Álex Mumbrú es un hombre feliz. Tras una temporada infartante, repleta de obstáculos y adversidades, ha conseguido capitanear hasta buen puerto la embarcación de los hombres de negrohombres de negro cuando el naufragio parecía inevitable. Agradece a sus jugadores que nunca dejaran de creer y al club por su "confianza, tranquilidad y positivismo".

Hace dos años, en la entrevista del día posterior al ascenso, no tenía ni voz. La pandemia ha cambiado todo e incluso impide celebrar como es debido las gestas.

—Así es (risas). Ahora hay que vigilar todo lo que hacemos. Ambos fueron dos grandes días pero han cambiado las circunstancias que nos rodean. Aquel año sufrimos seguramente lo mismo que en este, pero son dos sufrimientos distintos.

Después de atar la salvación ante el Joventut aseguró sentir mucha alegría. ¿Era una alegría de euforia o más una alegría de alivio?

—El día que subimos fue más euforia y la de este domingo fue más de alivio. Son alegrías distintas. Es que este año nos han pasado muchas cosas. Hemos sido muy golpeados y a veces me costaba incluso comentarlo porque parecía que estábamos poniendo excusas. No quería que la gente pensara que estábamos haciendo eso. ¡Pero es que era la realidad! Cuando eres un trasatlántico vas solventando las adversidades que te ocurren, pero cuando eres un equipo pequeño con un presupuesto humilde cualquier cosa que te trastoca te hace daño.

¿Ha habido algún momento especialmente crítico dentro de todas esas complicaciones?

—Un momento muy complicado fue cuando perdimos el partido de casa contra el Estudiantes. Íbamos un punto arriba con solo trece segundos por jugarse y tiros libres a nuestro favor. Tal y como iba la temporada entendí que ese partido podía hacernos daño y mira... Ese día me fui a casa bastante tocado anímicamente. Luego destacaría los momentos posteriores a perder contra el Gran Canaria cuando volvimos a jugar después del brote de covid. Acababa de llegar Leonardo Totè, hacía semana y media que había aterrizado Ioannis Athinaiou porque nuestro base titular ya no estaba, Ondrej Balvin tenía secuelas del covid y no podía completar ni una carrera, Regimantas Miniotas igual, el único que estaba bien era Arnoldas Kulboka porque no había tenido síntomas... Perdimos aquel día y ahí ya pensé que estábamos contra las cuerdas y no había margen de error. La tesitura era complicada.

Asegura que en ningún momento dejó de creer que la salvación era posible, pero es que no hace ni quince días el Bilbao Basket estaba a tres victorias de la permanencia, cuatro si el Estudiantes ganaba el duelo que le quedaba. No había muchos motivos para seguir creyendo...

—Seguramente no había ninguno y solo lo creíamos yo, el cuerpo técnico, alguien del club... ¡Seguramente alguno pensaba que no! Intentamos darle la vuelta a todo. Yo les dije a los jugadores que los diez días de confinamiento en casa nos iban a venir bien, que habíamos hecho grandes partidos en Tenerife y en Valencia, donde llegamos a ganar por 21 puntos y perdimos, y que nuestras cabezas necesitaban parar. Quise hacerles pensar que era más beneficioso que perjudicial y lo cierto es que volvimos con una energía renovada. Pero creo realmente que antes del confinamiento estábamos haciendo un muy buen baloncesto, estábamos jugando bien.

¿En algún momento temió que los jugadores dejaran de creer en la salvación y que se desenchufaran?

—El mérito más importante no es mío, es de los jugadores. Ellos deben llevarse todo el mérito de esta salvación porque han confiado. Yo he estado en muchos equipos y cuando juegas cuatro partidos en ocho días puedes pensar que en nueve ya estás de vacaciones. Entre seguir luchando y bajar los brazos hay una línea muy fina y los jugadores han seguido confiando y peleando hasta el final. Eso es mérito de ellos.

¿Cómo fue ese entrenamiento después de volver de diez días de confinamiento y ante el panorama de tener que afrontar cinco partidos en doce días estando en juego la permanencia?

—Pitu (Roberto Molina), el preparador físico, ha hecho un gran trabajo, eso que vaya por delante. Ese primer entrenamiento fue volver a correr, como si fuera la primera sesión de la pretemporada. Empezamos a hacer cosas que parecían hasta ridículas, como bandejas, botar... Entendía que los jugadores llevaban en casa diez días sin moverse, con el trayecto más largo siendo el que iba del sofá a la cocina, y que lo importante era volver a tocar balón, disfrutar... No podíamos empezar a cuchillo porque alguien podía incluso lesionarse. Perdíamos un día de los tres que nos dejaban para entrenar, casi perdimos dos, pero aprovechamos para recordar un poco todo. Es que Ioannis había llegado hacía nada y hubo que repasar conceptos, Totè era nuevo... Lo cierto es que nos vino bien.

