Aplicaciones, códigos, giroscopios, programación, elevadores, chips, decimales, multiplicación de rodamientos, sensores, infrarrojos, diseño... No, no son términos de doctorados en ingeniería cum laude por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el famoso MIT. Es el vocabulario habitual de Galder Tellitu, Garazi Amo y Amaiur Zabaleta cuando se juntan para trabajar en sus robots fabricados con piezas de Lego; tres adolescentes de 15 y 16 años, alumnos de la Ikastola Begoñazpi de Bilbao, que viajarán en noviembre a Panamá.

La razón es su participación en las Olimpiadas Mundiales de Robótica que se celebrarán entre los días 6 y 8 del próximo mes en la capital del país tropical. Una presencia conseguida después de ganar el campeonato de Euskadi celebrado el año pasado en la capital vizcaina y el estatal desarrollado el pasado mes de septiembre en Lleida. Allí participaron cinco equipos, quedando los de Begoñazpi primeros, en una competición donde fueron más difíciles las fases previas que “la final, que la ganamos muy fácil”, explica Garazi.

En Panamá serán equipos de más de 80 países los que formarán parte de estas olimpiadas en cinco categorías diferentes. Todos son conscientes de que la competencia va a ser más numerosa y dura. Aun así Amaiur, Galder y Garazi se muestran convencidos de su victoria. “Vamos a ganar”, dicen al unísono.

Su confianza la basan en la química que desprenden cuando trabajan juntos y la experiencia que acumulan. Los tres han formado este equipo txapeldun procedentes de otros grupos que conformaron desde chavales al estar interesados en la robótica.

El profesor Jokin Bernaola no se quiere atribuir méritos, pero es el que vio que este trío funcionaba muy bien y conformó con ellos el equipo campeón. El talde Begoñazpi se presenta en la categoría de Robo Sports y participará con dos robots que juegan de forma autónoma a una especie de ping-pong sobre una mesa rectangular con un borde perimetral.

La base acoge un tapete con diferentes líneas y colores que son leídos por los sensores que incorporan las máquinas para moverse por dos áreas determinadas de una superficie dividida por un listón de madera que hace las veces de una red de ping-pong. 

“Los robots, con su programación, tienen que recoger las cuatro pelotas de color naranja de su zona y lanzarlas por encima del madero al campo contrario”, detalla el profesor. Transcurridos dos minutos y medio acaba el partido y gana el equipo que menos pelotas tiene en su campo.

El trabajo entre los tres es integral. Amaiur y Galder detallan cómo han llegado a conseguir la ultima versión de los dos robots con los que competirán en Panamá. “Se suele coger una base sobre la que trabajamos cambiando cosas en la programación, en plan prueba-error, hasta que conseguimos lo que queremos que haga el robot”, describen. “En diseño sí que estuvimos mirando el mecanismo para hacer el dispositivo lo más eficaz posible, pero no siempre es así y por eso al final se acaban haciendo diferentes versiones”, desvela Garazi. 

Uno de los robots, que curiosamente no han sido bautizados aún, solo exigió un cambio importante, “pero el otro ha llegado a contar con cuatro precedentes hasta llegar a la versión 5.0”, concreta la joven. Por esta razón no les queda mucho por afinar en sus aparatos durante las dos semanas que les restan antes de partir para el país del istmo.

Aun así son conscientes de que puede haber problemas. Por ejemplo, los ingenios se tienen que adaptar a la mesa donde competirán y puede ocurrir lo que pasó en Lleida. “Los robots tienen sensores de color para reconocer los que hay pintados en el tapete y ejecutar su orden, pero debido a la luz que había donde se celebró el campeonato, los colores cambiaron y este robot no los reconocía, así que sobre la marcha tuvimos que programar muchísimo para resolver el problema”, recuerda Amaiur. Su compañera asegura que “por mucho que lleves todo pensado siempre puede surgir algo, por lo que hay que estar preparados”.

Programación y diseño

A la hora de valorar la dificultad entre programación y diseño de las máquinas, la primera se lleva la palma para los tres “porque es prueba-error constante, vas con decimales siempre y utilizamos diferentes sensores de luz, infrarrojos, giroscopios...”, indica Galder. De ellos, le complementa Garazi, “cogemos los que más facilitan la programación y nos aseguran que el funcionamiento del robot va a ir bien”, 

La Ikastola Begoñazpi tiene incluida la robótica en la asignatura de Tecnología. Jokin Bernaola explica cómo “hay un recorrido desde primaria hasta bachillerato donde todos los años trabajan un poco la robótica bien en programación, bien en diseño. Los más interesados son los que participan en la First Lego League, una competición donde muestran sus habilidades con robots creados por ellos mismos”.

“En otras materias los profesores tenemos que incentivar a los alumnos; aquí es justo lo contrario”

Jokin Bernaola - Profesor de Robótica de los tres jóvenes

De hecho, estos tres adolescentes se han volcado en el proyecto. “En otras materias los profesores somos los que tenemos que incentivar a los alumnos; aquí es justo lo contrario”, relata Jokin. De hecho, como dice Amaiur, “nos hemos quedado días, días y días trabajando hasta las 9 de la noche tras empezar las clases a la 8 de la mañana”. “Incluso este año, cuando llegaba a primera hora, ya estaban aquí. A veces les tenemos que parar”, apostilla el maisu.

Está claro que este trío de genios funcionan hoy con la última versión del chip de la robótica, pero ¿en el futuro seguirán por carreras tecnológicas? Galder asegura que sí le puede interesar porque le parece “muy divertido y atractivo”. Por su parte, Garazi no se ve por esta vía -“para mí es más un gran hobby momentáneo”, señala-, mientras que a Amaiur le interesa la ingeniería, pero no de la rama robótica, sino la que permite crear “vehículos de Fórmula 1 como los que preparan en la Escuela de Ingenieros de Bilbao”. Para los tres el viaje a Panamá y participar en las olimpiadas es un incentivo mayúsculo. “Pocos a nuestra edad tienen posibilidad de hacerlo”, concluye Amaiur.