“No hemos sabido encontrar el nivel mental que necesitábamos ante las adversidades. Tenemos que aprender de esto. La prueba ha sido exigente y no la hemos superado. Toca aprender. Somos un equipo joven y nuevo y necesitamos que más jugadores encuentren más solidez y consistencia no solo en el baloncesto que tenemos que jugar, sino desde el punto de vista mental”. Jaume Ponsarnau acostumbra a ser claro en sus valoraciones de los partidos y el sábado, tras la derrota del Surne Bilbao Basket en el derbi ante el Baskonia, ubicó el mayor debe de su equipo en su incapacidad de agarrarse al encuentro en ese ecuador del tercer cuarto en el que su rival le obligó a caminar sobre un alambre en el que duró muy poco antes de despeñarse. El conjunto vizcaino jugó unos notables quince minutos notables en los que tuteó a los de Joan Peñarroya, pero en el momento en el que estos pudieron correr el ecosistema sobre la cancha cambió radicalmente.

Visto lo visto, la visita al Buesa Arena fue un examen demasiado exigente a estas alturas tan tempraneras del curso, con los hombres de negro pagando caros los peajes propios de un conjunto que se encuentra aún en construcción, trabajando en la instalación de unos cimientos sólidos y buscando la forma de ser sólido y eficaz en cancha. Ni ganar con brillantez al Morabanc Andorra era motivo para lanzar las campanas al vuelo ni lo acontecido en Gasteiz es algo que deba invitar a la excesiva preocupación, aunque sí a seguir trabajando para ajustar engranajes.

El mismo equipo que al calor de su público y ante un rival recién ascendido a la Liga Endesa jugó de forma punzante y sin complejos, con la mayor parte de su plantilla luciendo más virtudes que lagunas, mostró, en territorio hostil y ante un enemigo de rango Euroliga, las dudas y zozobras propias de un conjunto de su condición humilde. Lo peor de todo radicó en que fueron sus propios errores los que permitieron al Baskonia coger vuelo para no volver a mirar atrás después de quince minutos iniciales en los que se sintió muy cómodo cuando mantuvo el choque en parámetros de cinco contra cinco.

“En el segundo cuarto ha cambiado todo. Hemos empezado a lamentarnos de lo que pasaba en ataque y haciendo muy mal balance defensivo. En situaciones de buenos tiros nos sentíamos con poca confianza para tomarlos y optábamos por penetraciones que no nos llevaban a ningún sitio. Ellos han robado balones, cogido rebotes y con nuestro balance desestructurado han corrido bien y nos han hecho daño”, lamentó Ponsarnau, que hizo autocrítica sobre todo por lo acontecido tras el descanso, cuando su equipo recibió un abrumador 16-1 cuando trataba de no desconectarse del partido: “En la primera parte no hacíamos reset de los ataques que no estábamos jugando bien o no estábamos acertando y eso nos afectó al volver atrás. En la segunda no. Ahí nos hemos desvanecido en todo, en nuestras normas y en nuestros conceptos, no hemos salido con las ideas claras de los tiempos muertos... Demasiadas cosas por aprender”.

El nuevo examen para los hombres de negro llegará pasado mañana miércoles en la cancha del Monbus Obradoiro, un rival de similar potencial al suyo que calibrará su actual estado de competitividad.