Bilbao Basket, 25 años por un camino de alegrías y penas
El club ha encontrado en el último lustro la estabilidad y la prudencia que le faltaron cuando alcanzó sus mayores cotas deportivas
La de los 25 años del Bilbao Basket es una historia de alegrías y decepciones, de altos y bajos, como la vida misma. Hubo momentos en los que el club se sentó a la mesa de los más ricos y otros en los que tuvo que apretarse el cinturón al máximo para poder sobrevivir. Ese recorrido que comenzó de forma oficial en marzo de 2000 cuando un grupo de veteranos dirigentes presentó un proyecto que, después de seis años de sequía tras la desaparición del Cajabilbao, quería devolver a la élite al baloncesto masculino de Bizkaia.
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Hablando solo del recorrido por las competiciones domésticas, la primera temporada en la LEB-2 estuvo guiada por la precariedad y, en muchos aspectos, la improvisación. No había referencias previas ni una estructura sólida y fue el núcleo de jugadores vizcainos el que tiró del carro para salvar la categoría en una eliminatoria ante el Alcalá. El club salvó su primer momento crítico y pudo desde ahí empezar a construir. La llegada de Txus Vidorreta al banquillo y a la gestión deportiva, por su conocimiento del medio, convirtió al Bilbao Basket en un proyecto atractivo y llevó al primer título de la historia: la Copa LEB-2 en una final que se celebró en La Casilla con un ambiente que empezaba a ilusionar.
Esa segunda campaña del club acabó con el ascenso a la LEB Oro, lo que suponía instalarse en un escalón que en Bilbao ya se conocía, ese que estaba inmediatamente por debajo de la ACB. Las etapas se quemaron muy rápido y en solo dos temporadas el equipo conquistó el ascenso a la máxima categoría en una noche inolvidable en León. Se había logrado el qué, pero faltaba el cómo. En 1994, el Cajabilbao ya había pasado por un trance similar y muchos se temieron que pudiera repetirse diez años después y el Bilbao Basket tuviera que renunciar por razones económicas.
Primera etapa
Certificar el ascenso exigía cumplir con unas condiciones leoninas y, casi en el último momento, el apoyo de las instituciones y de Lagun Aro permitió reunir el dinero necesario para adquirir la plaza en la ACB y completar en solo cuatro años un camino que, normalmente, suele llevar más tiempo. Lo deportivo marcó el ritmo a la parte institucional, necesitada de un impulso ya que, además, el club debía convertirse en sociedad anónima. La familia Arrinda se hizo cargo de un proyecto que, una vez se estabilizó en la ACB, encontró un fuerte respaldo institucional en unos años en que el baloncesto resultaba instrumental para vender territorio y país.
Así, llegaron los primeros logros deportivos como la primera final de la Supercopa en la edición que organizó Bilbao en 2007, el liderato de la liga casi al final de la primera vuelta de esa campaña, la primera participación en la Copa, con el pase a semifinales, o el estreno en el play-off por el título. Todo el mundo entendió que a partir de ahí había que ir a más y el Bilbao Basket empezó un proceso de crecimiento presupuestario que, curiosamente, puso fin a la etapa de Vidorreta y abrió la de Fotis Katsikaris. Con decisiones discutibles, se hicieron plantillas potentes que llevaron a las cimas deportivas de la entidad, con presencia habitual entre los ocho mejores y una final de liga como máximo logro de un club que quería ser gigante, pero tenía pies de barro.
Problemas en el club
Los éxitos deportivos llevaron al descontrol económico, a un deterioro de la imagen del club ante las mismas instituciones que lo habían empujado durante una década. Sin apoyos, la salida de Gorka Arrinda como máximo accionista fue condición indispensable para que el Bilbao Basket tuviera vida, siquiera con respiración asistida. El verano de 2014 fue el segundo episodio crítico ya que durante unas semanas estuvo fuera de la ACB por no poder cumplir con sus obligaciones económicas. La llegada de nuevos gestores y las reuniones entre bambalinas permitieron recuperar la plaza, pero el club estaba malherido.
La etapa de Sito Alonso volvió a procurar éxitos deportivos, como una presencia en semifinales de Copa y en el play-off, aunque la economía era un lastre insoportable y acabó llevando al descenso en 2018 y a un durísimo concurso de acreedores en otro verano en el que el futuro del Bilbao Basket volvió a verse muy comprometido. Tuvo que reinventarse en la LEB, con Álex Mumbrú en el banquillo tras su retirada, y tuvo que recuperar la confianza del baloncesto, mostrarse de nuevo como un club solvente y fiable.
El ascenso inmediato a la ACB dio paso a una etapa más sensata, en la que se ha demostrado que se puede ser competitivo sin hacer desmanes, sobre todo porque aún hay que saldar deudas del pasado. El Bilbao Basket y sus aficionados se han dado cuenta de que mas vale disfrutar de las pequeñas conquistas que tener sueños inciertos o imposibles.