El Surne Bilbao Basket se encuentra inmerso en un profundísimo bache de resultados, nivel de juego y sensaciones. Nada queda ya del conjunto ilusionante y atractivo que abrió el curso competitivo a finales de septiembre y este domingo cosechó en Lleida (84-66) su séptima derrota en los últimos ocho encuentros de Liga Endesa mostrando unas constantes vitales horribles, muy preocupantes. Y es que las sensaciones fueron incluso peores que lo que reflejan los guarismos, ya de por sí muy duros de digerir, porque los de Jaume Ponsarnau apenas llegaron a los 25 minutos de resistencia ante un rival que comparecía en cancha con su mismo balance pero que mostró niveles de energía y acierto muy superiores. Y no sirve como excusa la baja de Kristian Kullamae por una lesión de tobillo en el último entrenamiento.
El conjunto vizcaino necesita un electroshock por algún lado pero su problema es que las carencias aparecen por demasiados frentes. Eso sí, se siguen concentrando en la falta de puntos por sus ya endémicos problemas en el lanzamiento triple, algo que en el juego de hoy en día supone un pasaporte directo hacia el desastre. En esta ocasión acabó con un 8 de 33 (24%) y a duras penas superó los 60 puntos. En la anterior cita contra el Baskonia se quedó en 67. Malísimo asunto cuando en este baloncesto, por regla general, las victorias se combaten en la barrera de los 80. O incluso más.
PESADILLA EN EL TRIPLE
Con un 2 de 17 desde más allá de la línea de 6,75 entre Zoran Dragic (1 de 6), Melwin Pantzar (1 de 4) Muhammad-Ali Abdur Rahkman (0 de 4) y Tomasz Gielo (0 de 3) resulta imposible gozar de sostenibilidad. Pero es que en lanzamientos de dos puntos el nivel de acierto tampoco pasó del 45%. Y recursos de los que gozaba no hace mucho Ponsarnau como las penetraciones y la capacidad de generar faltas del base sueco, al que se le ve lejos de su mejor nivel físico, también han desaparecido (sus primeros puntos no llegaron hasta el último cuarto, con el partido ya decidido).
Sin acierto exterior, los hombres de negro caminan constantemente sobre el alambre. Resulta imposible consolidar ventajas, tal y como ocurrió hasta el descanso tras llevar durante muchos minutos la iniciativa, y en el momento en el que el rival de turno enlaza un par de buenas acciones en ataque el desplome es cuestión de tiempo. Contra los de Gerard Encuentra aconteció en el tercer acto, cuando Thomas Bropleh, hasta entonces desaparecido, entró en combustión con diez puntos casi seguidos.
Entre Tryggvi Hlinason (de nuevo el mejor de los suyos), Harald Frey, Rubén Domínguez y Thijs De Ridder trataron de sujetar a los suyos, pero su resistencia llegó hasta el 49-45. A partir de ahí, el Hiopos Lleida enlazó un sonrojante parcial de 18-0 y se consumó el desastre, con un cuarto final absolutamente prescindible de puro lucimiento de los locales, con Keye Van der Vuurst debutando con 11 puntos y 10 asistencias, y los visitantes limitados a luchar por un resultado final lo menos lastimoso posible tras salir perdedores en todas las luchas importantes, encajando un 17-4 total en puntos al contraataque y un 41-23 en cuanto a la facturación de las segundas unidades.
BUEN ARRANQUE
El conjunto vizcaino arrancó el encuentro con un notable desempeño defensivo, con mucha agresividad, lo que le permitió correr, sentirse cómodo en cancha y gozar de las primeras ventajas en el luminoso ante un Lleida en el que solo el recién llegado Chevez Goodwin lograba ser efectivo. La ventaja visitante llegó hasta el 2-9, pero los fallos en los triples liberados imposibilitaron aumentar esa brecha. Los locales habían sobrevivido apoyados en el rebote ofensivo y cuando consiguieron enlazar tres misiles lejanos consecutivos, con Van der Vuurst muy atinado en la distribución de bola, el encuentro cambió completamente (16-13).
Con ambos equipos mezclando aciertos y errores, un triple de Domínguez (2 de 8 de los visitantes en los diez primeros minutos) sirvió para cerrar el primer cuarto con un 18-20. Otro acierto lejano de De Ridder colocó a los de Ponsarnau en disposición de volver a abrir camino, pero no fue posible. Con Gielo, De Ridder y Hlinason juntos en cancha de manera novedosa por el reajuste de rotación como consecuencia de la baja de Kullamae, Luka Bozic encontró un filón en la defensa del polaco, facilitando el empate de los de Encuentra (28-28) tras triple de Pierre Oriola a 4:14 del descanso. Frey acudió al rescate de los suyos, pero la sucesión de errores, con pérdidas, faltas cometidas a destiempo e incluso tiros libres fallados provocaron que fuera el Hiopos Lleida, con cinco puntos seguidos de Van der Vuurst, el que llegara con ventaja (35-33) al ecuador de la contienda.
EL DESPLOME
El 5 de 18 en triples (27%) seguía siendo una losa, pero el 6 de 17 en tiros de dos puntos (35%) era directamente horrible, anulando la teórica ventaja de llevar a esas alturas de partido siete lanzamientos en juego más que su rival. Y pocas cosas mejoraron al regreso de vestuarios. El Surne Bilbao Basket se mostraba absolutamente inefectivo en defensa, con una sucesión de pérdidas y malas decisiones en los dos aros y Dragic como protagonista en un puñado de esas acciones negativas. Con Frey como único efectivo sostenible en ataque era imposible mantenerse en el partido. Lo detuvo Ponsarnau con el 44-38 antes de que la desventaja de los suyos llegara a los nueve puntos (47-38) y al menos se consiguió seguir caminando sobre el alambre durante algunos minutos (49-45 tras triple de Domínguez), pero el descalabro estaba por llegar pues Bropleh, desaparecido hasta ese tercer cuarto, entró en acciónpara liderar un parcial de 9-0 y hacer que el duelo llegara al acto final con un 58-45 que dejaba herido de muerte a los hombres de negro.
La sangría llegó hasta el 67-45 antes de que se produjera una ligera sesión de maquillaje de números en un partido que deja al Surne Bilbao Basket anclado en la 16ª plaza, con el mismo balance que el penúltimo clasificado, el Río Breogán, ofreciendo sensaciones notablemente preocupantes y con la percepción de que el equipo necesita bisturí por algún lado para reactivarse.