Balvin intervino el domingo en el programa de YouTube '2contra1' y comentó que estuvo a punto de tener que ir al hospital por el covid. Vamos, que el panorama fue incluso peor de lo que trascendió...

—Ondrej estuvo muy mal, ha hecho un esfuerzo enorme. El primer día que entrenó fue la víspera del partido ante el Gran Canaria e hizo 15 minutos en solitario y cada tres se ahogaba. Perdimos ese partido, el día siguiente vinimos a entrenar y él no estuvo... Lo que hemos vivido estos días ha sido muy difícil. Ahora lo miras y te ríes, pero si hubiera salido mal... Pero es que si lo hubiésemos contado habría parecido una excusa y siempre hemos intentado no poner excusas.

¿Fue el punto de inflexión ganar al Fuenlabrada?

—Ellos estaban muy bien, con una forma de jugar difícil de contrarrestar. Venían de ganar al Tenerife y al Burgos, era un duelo que ya habíamos atrasado dos veces... Ganar nos dio confianza.

Ganan ese partido y el siguiente contra el Hereda San Pablo Burgos, pierden frente el Real Madrid y ya dependen de terceros. ¿Cómo vio el viernes el duelo entre el Estudiantes y los burgaleses que podía mandarles a la LEB?

—Lo vi en casa. Como íbamos a andar cada uno moviéndonos arriba y abajo según como fuera el partido, decidimos que cada uno lo viera en su casa, con la tranquilidad de gritar si necesitabas gritar o no. Yo lo vi bastante tranquilo, con nervios pero sin gritos, porque Burgos se jugaba también la sexta plaza y necesitaba ganar.

¿Hubo arenga después de ese encuentro?

—Sí que la hubo, sí. Era ya el momento extremo, el momento de decir: Oye, han tenido la opción ellos, ahora la tenemos nosotros.

Los dos momentos más brillantes del Bilbao Basket han llegado, probablemente, en los dos partidos en los que el equipo no tenía margen de error, contra el Burgos y el Joventut. Tiene mérito que eso ocurra en los momentos de mayor presión?

—Yo creo que en Valencia también hicimos un gran partido, pero ellos luego apretaron y nos costó. Sí que considero que esos tres partidos han sido de lo mejorcito nuestro este curso. En esos dos partidos que apuntas supimos tener concentración en dos situaciones límite. Trabajamos bien, supimos motivarles... Hubo que meter de todo en la coctelera porque sabíamos que estábamos contra las cuerdas, pero el equipo no solo ganó sino que estuvo muy acertado, algo que no suele ser lo habitual en esas circunstancias.

¿En qué momento se vio salvado el domingo?

—Cuando quedaba un minuto para el final. ¿Que ganábamos por mucho? Sí, pero recuerdo que hablaba con Lolo (Encinas) y Javi (Salgado) y les decía: Vamos ganando por veintipico pero creo que aún pueden volver...

En estos últimos encuentros de la temporada ha habido jugadores que han brillado mucho como John Jenkins, Ludde Hakanson, Jaylon Brown, Kulboka o Balvin, pero le quiero preguntar por otros dos nombres propios. ¿Ha jugado tan al límite físicamente Quentin Serron como parece?

—Sí. Por eso le hemos estado reservando y había partidos que jugaba y otros no. Él tuvo una lesión en la rodilla y se recuperó bien, pero al de poco de regresar se volvió a hacer daño. Y pararle era volver a perderle tres meses y no teníamos tiempo. Por eso después de cada esfuerzo importante cojeaba y teníamos que tener mucho cuidado con él, no solo en los partidos sino también entrenando. Había que gestionar sus esfuerzos porque Quentin sin su físico no es el mismo jugador.

El otro es Athinaiou. Le ha dado mucho aplomo al equipo en muy poco tiempo.

—Nosotros buscamos un base veterano porque necesitábamos a alguien que nos diera calma y tranquilidad porque el que se iba era nuestro base titular y el capitán del equipo. No podíamos meter a cualquiera, necesitábamos alguien con tablas, capacidad para llevar al equipo y que lo entendiera. Y que lo entendiera en una semana (risas). Ioannis fue el perfil perfecto, nos ha ayudado mucho, lo aprendió todo en una semana y ha cogido nuestra filosofía en cero coma.

¿Le queda como entrenador la espinita de saber qué podría haber hecho este equipo no ya sin contratiempos sino en un curso más o menos normal?

—Me hubiera gustado ver la temporada que habríamos hecho con público, es lo que más hemos echado de menos. Un jugador cuando juega en Miribilla arropado por su gente pasa a ser mejor, no sé si un 10% o un 20%, pero mejor. Cuando eres un club humilde necesitas adrenalina en los partidos y eso muchas veces te lo da el público.

