Un Bilbao de foto
Las nuevas generaciones de fotógrafos descubren las infinitas posibilidades de una ciudad que se asoma a la vanguardia sin olvidar la estética de su pasado
BILBAO
EL ayer y el mañana salen al encuentro del grupo dispuesto a retratar el alma de una ciudad en constante evolución a través de la particular mirada de un objetivo fotográfico. La prueba supone el bautismo de fuego de unos fotógrafos primerizos que inician su formación en el centro de estudios audiovisuales IMVAL, aunque Bilbao se deja fotografiar, coqueta, con la mirada seductora de las modelos más cotizadas.
En la frontera del tiempo que representa hoy el Palacio Euskalduna -el agreste pasado industrial de la villa doméstica bajo los efectos del diseño y la arquitectura de vanguardia-, el grupo inicia la incursión desde la ría para diseccionar con la vista una ciudad que encuentra su identidad en su dinamismo. De hecho, a los participantes les cuesta encontrar una imagen capaz de monopolizar la visión de Bilbao, que se encierra en su versatilidad y eclecticismo de estilos. Aun con todo, los fotógrafos se entregan al cometido convencidos por las posibilidades visuales, que comparan sin complejos con las grandes referencias urbanas europeas, como Londres o París.
La clase la dirige el canario Nelsón Mateo, un bilbaino de vocación que hizo que aterrizara en la ciudad en el 96, justo con la aparición del metro, la primera realidad de una arriesgada apuesta hacia el futuro. "No os dais cuenta de lo mucho que ha cambiado, está irreconocible", destaca. Este antiguo estudiante de la UPV se ha curtido profesionalmente en Madrid como cámara en diversas cadenas estatales hasta desembarcar una vez más en el botxo. El regreso, forzado por los caprichos del corazón, le ha permitido asistir asombrado a su metamorfosis definitiva.
"Es la única ciudad europea de la península. Ni siquiera a Barcelona se la puede considerar de la misma forma porque mantiene un punto decadente", asegura. Nelsón apunta a Abandoibarra como estandarte de la nueva fisonomía que le recuerda a una versión local de Blade Runner.
Este profesional destaca que la nueva imagen neutraliza los prejuicios del pasado que exiliaban a la villa de las rutas turísticas. "Mi madrastra es hija de militar y le resultaba un destino prohibido entre otras cosas por el terrorismo, pero vino hace un año y se quedó enamorada. Bilbao es una ciudad para redescubrir", apunta. Por este motivo, espera con expectación la consolidación de Bilbao en el disputado sector de la imagen. Al atractivo estético añade la facilidad de una tonalidad suave que facilita la labor de la cámara.
"Ofrece muchas ventajas para rodar porque es muy segura, sin esa luz fuerte que proyecta sombras muy duras", señala. Por eso, reivindica también la palidez bilbaina pese al rechazo de muchos primerizos. "Puede parecerles poco atractiva pero, como todas las ciudades, Bilbao tiene su propia tonalidad, que es el azul metal", apunta.
El grupo inicia su despliegue repasando los recovecos urbanos que se esconden en el camino. Para todos, la salida supone el bautismo de fuego en su nueva condición de fotógrafos verdaderos que se apartan del umbral de la seguridad sin el amparo del automatismo de las máquinas compactas.
La construcción de su mirada artística se inicia con un fuerte desembolso que oscila entre los 500 y los 1.500 euros para apropiarse de su primera cámara manual réflex. En la actualidad, los estudiantes se aprestan a dominar la imagen aprendiendo los secretos de la mirada a través de los misterios de la luz.
Maider Sierra es, pese a sus 18 años, una de las más experimentadas y ya ha presentado un trabajo en vídeo de sus fotos al Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao, Zinebi. Por este motivo, destaca su vena de artista que le arrastra al lado épico de la geografía bilbaina rastreando sus vestigios portuarios. "Las ruinas industriales a partir de Zorro-tzaurre son las más interesantes, me encantan las cadenas gigantes por su fuerza visual", destaca.
