BILBAO - Si Don Diego López de Haro levantara la cabeza no podría imaginar tanta gente en la celebración del cumpleaños de su villa. La apuesta de la Fundación Bilbao 700 por un programa de producción propia no defraudó ni en escenarios, originalidad ni en diversidad de actos: 23 repartidos por toda la ciudad. Una fiesta a lo grande.

La Noche Blanca es algo más que la celebración del cumpleaños de Bilbao que ayer conmemoró los 716 años desde de fundación, que se dicen pronto. Supone el preludio del verano y con ello el despertar de los sentidos. Si como ocurre en esta ocasión el verano se está haciendo de rogar, las ganas de disfrutar están contenidas y dispuestas a dar rienda suelta a las emociones con cualquier pretexto. Así es como lo vivieron las mil y una personas que ayer disfrutaron de la Noche Blanca.

La pretensión y así lo había querido el alcalde, Juan Mari Aburto, era que todos los bilbainos así como las personas que ayer se encontraban de visita en la villa sintieran este nuevo cumpleaños como la fiesta de toda la ciudad. “Queremos que bailen, canten, disfruten y en definitiva, se involucren y tomen parte activa porque es el aniversario de nuestra ciudad”.

Y eso es precisamente lo que hicieron Cristian y Paola, una pareja de asturianos que aunque habían aterrizado en Bilbao de manera fortuita para pasar un fin de semana, se dejaron envolver por el ambiente mágico de la fiesta. “Conocemos la Semana Grande porque hemos venido con más amigos, así que habíamos pensado en disfrutar de un fin de semana para conocer mejor la ciudad. Esta fiesta de cumpleaños nos ha sorprendido gratamente. Deberían anunciarla más porque merece la pena venir”.

Los que sí saben de esta celebración que se repite cada año son los autóctonos. A ellos no les pilla de imprevisto, pero igualmente les sorprende porque “cada año la ciudad se supera”. Miguel y Marta, con su hija Ane, recorrían Bilbao antes de que cayera la noche para ver a los seres mitológicos que deambulaban por la villa.

La noche más larga Empezó a las 20.30 horas en el Casco Viejo con canciones vascas y música de tradición botxera de la mano de la Orquesta Sinfónica de Acordeones de Bilbao a la que siguió el Coro de niños de la Coral de Bilbao y el Coro Euskeria de la Coral de Bilbao. Y ya cuando la noche había entrado para quedarse actuó la Coral San Antonio de Iralabarri. Cada espectáculo desplegó toda su magia con una oferta tan variada como espectacular. El claustro de la Universidad de Deusto envolvió al público con representaciones en vivo y en directo de algunas de las escenas más famosas escritas por William Shakespeare como La tempestad, Hamlet, Mucho ruido y pocas nueces, Sueño de una noche de verano y Romeo y Julieta envueltas en el encanto de la iluminación.

Cerca de este escenario, en el Museo de Bellas Artes la Noche Blanca se convirtió en un teatro andante de figuras hiperrealistas de carne y hueso. Esculturas saliendo de la pinacoteca sorprendían a los viandantes en cualquier esquina mientras que en la plaza Euskadi globos flotantes bailaban al son de la música. Junto con la luz, la música fue la otra gran protagonista de la noche. En el atrio del Museo Guggenheim un DJ creó una atmósfera musical de manera que los visitantes interactuaban con sus propias imágenes o avatares. A los que les gusta pudieron bailar swing en el Arenal donde amenizaron la velada Reunión Big Band y Swing Up, y quien optó por escuchar música tuvo varias alternativas. Entre ellas la ejecución de la orquesta Behotsij bajo la dirección de Igor Giménez, en el Ayuntamiento.

Uno de los atractivos de Bilbao es que es una ciudad de tamaño humano. Se puede recorrer en un día, así que con ello contó la organización para programar esos actos. Mientras esto ocurría la pantalla gigante instalada en la fachada del edificio Ensanche fue proyectando imágenes y fotografías de diferentes escenarios de la Noche Blanca que habían sido enviadas por la gente. Y es que también hubo varios actos participativos en los que se podía interactuar con el espacio. Por ejemplo, en la Campa de los Ingleses. La música y la luz trabajaban de manera sincronizada de manera que se creó una instalación que activaba los sentidos de la gente que estaba allí en un espacio circular de 8 columnas por cuyo interior paseaban los visitantes. Hubo quien se acercó a darse un paseo virtual por el Palacio de la Diputación para generar imágenes. A través de una maqueta era posible interactuar con el edificio y crear una imagen viral.

Y mientras todo esto pasaba en la capital los seres mitológicos contaron sus narraciones y fábulas sobre las historias más ancestrales de Vasconia. Mari, Basajaun, Lamia, Herensuge hicieron del Euskal Museoa un lugar de cuento y de encuentro para más de uno. Las luces volvieron a convertirse en hilo conductor y narrativo de este 716 aniversario de la fundación de la villa y devolvieron el protagonismo a la ría con cuatro arañas luminosas que invadieron el paseo de Uribitarte para sorpresa y deleite del público.

En la Torre Iberdrola, el espectáculo Lights&Music resultó casi un milagro visual; y muy cerca en el Bizkaia Aretoa de la UPV-EHU una creación plástico-luminosa diseñada por los estudiantes resultó un sugerente de contrastes con un centenar de luces que despertó el interés de las personas que lo contemplaron.

Así, de este modo, Bilbao vivió el sueño de una noche de verano. No la más larga del año pero seguramente una de las más divertidas y sorprendentes. ¡Zorionak Bilbao!