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Vinos hermanos a la conquista de Bilbao

La asociación de bodegas de la Rioja alavesa descorcha en la capital los sabores de esta tierra de tradición vinícola

Vinos hermanos a la conquista de BilbaoFoto: José Mari Martínez

Las condiciones del terreno, el viento favorable para la maduración de la uva y el mimo de las bodegas familiares que trabajan desde hace varias generaciones hacen de las 13.500 hectáreas de la Rioja Alavesa comprendidas entre el Ebro y la sierra de Cantabria “el lugar del mundo más atractivo para la producción vinícola de alta calidad desde la época del Imperio Romano, tal y como han reflejado varios expertos en sus estudios”, en palabras de Carlos Hierro, del departamento comercial de la bodega Varal. Un verdadero tesoro dentro de Euskadi que en casa es “donde menos se valora”, explica la directora de la Asociación de Bodegas de la Rioja Alavesa, Inés Baigorri. Por ello, se han acercado a Bilbao ofreciendo la oportunidad de conversar directamente con 18 productores y participar en catas de vino y conferencias a quienes han pasado por el espacio Yimby de la calle Ercilla en los últimos tres días.

Y es que de las 120 bodegas asociadas que se reparten entre 23 núcleos de población salen “unos 80 millones de litros de vino al año”, que a sus elaboradores les gustaría dar a conocer en los territorios más próximos como una forma de potenciar también “la producción integrada y especializada y el sentimiento de comarca”. “No vemos que se sienta como el vino propio de la tierra, pese a la buena relación que mantenemos. De hecho, en algunos casos deben exportar el 80% de lo vendimiado”, precisa Inés Baigorri.

A las faldas de la sierra de Cantabria confluyen varios factores que, sumados, dan la clave del prestigio del vino elaborado en la Rioja Alavesa: “el suelo calcáreo, montes más bajos por los que circula el viento, propicio para el saneamiento de las cepas, y la propia orografía, que permite que los cultivos no se masifiquen, conservando las viñas antiguas trabajadas artesanalmente”, enumera Carlos Hierro.

Carlos Fernández, de la Bodega Tierra Labastida, guió a los asistentes a través de un paseo por los sabores del caldo de la Rioja Alavesa sin moverse de Bilbao en tres paradas. La primera, Labastida, para paladear un vino blanco de su propia cosecha que “está revolucionando el mercado y podríamos llamar el gran desconocido, porque se asume que un Rioja Alavesa ha de ser rojo”. Lo describe como “sabroso, con un punto de acidez y adecuado para acompañar en una comida potente”. Tras la vendimia, se conserva durante tres meses en barricas de roble francés y americano antes de proceder al embotellado. Además, “al contrario que los caldos aromáticos, que últimamente están tan en boga, puede aguantar perfectamente entre tres y cuatro años”, señala. La ruta vinícola bilbaina se detiene más tarde en Lanciego, “ya cerca de Logroño”, para probar una maceración carbónica de la bodega Herrigoia. Se trata de un vino “incomprendido fuera de Euskadi y que suele estar asociado a la gente mayor”, pero que Carlos Fernández define como “divertido para el día a día con un olor intenso, pero que al probarlo pide más”. En ello influye el proceso de elaboración, a base de “microfermentaciones que completan la conversión en vino en siete días”. Aunque sabrá aún mejor si se deja transcurrir un año desde la vendimia, “con el fin de que se vaya asentando”, según el experto. El itinerario vinícola concluye con un crianza de Laguardia elaborado en un viñedo “más expuesto al sol, de cuarenta años de antigüedad, tempranillo al 100%, que debe guardarse seis meses una vez embotellado antes de salir al mercado”, según aconseja.

Al concluir la cata, los participantes pudieron puntuar los caldos que probaron. La Asociación de la Rioja Alavesa confía en que de ahora en adelante los incorporen a su dieta, con moderación.