El Bilbao Basket, como es lógico y entendible, es a estas tempraneras alturas de temporada un equipo a medio hacer, un conjunto de piezas a las que todavía les falta mayor orden, compostura y entendimiento del medio para ofrecer una versión más sostenible en su rendimiento. Pero la competición no espera a nadie y el conjunto vizcaino ha arrancado con dos derrotas su concurso en la Liga Endesa, algo lógico atendiendo a la identidad de los rivales y al áspero arranque de calendario que le ha tocado en suerte, ofreciendo una imagen irregular, con muchos dientes de sierra en su rendimiento. Si en el estreno en el Gran Canaria Arena el problema fue la gran cantidad de puntos encajados, el miércoles en Miribilla radicó en los poquísimos producidos, sobre todo en un segundo cuarto desafortunadísimo. En las dos contiendas disputadas, los de Álex Mumbrú solo fueron por delante en el luminoso en el 2-0 inicial, hubo momentos en los que amagaron con desconectarse en el luminoso, retornaron a la vida con reacciones meritorias, pero no hubo remontadas ni finales felices. Al equipo se le intuye un notable margen de mejora, pero también bastante camino por andar para llegar a su mejor versión.

El problema, tanto dentro como fuera del vestuario, puede radicar en la ansiedad que puedan generar las comparaciones con el pasado curso, tan superlativo como irreal. El esqueleto del equipo ha cambiado tanto -seis de doce jugadores- que cualquier parecido con lo visto meses atrás es pura coincidencia, sobre todo por la salida de dos piezas de nivel Euroliga por su trascedencia en el juego, una en ataque (Axel Bouteille) y otra en defensa (Ben Lammers), que obligan a cambiar formas de actuar en ambas facetas de juego, a alterar roles y responsabilidades y a encontrar nuevos automatismos y conexiones. Y todo ello en un ecosistema tan complejo y volátil como el que ha provocado durante los últimos meses el covid-19, no solo a nivel de preparación sino en lo referente a la paralización de las competiciones. Cinco de los seis fichajes del Bilbao Basket, todos salvo Jaroslaw Zyskowski, llevaban desde marzo sin jugar un partido oficial -algo aplicable también para Arnoldas Kulboka y Jaylon Brown-, un parón demasiado prolongado que dificulta aún más el proceso de aclimatación a una competición tan exigente como la ACB.

Meter en dinámica a los nuevos es fundamental para el baloncesto por el que apuesta Mumbrú, de rotaciones constantes para mantener siempre el acelerador pisado a fondo. Ludde Hakanson hizo gala en Gran Canaria de su acreditada capacidad anotadora, mientras que Zyskowski y Álex Reyes mostraron el miércoles en Miribilla chispazos de lo que pueden ofrecer, finalizando cerca del aro el polaco y fusilando desde el perímetro el cacereño. Más difusos parecen por el momento los refuerzos interiores. Felipe Dos Anjos apunta a jugador número doce y su momento llegará en Europa, pero Aaron Jones y Kingsley Moses están llamados a ser importantes como guardaespaldas de Ondrej Balvin y Kulboka. El estadounidense ha mostrado voluntad y ciertos recursos en ataque, que podrán ser más aprovechados cuando crezca su conectividad con sus compañeros y estos puedan encontrarle en situaciones favorables a su juego, pero en defensa se pasa a veces de efusividad en la búsqueda del robo y al salir a las ayudas en el dos contra uno, dejando demasiado terreno descubierto a sus espaldas. Cuestión de ajustes. Más atrasado en el maridaje con el resto del equipo y con lo que la pizarra de Mumbrú requiere de él se ve al nigeriano, con poca presencia en cancha en ambos partidos (5 y 8 minutos) y escasa incidencia en el juego.

En definitiva, lo que el Bilbao Basket necesita es tiempo, acumular sesiones de trabajo grupal -el lunes fue el primer día que Mumbrú tuvo a todos sus jugadores a su disposición- y citas competitivas. De ahí debe llegar la mejora para un colectivo con muchos ajustes pendientes, pero con aparentes mimbres para conseguirlo.