Bilbao - Un silencio que transmite tristeza. Los cincuenta segundos de duración que unen Begoña y el Casco Viejo en el histórico ascensor de Begoña se convirtieron ayer en más largos que nunca. El tiempo gris parecía haberse puesto de acuerdo con la situación que se vivía en el mítico elevador. Anoche, a las 23.00 horas, sus puertas cerraron definitivamente, pero las horas previas estuvieron llenas de emotividad tanto para trabajadores como para los usuarios habituales. “Tengo clientes que son como mi familia y no han querido acercarse por evitar la despedida...”, contaba el empleado Miguel Ángel con los ojos humedecidos. “Mucha suerte”, le decía Mari Sol después de despedirse en el que fue su último viaje en el ascensor de Begoña.
“Utilizaré las escaleras de la plaza del Gas y el ascensor del metro cuando llueva. Este de Begoña era un ascensor que utilizaba mucha gente y, sobre todo, en invierno o en Aste Nagusia, por ejemplo. Yo he hecho uso de él durante sesenta años”, contaba Juan Otaola, apenado, a la salida del ascensor en Etxebarria. Muchos preguntaban si ya estaba cerrado y otros se mostraban sorprendidos por el cese definitivo. “Desde febrero el tránsito de gente ha disminuido, ya que muchos vecinos pensaban que estaba cerrado por todo lo que han leído en los medios”, decía Miguel Ángel mientras cobraba los últimos viajes de su turno. “No sabía que lo cerraban”, se lamentaba María Luisa. “Lo utilizo bastante, por lo que me tendré que arreglar con el autobús”.
Precisamente subir en autobús, utilizar las escaleras o hacer uso del ascensor del metro son algunas de las alternativas que planteaban ayer los vecinos tras el cierre. “¡Qué remedio! Me da muchísima pena el cierre, porque lo he conocido durante cuarenta años y porque es algo nuestro, de Bilbao”, relataba Yolanda.
Alrededor de 1.200 viajeros al día. Más de un millar de vecinos diarios que, a partir de hoy, tendrán que plantearse otras alternativas. Pagaban 45 céntimos por viaje o compraban bonos de diez viajes por 3,50 euros. En el caso del ascensor del metro los precios son diferentes. “Como soy jubilada el precio de los dos ascensores es parecido, el problema es que vamos a perder a gente estupenda como Miguel Ángel. Es algo nuestro, que pertenece al barrio, aunque es cierto que necesitaba un lavado de imagen”, contaba Marisol que, entre bromas, intentaba animar al empleado.
“Ahora tendremos que dar la vuelta hasta el ascensor del metro, que es más caro, o quedarnos en casa”, contaba un joven, usuario habitual. “En el del metro no me dejarán llevar al perro, por lo que me tendré que quedar en Begoña todos los días, ya que no puedo bajar y subir tantas escaleras”, expresaba Fernando. Eran las últimas voces del ascensor de Begoña. Las despedidas en el cierre de puertas.