Tras la dura derrota del Bilbao Basket en Lleida, la quinta seguida en la Liga Endesa, la pelota ha pasado al tejado del consejo de administración porque ya se reclama la aplicación de medidas de choque para poner fin a la horrible racha de juego y de resultados. Porque el de ayer fue, para quien esto escribe, el primer partido realmente malo de la temporada por acierto, por sensaciones y por la actitud de algunos jugadores. De esa forma, entrando en el último cuarto ya se vio que aquello estaba sentenciado, algo que no había ocurrido hasta ahora.

Perder por 18 puntos casi es lo de menos porque Jaume Ponsarnau, su cuerpo técnico y los jugadores tienen cuestiones más importantes que resolver que un par de puntos más o menos en el average. Cuando los hombres de negro jugaron bien o muy bien no lograron hacerse con el premio por no saber defender sus ventajas y ahora que están jugando mal se topan con la realidad de la Liga Endesa más igualada que se recuerda en la que, por ejemplo, cada uno de los conjuntos ascendidos suma ya cuatro victorias, algo que no suele ser muy frecuente. Por eso, el club debe hacer un análisis muy preciso de la situación de un equipo que en verano y en las primeras semanas ilusionó a su afición y ahora ha levantado la preocupación porque sus señas de identidad se han ido difuminando poco a poco.

Y de ese análisis debe salir cuáles son las medidas a adoptar en este Bilbao Basket, si hay que meter el bisturí o no, y en caso de hacerlo, dónde, en busca de la reacción. Esta directiva ha vivido ya las dos experiencias, cirugía o paciencia, dentro de las circunstancias de cada momento. En la temporada 17-18, con tres victorias y seis derrotas en el casillero y a dos partidos del descenso, decidieron destituir a Carles Duran y lejos de mejorar, el equipo fue a peor hasta el punto de quemar con el descenso otros dos entrenadores. En la temporada 20-21, el equipo ocupó plazas de descenso durante muchas jornadas y hasta la última y se mantuvo la confianza en Álex Mumbrú. Lo mismo ocurrió en la campaña 21-22 en la que los bilbainos tenían el mismo balance que ahora después de once jornadas y estaba en el decimosexto puesto y a una derrota del descenso. Entonces, el equipo acabó a una bandeja de meterse en el play-off. Incluso, en el curso de la LEB se aguantó al técnico cuando el ascenso directo era imposible.

Acertar no está garantizado y por eso hay que medir bien los pasos, aunque también conviene recordar que desde que Ponsarnau dirige al Bilbao Basket nunca ha estado en puestos de descenso. Tampoco ahora y ha cumplido 79 partidos de liga. Está claro que algo hay que hacer, desde la posición de cada uno, para reactivar a unos jugadores que están bajísimos de confianza con lo que los datos ofensivos del equipo se han desplomado. Y a base de atacar mal, se ha perdido también la solidez defensiva por lo que el equipo se cae en cuanto el rival engancha una racha de acierto.

El Bilbao Basket no está logrando aprovechar al mejor Tryggvi Hlinason de siempre, que genera una atención que sus compañeros se empeñan en desperdiciar al fallar tiros abiertos o renunciar a ellos para buscar otras ventajas que no aparecen con el bote. Pero lo peor es ver al rival sumar puntos cuando aún hay faltas por hacer para evitarlo. Ocurrió ante el Baskonia y ayer en Lleida. Esto deja en evidencia también una actitud pusilánime que multiplica las dificultades tácticas o técnicas.