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Charleroi, una agridulce experiencia de dos caras

La final de la Eurocup de 2013 provocó un desplazamiento masivo de la afición del Bilbao Basket para apoyar a un equipo que cargó con demasiada presión y se vio superado por las expectativas

Charleroi, una agridulce experiencia de dos carasCedida

Hace justo doce años, el 13 de abril de 2013, el Bilbao Basket pasó por una experiencia llena de contrastes. En Charleroi, ciudad belga escasamente atractiva al menos en lo visual, disputó la primera final europea de su historia, que era la tercera tras la de la Supercopa de 2007 pérdida en el BEC ante el Tau y la de la ACB de 2011 en la que se impuso el Barça en tres partidos. Entonces, sí se pensaba que el equipo bilbaino podía quedar campeón porque había llegado a ella tras superar con solvencia dos eliminatorias a ida y vuelta y porque tenía una plantilla de calidad y experiencia, con jugadores que ya habían levantado títulos muy importantes.

Pero, en realidad, aquella final era una moneda de dos caras. Por un lado, estaban los mensajes ambiciosos, las ganas de aprovechar el momento, el apoyo de unos 2.500 espectadores en el Spiroudome tras una peregrinación pacífica y festivaque tiñó de negro varias ciudades belgas y sus lugares más representativos. Pero, por otro, la realidad económica, que ya empezaba a dejarse ver de forma negativa, suponía un peso mental añadido en la cita más importante de la historia del club.

Hasta la ciudad belga se desplazaron miles de aficionados.

El peso de las cuestiones extradeportivas

Evidentemente, todos querían ganar, pero la pregunta era: ¿para que, qué va a ocurrir después? La presión era enorme, más aún cuando se miraba a las gradas y se veía medio pabellón lleno de seguidores del Bilbao Basket y el otro medio, casi vacío, con menos de un centenar de aficionados del Lokomotiv Kuban, el otro equipo que había dominado la Eurocup con autoridad. Ya se sabe que las finales son para ganarlas y el equipo vizcaino tenía demasiadas cuestiones alrededor que mermaron el rendimiento de los jugadores, que cometieron errores impropios de su nivel y fueron muy bien aprovechados por el conjunto ruso, que también presumía de contar con enormes jugadores como Nick Calathes, Mantas Kalnietis, Derrick Brown, Simas Jasaitis, Richard Hendrix o Alexei Savrasenko.

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El Bilbao Basket nunca estuvo cómodo en la final, a remolque de la propuesta física y táctica del Lokomotiv, que siempre tuvo el control y levantó el trofeo con todo merecimiento. La decepción fue enorme en las filas bilbainas por no haber podido responder a las expectativas, pero entre la afición quedó una sensación de orgullo y agradecimiento por el esfuerzo realizado en unas condiciones complicadas. Fue una oportunidad perdida, entonces se pensaba que quizás no iban a aparecer más. Doce años después, ha llegado otra. El Bilbao Basket es otro, más humilde y consciente de sus posibilidades, pero se le ha abierto otra puerta hacía la gloria. Y esta vez está convencido de poder traspasarla.