es difícil que salgan del foco en el que se producen: es decir, si el fuego se origina en una cocina, solo se quema la cocina”, expone sobre un patrón común, siempre que el inmueble no sea de madera o el incendio no se produzca en el tejado. “En un edificio normal, en el que se han respetado las normas contra incendios, lo habitual es que quedes en tu casa salvo que la salida esté muy clara”, indica el sargento retirado, antes de exponer que lo lógico es esperar las indicaciones de los servicios de emergencias. 

EL MIEDO, EL MAYOR ENEMIGO

“La tendencia de tocar los timbres y decir a todo el mundo que salga supone generar una alarma, y generar una alarma es generar un peligro”, razona Blanco, refiriéndose al caos que puede originarse en la escalera. Por ello, insta a no abandonar el edificio salvo que la amenaza sea “inminente”. En ese sentido, el bombero reconoce que la desesperación es una gran enemigo en estos casos. “Si alguien está en pánico, gritando en una ventana o en un balcón, se tiende a rescatarlo cuanto antes, porque es muy probable que actúe de forma inesperada”, argumenta. De hecho, revela que tan rápido como el fuego, se propaga el miedo. 

En ese sentido, Joserra Blanco tilda de “encomiable” la actitud de la ya viral pareja en el incendio de Campanar. Los jóvenes esperaron estoicamente dos horas y media en el balcón de su vivienda a que los servicios de emergencia los rescataran. “Los bomberos tenían un problema grandísimo, tenían una escala con unos medios de rescate muy limitados. Podían subirla más, pero no acercarse”, explica Blanco, quien apunta que mientras tanto trataban de “refrigerar” la zona en la que se encontraba la pareja. Finalmente, consiguieron instalar un brazo articulado y mejor ubicado. 

“Los lugares ideales para colocar las escalas muchas veces están ocupados por aparcamientos, árboles o aceras, obstáculos que impiden posicionarlas mejor”, evidencia el sargento sobre las cuestiones prácticas que afectan a su labor, una labor no exenta de tensión e, incluso, miedo. “Nosotros también somos personas, con todo lo que ello conlleva”, razona Joserra Blanco, quien recuerda que, antes, cuando las emisoras no funcionaban bien y las órdenes se daban a gritos provocaban efectos “contraproducentes”. Por ello, optaban por dar las órdenes con silbato, para no transmitir un estado de ánimo agitado. 

Ante el temor, muy extendido, a un fallecimiento provocado por las llamas, este bombero jubilado expone que “en principio, nadie muere quemado, sino por inhalación, por las temperaturas de los gases o del aire caliente”. Así, señala que las víctimas terminan calcinadas tras perder, primero, la consciencia y, después, la vida. “El primer factor de riesgo en un incendio es el humo. Porque impide la visibilidad y nos pone muy nerviosos, hace que no actuemos con coherencia”, asevera Blanco. Y pone un ejemplo: “Nadie tiene claustrofobia en un ascensor que funciona, pero si ese ascensor se detiene siempre habrá alguien que se agobie. Y si se apaga la luz, aún más”. En esa línea, aboga por tratar de que el humo no se propague compartimentando las estancias. Es decir: cerrando puertas y ventanas, lo que hará que el calor, el otro gran factor de riesgo, tampoco se extienda tan fácilmente.