Sin embargo, no le hace ascos a la nueva realidad de postal que destierra al Bilbao gris. Por este motivo, reconoce tajante que mostraría una imagen del centro a sus nuevas amistades para enseñar la ciudad. "A un extraño le recomendaría el Guggenheim, la ría o el teatro Arriaga, no se fuera a pensar que Bilbao es Zorrotzaurre", señala.
De hecho, se muestra conforme con la proyección visual de la villa "a la altura de Madrid o Venecia. No tiene nada que envidiarles". En cualquier caso, alaba la conciliación de la modernidad con sus señas de identidad tradicionales. "Es un botxo que mantiene un punto de pueblo grande diferente al de las principales capitales", señala.
En el otro extremo del grupo se sitúa Cristina Arana, vecina de Areeta, de 45 años, otra enamorada de la rotundidad estética del siglo XX. En su caso, la admiración se hunde en sus propios recuerdos de una ría fabril que se resistía a desaparecer. "La vuelta a la noche era impresionante con los Altos Hornos a pleno rendimiento", recuerda tras reivindicar "el Bilbao de siempre; el industrial, el cutre".
"Se dejaba querer", insiste. Por eso, Cristina, que encuentra en la fotografía un pasatiempo, resalta la estampa del puente de Deusto levantado para dejar paso a los últimos barcos que surcaban la ciudad. Pese a todo, reconoce que la nueva imagen seduce a los foráneos, que se rinden a la realidad. "Como ejerzo de bilbaina siempre me dicen "aquí vienes otra vez". Pero cuando vienen me tienen que dar la razón", destaca, satisfecha.
Por su parte, el colombiano Gabriel Preciado recorre la ciudad libre de prejuicios desde que se alojara en ella hace 4 años. Este estudiante conoció Bilbao por la referencias de su familia que retrataban una población agradable, segura y animada. Sin embargo, reconoce que la realidad "superó ampliamente sus expectativas".
"Hay tantas cosas para ver que no sabría elegir una sola fotografía", resalta. Sin embargo, se sorprende todavía con la estampa castiza de los txikiteros que peinan a diario cada bar. "Es una imagen muy de aquí que no se ve a menudo fuera", apunta este joven de 20 años que aspira a dedicarse profesionalmente a la fotografía artística.
Itziar Marcos, de 19 años, se muestra más familiarizada con la imagen de Bilbao, una localidad que visita a menudo desde la cercana Laudio. Por este motivo, traza sin problemas un recorrido por los grandes iconos visuales bilbainos, entre los que sitúa la ría y el Guggenheim sin descuidar a la Gran Vía por "el dinamismo de la gente".
A su lado, Eztizen Arregi, también de 19 años, desvía su mirada al parque de Doña Casilda. Esta joven de Ugao se une en su admiración de Bilbao al grupo y no duda en preferir la lluviosa ciudad a la histórica Salamanca. "Tengo familia allí, pero elijo antes el museo Guggenheim", sostiene.
Iratxe Irizar, otra de las veteranas del grupo, reinventa a sus 34 años su vida con el abandono voluntario de su empleo como monitora de gimnasio. Así, apunta a la fotografía como su nuevo destino profesional fogueándose en una ciudad repleta de "lugares míticos". De hecho, cita de carrerilla el funicular y la emblemática grúa Carola, testigo de los esfuerzos de los empleados del astillero Euskalduna. Por este motivo, destaca su momento dulce de cara al exterior.
"Cada vez está más reconocida después de los esfuerzos de Azkuna de dejarla bonita. La gente viene ya con mucha facilidad, aunque todavía le cuesta un poco permanecer varios días", apunta. Con todo, esta getxotarra le cuesta decidirse entre la capital y su población de origen. "Es que Getxo es precioso y lo tiene todo con el mar, los barquitos, el monte…", se excusa.