En la rueda de prensa tras la salvación se mostró bastante emocional al acordarse de la gente que tuvo que salir del club tras el descenso de hace tres años.

—En el año del ascenso también pensé en ellos, pero es que en algún momento este curso me recordó a aquel, aunque muchas cosas han sido diferentes. Por eso me acordé de la gente que estuvo en aquel descenso y que sufrió los efectos colaterales. Me acordé de ellos porque aquello cambió sus vidas. Y me faltó gente por nombrar.

¿Le ha amargado mucho la posibilidad de haber podido bajar con el Bilbao Basket como entrenador al igual que le ocurrió como jugador?

—Sí que me ha amargado mucho, sí. Lo que más. Es que el Bilbao Basket no es un club normal para mí. Es un club al que quiero mucho, en el que he sufrido mucho pero también me ha dado muchas cosas. Llevo mucho tiempo aquí, había bajado como jugador y fue un dramón aunque llevábamos ya años emitiendo avisos de que podía pasar. Después de haberlo ascendido, si llegamos a bajar, hubiese sido muy duro para mí.

En tres cursos como entrenador ha vivido tres sensaciones muy distintas: la presión de ser favorito por arriba en la LEB, un curso en el que todo sale perfecto como el primero de la ACB y este último con la tensión de verse todo el ejercicio en el sótano de la tabla.

—Es cierto, pero ahora mismo nuestra realidad es la de este año. Presupuestariamente nuestra realidad es la de sufrir, quizás no hasta el final, pero sufrir. Somos un club que estando en la ACB sabemos que si todo va de cara podemos hacerlo bien, igual no tanto como el año pasado porque aquello fue increíble, pero lo de este año es más nuestra realidad.

¿Hace algo de autocrítica en su labor de entrenador respecto a este curso?

—Claro que sí, hay cosas en las que nos hemos confundido, ya sea en la confección de la plantilla, en el día a día o en planteamientos de partidos que hemos hecho mal y nos han costado perder. Ha habido errores y eso nos debe llevar a ser mejores. Dicen que una victoria esconde todo lo malo y una derrota te hace aprender. Este año ha habido muchas derrotas y hemos aprendido mucho (risas). Ahora todo ha salido bien, pero claro que hago autocrítica de cosas que hay que mejorar para poder ser mejor equipo y yo mejor entrenador. Por eso quiero agradecer la confianza, tranquilidad y positivismo de la directiva porque lo fácil era hacer cambios y han confiado. Esas cosas también hay que valorarlas porque al final todo ha salido bien, pero también podría haber salido mal.

Tiene contrato en vigor con el Bilbao Basket pero también cada vez más nombre entre los técnicos emergentes. ¿Dónde se ve el año que viene?

—Es que tengo contrato aquí, no he pensado en nada más. Sinceramente, no me ha dado tiempo a pensar en mí. Con cinco partidos en estos últimos doce días no he tenido tiempo ni para mi familia.

Pocos conocen mejor la trayectoria del Bilbao Basket como club en esta última década y su punto actual. ¿Qué diagnóstico realiza del estado de salud de la entidad?

—Como club creo que hay una junta directiva que está haciendo las cosas muy bien. Hay una cosa muy importante en las entidades deportivas, que es tener los pies en el suelo. Y esta junta los tiene. Hubiera sido muy fácil este año traer tres jugadores maravillosos que nos hubieran costado una pasta y no habríamos sido capaces de pagarles y habría sido dar una patada hacia adelante, pero lo han hecho todo desde la cordura. Esa seriedad es algo muy importante dentro de la gestión. Creo que somos un club humilde con un presupuesto humilde que normalmente estaremos rondando las posiciones bajas de la tabla, pero que hace las cosas bien, es muy honesto en el trabajo, sabe de su humildad y no mira hacia otro lado, sino que la acepta y trabaja para hacer las cosas mejor. Ser humilde no significa ser un club pequeño. Se puede ser grande siendo humilde y eso es el Bilbao Basket.

"Presupuestariamente, nuestra realidad es la de sufrir; quizás no hasta el final, pero sufrir"

"Tengo contrato aquí y, sinceramente, no he pensado en nada más; no he tenido tiempo ni para mi familia"

"Ser humilde no significa ser un club pequeño, se puede ser grande siendo humilde y eso es el Bilbao Basket"

"Les dije a los jugadores que el confinamiento nos iba a venir bien, que nuestras cabezas necesitaban parar"

"Entre bajar los brazos y seguir luchando hay una línea muy fina; los jugadores han confiado y el mérito es suyo"

"Balvin ha hecho un enorme esfuerzo tras el covid; el primer día entrenó 15 minutos y cada tres se ahogaba"