Tres décadas tras un puesto portátil
Cada domingo, la plaza nueva, una de las más emblemáticas de Bilbao, se llena de puestos que tienen diversas ofertas
LOS bilbainos aprovechan los domingos -aquellos a los que no les toca trabajar- para salir a pasear y potear durante la mañana. Muchos acuden a la Plaza Nueva y aprovechan los soportales para cobijarse del frío o a lluvia. Pero los días festivos no son, únicamente, para disfrutar a pesar de que ayer las terrazas y los bares estuviesen repletos. Blanca, Alberto, Pedro, Iñigo o Raúl llegan “muy temprano” a la Plaza Nueva para preparar su puesto y que todo esté listo para cuando los más madrugadores empiecen a asomarse. Venden libros antiguos, monedas, billetes, sellos, joyas o diamantes entre otras cosas. Y captan la atención de muchos de los domingueros.
Alberto Villar se dedica a vender novelas, libros infantiles, de filosofía o ensayos históricos. “Sobrevivo con lo que gano aquí”, cuenta Alberto mientras no para de atender a los curiosos que ojean los libros. Asegura que Internet “ha hecho mucho daño”. Lo sabe de primera mano porque lleva 30 años acudiendo a la Plaza Nueva todos los domingos, exceptuando los dos de agosto, que coinciden con Aste Nagusia. “Ahora la gente prefiere todo por internet, hay poca personas que siguen comprando el papel y más si lo de la red es gratis”, asegura. Aun así, si el invierno le da tregua, explica que es la estación en la que más vende. “Los turistas muy rara vez se paran porque vienen a beber y comer pintxos”, explica. De hecho, Alberto explica que si no hace ni viento y ni lluvia en invierno es cuando más se animan los bilbainos a comprar.
Blanca, en cambio, se dedica a vender monedas y billetes antiguos y asegura de primera mano que la venta “cada vez va a menos”. Treinta años detrás del mostrador callejero dan para mucho. “Antes compraba gente mayor y jóvenes, ahora solo los primeros”, asegura. Y así era. Los jóvenes ayer se pararon, curiosearon, tocaron, pasaron las páginas de los álbumes para observar cada detalle de las monedas y los billetes antiguos. Pero ninguno compró. Sin embargo, los más mayores preguntaron, se interesaron y curiosearon hasta dar con aquello que querían. “¿Ves? Los jóvenes están mirando por mirar porque ni siquiera sabrán quienes son los que salen en los billetes”. El que sí que se animó a comprar fue Fernando, un bilbaino de 68 años que asegura que, siempre que puede, acude a ver los puestos porque es algo que le “encanta”. “De vez en cuando vengo con mi nieto para que vea que a veces te tienes que enfrentar a la vida con lo poco que puedes”, explicó a DEIA este amante de las antigüedades. Siempre intenta “volver a casa con algo” porque cree que “los productos están bien de precio”.
Algunos de los trabajadores que instalan su puesto en plena Plaza Nueva lo hacen porque no les queda otra opción. Sin embargo, Raúl Ramírez lo hace por pura pasión. “Desde pequeño siempre me han encantado los minerales y ahora los domingos vendo a venderlos”, afirma este joven que se durante la semana trabaja en una agencia de viajes. “Lo mío es un hobby y me encanta estar aquí”, concluye.