Las encuestas no dejan lugar a dudas. En el ranking de las tareas domésticas más odiadas planchar siempre ocupa un puesto privilegiado junto a quitar el polvo o sacar la basura. Y sin distinción de género, además. De ahí que cualquier iniciativa que permita zafarse de esta tediosa labor sea acogida con simpatía. Lo corrobora Tamara del Cura, una bilbaina que ha tenido la original idea de reconvertir su guardería en la primera planchería de Euskadi. Desde su apertura hace tres meses, ha conseguido llamar la atención de los vecinos e, incluso, fidelizar a varios clientes. Camisas, junto con ropa de cama, es lo que más delegan en sus manos. “¿En qué se diferencia de una tintorería? Básicamente en que nosotros solo planchamos”, expone esta psicóloga, habituada a reciclarse, antes de afirmar que ya ha recibido llamadas de alguna persona interesada en replicar este modelo de negocio emplazado en Miribilla

A Tamara del Cura le cuesta poner en palabras cómo tuvo la ocurrencia de abrir La Planchería de Bilbao. “No teníamos referencias en las que fijarnos”, reconoce la licenciada en Psicología, que no veía claro la opción de optar por sacarse unas oposiciones. Con apenas 24 años abrió una guardería que ha funcionado durante 15 años, hasta que cerró definitivamente sus puertas el pasado agosto. “Vimos que teníamos que buscar una salida porque las circunstancias sociales estaban cambiando”, expone Del Cura, quien más allá de la baja tasa de natalidad, menciona otros factores. “Que las bajas de los aitas se equiparen a las de las amas hizo que se redujeran las matriculaciones. Además, como los colegios tienen falta de niños, cada vez empiezan a aceptarlos con menos edad y cumplen la función de una guardería”, argumenta esta emprendedora, que compró el local donde ha ubicado los dos negocios hace unos años.

“Mejor o peor, todos sabemos planchar, pero hoy en día no te quieres pasar el domingo haciéndolo”

Tamara del Cura - Propietaria de La Planchería de Bilbao

En su particular renovarse o morir, Tamara del Cura ha encontrado el apoyo de los vecinos de Miribilla. Mientras atiende a este periódico, una clienta entra por la puerta. “Su nieta venía a la guardería”, comenta a modo de chascarrillo. “Llevamos poco tiempo pero estamos contentas”, apostilla la psicóloga, quien relata que ya hay clientes que vienen todas las semanas o cada dos semanas. “También hacemos trabajos para locales de hostelería, que a lo mejor lavan y secan, pero no planchan. Tenemos un par de clientes que nos traen ropa en gran volumen, 15 o 20 kilos”, indica la bilbaina que, en momentos puntuales, cuando se acumula mucha plancha -nunca mejor dicho-, recibe ayuda de colaboradores a los que paga por horas. “Aún no puedo tener a alguien fijo porque no suelo saber cuántos kilos me traerán”, añade. 

Tamara del Cura regenta La Plancheria de Bilbao Borja Guerrero

Aquellos que lo único que planchan con una sonrisa es su propia oreja han acogido de buen agrado esta opción que permite dejar una bolsa de ropa en un buzón cuando la planchería está cerrada. “Mejor o peor, todos sabemos planchar; pero hoy en día no quieres dedicarle tiempo, no te quieres pasar la tarde del domingo haciéndolo”, manifiesta Del Cura, quien antes de abrir este negocio no se habría planteado pasarse el día planchando. “Ahora me parece un trabajo agradecido. Y ver cómo voy completando la tarea me resulta satisfactorio”, asevera la emprendedora, antes de reconocer que entre los motivos para recurrir a sus servicios también se encuentra la torpeza. “Muchos aseguran que no saben doblar, porque tan difícil como planchar es doblar”, afirma. 

Cinco camisas, cinco euros

¿El truco para planchar bien una camisa? “Echarle horas y horas. Puedo explicar cómo lo hago, pero no es una ciencia exacta. Habrá personas que lo hagan de otra manera y estará bien también. Es cuestión de práctica y de ponerle cariño”, considera la psicóloga, quien reconoce trabajar al gusto del cliente. “Lo entregamos en percha o doblado”, señala. O lo que es lo mismo: doblada con el método tradicional (horizontal) o el método Konmari (vertical), popularizado por la conocida consultora de organización Marie Kondo. Pero los clientes no solo quieren librarse de planchar camisas. “Lo más raro que nos han traído es una alfombrilla de baño. Hay una familia que nos trae absolutamente todo, hasta los calcetines”, revela Tamara del Cura, en cuyo negocio se plancha de todo salvo ropa interior. “También nos llegan muchas sábanas, fundas nórdicas y manteles. Si en total son más de 10 kilos, vamos a recogerlo”, aclara.

Planchar un kilo de ropa tiene un coste de cinco euros. Y la entrega se realiza entre 24 y 48 horas. “Si alguien tiene más prisa y quiere recibir la ropa en menos de 24 horas, tiene la opción, pagando siete euros”, asevera la psicóloga, quien concreta que un kilo de ropa, más o menos, equivale a cinco camisas. “Es como pagar un euro por cada camisa planchada. Si te planteas el tiempo que cuesta y la luz que gastas, compensa”, razona. De hecho, indica que hay mucha gente que está repitiendo en este negocio que ha expandido su clientela al centro de Bilbao. “Hay gente que no solo plancha prendas que no saca de casa, sino que está dispuesta a pagar a otros para que lo hagan por ellos”, ha comprobado.

Teniendo en cuenta que solo lleva unos pocos meses abierta, Tamara del Cura no se ha planteado ampliar su planchería a otros barrios de Bilbao. “Pero si alguien quisiera replicar mi modelo de negocio me lo pensaría”, concreta la psicóloga, a la que han recomendado registrar el logotipo y el nombre, para que si otra persona lo quiere usar, necesite su consentimiento. De hecho, reconoce que ya ha recibido alguna llamada de algún interesado. “Yo me conformo con trabajar para vivir. Con que me vaya bien, me conformo”, indica con una sonrisa esta superviviente, que ha aprendido a priorizar otras cosas por encima del trabajo.