54 son los encuentros que ha disputado el Surne Bilbao Basket en la temporada que acaba de terminar, con un balance de 11-23 en la Liga Endesa y de 16-4 en la FIBA Europe Cup.
La importancia de ganar
El título de la FIBA Europe Cup convierte en histórica una campaña 2024-25 que en la Liga Endesa acabó con solo once triunfos pero manteniendo prácticamente en todo momento un buen margen de seguridad sobre la zona de descenso
"Habiendo sumado solo once victorias (en Liga Endesa) me cuesta mucho ser superoptimista. Pero claro, el título de la FIBA Europe Cup... Es que es muy muy muy difícil ganar. Yo a nuestra temporada le pondría un notable”. Esta respuesta de Jaume Ponsarnau cuando se le pidió valorar con una nota el curso del Surne Bilbao Basket que acaba de terminar sirve para resumir un ejercicio 2024-25 que para los hombres de negro alcanzó el grado de histórico por su celebradísimo éxito continental pero que, por contra, fue bastante más terrenal en la competición doméstica, acabando con solo once triunfos y en la decimosexta posición –el botín más escaso y la peor plaza de las últimas cuatro temporadas–, pero manteniendo prácticamente en todo momento un buen margen de seguridad sobre la zona roja y certificando matemáticamente la permanencia cuando todavía quedaban tres jornadas para la bajada de telón ganando en Miribilla al Leyma Coruña, aunque estaba ya notablemente encarrilada desde comienzos de abril.
Atendiendo a los principales objetivos marcados el pasado mes de septiembre, los hombres de negro han cumplido de manera intachable, con el valor añadido del título europeo y del hecho de que el camino para conquistarlo ha contado con todos los ingredientes necesarios para fabricar un guion atractivo a más no poder: máxima exigencia desde la ronda preliminar ante el Neptunas, una canasta sobre la bocina en la cancha del Tofas Bursa, probablemente la mejor plantilla de la competición, para superar los cuartos de final; remontar en los cinco minutos finales una desventaja de 19 puntos con un estratosférico parcial de 28-2 para llevar el éxtasis a Miribilla, arrasar a un Dijon que vendió la piel del oso antes de cazarlo y sacar billete para la final; y acabar levantando al cielo de Salónica el trofeo de campeón en un ambiente volcánico como el del PAOK Sports Arena y con unos minutos finales taquicárdicos.
Ese éxito en la campaña del 25º aniversario, sus posteriores festejos y sus derivadas en lo referente a visibilidad social y consecución de billete para la próxima competición continental, aportaron muchísima luz a un ejercicio más apagado en la Liga Endesa, donde Ponsarnau y los suyos fueron extremadamente infalibles en lo básico –derrotaron con autoridad en casa a todos los rivales clasificados de la 10ª a la 18ª plaza, salvo al Casademont Zaragoza, además de cosechar sus dos únicos éxitos a domicilio en las canchas de Coviran Granada y Leyma Coruña, los dos equipos que acabaron descendiendo–, pero para mejorar sus registros les faltó mayor capacidad resolutiva en un buen puñado de encuentros a los que llegaron en situación de tener que gestionar ventajas. El Surne Bilbao Basket perdió los cuatro partidos en los que tuvo que disputar alguna prórroga –en las visitas al UCAM Murcia y al Bàsquet Girona en la segunda y séptima jornada respectivamente, además de contra los de Sito Alonso y el Zaragoza en el tramo final de curso– y otros seis por cinco o menos puntos. Mientras que en Europa tuvo la compostura y el acierto necesarios para sobreponerse a situaciones límite en las que las eliminatorias parecían perdidas, en la ACB falló en la administración de situaciones favorables.
Dientes de sierra
Tras un buen arranque de curso (tres victorias, entre ellas una contra el Real Madrid, y otras tantas derrotas ), los éxitos a los que no se les acabó de echar el lazo en Murcia y Girona hicieron daño a un equipo que entre la séptima y la decimoprimera jornada acumuló cinco derrotas consecutivas, la última de ellas especialmente dañina en Lleida (84-66). Ese fue el momento de mayor exigencia para el conjunto de Ponsarnau, igualado en cuanto a balance con los equipos que ocupaban puestos de descenso, con Xavi Rabaseda y Kristian Kullamae lesionados y sin terminar de cerrar la llegada de un Omar Silverio cuyo paso por Bilbao acabó siendo fugaz. Pero la respuesta de los hombres de negro en ese peliagudo momento fue magnífica. Encadenó tres victorias seguidas ante Manresa (88-73), contra el Coruña a domicilio (79-100, con récord histórico de triples anotados, veinte, y de anotación individual, con Rubén Domínguez sumando 35 puntos), y frente al Andorra (82-74) y consiguió poner tierra de por medio respecto a la zona roja.
A partir de ahí, sacando adelante las citas como local ante Lleida, Girona, Granada y Gran Canaria, dejó virtualmente sellada la salvación a principios de abril, con ocho jornadas por delante y un colchón de cuatro triunfos más al average con el penúltimo clasificado. Pero el flojo esprint final, con un balance de 1-7 perdiendo dos partidos en casa en el tiempo extra y otros dos fuera por tres puntos, oscureció una cuenta de resultados que, sin embargo, no apaga el brillo de la conquista continental. En la ACB se ganó lo que había que ganar; en Europa, lo que se soñaba con ganar.
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