Bilbao - "Luchamos hasta el final; es lo que somos". Así, con estas palabras de Álex Mumbrú, con una sonrisa en la boca, nada más terminar el partido se despidió de la Copa de Málaga un Bilbao Basket que fue fiel a sí mismo desde el salto inicial hasta la última bocina. Luchador, descarado, corajudo, intenso, guerrillero. Sin embargo, todo ello no le dio para tumbar al gigantesco Real Madrid, que acabó llevándose el billete para semifinales a base de currárselo mucho. Porque el conjunto vizcaino tuteó durante casi todo el partido a los de Pablo Laso, les aguantó la mirada sin ningún tipo de rubor ni complejo, pero al final la tiranía de la lógica, o de los presupuestos, o de los fondos de armario, acabó acudiendo tan fiel como cruel a su cita.

Los hombres de negro, intachables del primero al último, aguantaron un profundo bache de casi cinco minutos sin anotar en el tercer acto que provocó un parcial en su contra de 14-0 y un áspero 71-55 en el luminoso para recuperar de nuevo el rebufo de su rival, 75-70, pero para lo que no tuvieron respuesta fue para Sergio Llull. Justo en ese momento en el que los de Álex Mumbrú jugueteaban con la posibilidad de subirse a las barbas de su rival, surgió la figura del de Mahón. Sí, de ese que hace apenas unos días se escribía y se decía que estaba de capa caída, en su cuesta abajo como jugador, incluso semiacabado. ¡Qué atrevida es la ignorancia! Llull se bastó y se sobró para enterrar al Bilbao Basket con 12 puntos en poco más de dos minutos y medio que dieron mucho aire a los suyos (87-74 a cuatro minutos del final). Trataron de revolverse los bilbainos, que llegaron a acercarse hasta el 89-82 a dos minutos de la última bocina, pero con ese marcador Rafa Martínez falló una bandeja a la contra por miedo al tapón de Walter Tavares, que llegaba por detrás, y se acabó lo que se daba.

Los de Mumbrú viajaron con el objetivo de disfrutar y competir en un evento que en septiembre ni soñaban con disputar y acabaron cumpliendo con ambas metas. Espoleados por la verticalidad y acierto de Jonathan Rousselle, con Ondrej Balvin teniéndoselas tiesas debajo del aro con Tavares y con Arnoldas Kulboka percutiendo con acierto desde fuera, los hombres de negro llevaron incluso la voz cantante en varias fases del duelo, pero si algo tiene a su disposición Laso son recursos. Un poco de Gabriel Deck por aquí, un poco de Fabien Causeur por allá, mucho de Facu Campazzo y Tavares y, para acabar, la guinda de Llull. Sin embargo, fue bonito comprobar que el Bilbao Basket no se empequeñeció en ningún momento, estuviera quien estuviera en cancha. Como muestra, ahí estuvieron esos minutos de Sergio Rodríguez como protagonista en el parcial que permitió pasar del 71-55 al 75-70. Eso resume lo que es el equipo de Mumbrú.

El 0-4 con el que arrancó la contienda dejó claro que el Bilbao Basket no había ido a Málaga a lucir palmito, aunque los blancos no tardaron en equilibrar el marcador. Laso apostó de inicio por jugar contra Axel Bouteille al poste de la mano de Randolph, muy activo, y Deck, mientras que Mumbrú optó por explotar la verticalidad de Rousselle contra Campazzo. El duelo de pizarras no tuvo ganador claro en el acto inaugural, ya que el luminoso discurrió muy parejo. Con Tavares convertido en amo y señor de la pintura, tanto anotando como intimidando a sus pares a pesar de que Balvin no se quedó muy atrás, los blancos cerraron el cuarto con una tímida ventaja de 23-21 merced a su brutal acierto en las distancias cortas e intermedias, mientras que los hombres de negro sacaban provecho de su 50% desde la línea de 6,75. Con Ben Lammers entrando en escena, Emir Sulejmanovic tirando de hiperactividad y Rousselle y Sergio Rodríguez enchufando triples, el conjunto vizcaino siguió aguantando a un gigante blanco que funcionaba a trompicones desde la larga distancia, pero que hacía daño con penetraciones y cortes hacia el aro. Bouteille inauguró su casillero en el 34-35, Llull amagó acto seguido con una de sus explosiones anotadoras, pero los de Mumbrú sujetaron las riendas (39-41). Sin embargo, contra el Real Madrid hay que tener claro que si no funciona un jugador ya saldrá otro a agitar el partido y en los últimos minutos del segundo acto fue Causeur, con ayuda de Campazzo, el que estuvo cerca de fabricar el demarraje. Siete puntos suyos y un triple del argentino dibujaron un 11-3 que cerca estuvo de hacer daño al andamiaje bilbaino, pero un misil lejano de Bouteille casi sobre la bocina del descanso cerró la vía de agua y la cita llegó a su ecuador con un 50-47.

Peligro de derrumbe En la reanudación, un triple de Kulboka volvió a equilibrar la balanza, pero el lituano falló otros dos tiros abiertos, Carroll encontró ritmo en el aro contrario y los blancos comenzaron a jugar más desatados. Entre Kulboka, descarado, y Bouteille, desactivaron el 57-50, pero los de Laso comenzaban a castigar cada error de los hombres de negro y las líneas maestras del partido cambiaron. Con el Real Madrid más efusivo en defensa, robando dos balones a Thomas Schreiner y pudiendo finalizar a la carrera, el 64-55 a 4:57 del final del tercer cuarto encendió las primeras luces de alarma. Y lo peor estaba por llegar. El Bilbao Basket perdió sus coordenadas ofensivas ante la hiperactividad de la retaguardia rival y el parcial en contra, con Campazzo como verdugo, se fue a un 14-0 que dibujaba un panorama muy oscuro: 71-55. Sin embargo, los de Mumbrú no enarbolaron la bandera blanca. Ni mucho menos. Un 2-13 entre el final del tercer cuarto y el arranque del último, con Sergio Rodríguez como referente, acercó al Bilbao Basket hasta un interesante 75-70 a 6:33 del final, pero entonces surgió Llull. Triple, dos tiros libres, triple con adicional y otro triple. En menos de tres minutos. Se acabó lo que se daba para un equipo que cayó con la cabeza alta.