CUANDO el Bilbao Basket quería apuntar alto, se dio de bruces con su realidad, esa que dice que va justito para otras aspiraciones que no sean mantener la categoría. Veljko Mrsic y Axel Hervelle se habían manifestado durante la semana en el sentido de ser ambiciosos y buscar otros objetivos más importantes. Esas declaraciones, realizadas sin duda con la mejor voluntad de levantar el ánimo general tras unos meses complicados, se acabaron volviendo en contra ayer en cuanto el partido se complicó, como ya ha ocurrido en otros momentos de esta temporada.
Lo que para otros equipos es un catarro para el Bilbao Basket es una pulmonía y cualquier ausencia provoca que la rotación se resienta, más si es en un puesto clave como el de pívot. Puede ser que con Mickell Gladness el resultado hubiera sido el mismo, nunca se sabe. Sin embargo, el desplazamiento de roles perjudicó a todos y el temido Artem Pustovyi acabó sembrando el pánico en la zona bilbaina desde sus 2,18 metros acompañados de la movilidad que se exige en el baloncesto moderno, también a los jugadores de ese tamaño.
Devin Thomas tenía que tomar la responsabilidad principal y no lo hizo mal hasta el descanso. Pero el partido se le hizo muy largo, el desgaste en la defensa de Pustovyi le pasó factura y acabó con la mitad de la aportación que le había convertido en una revelación y en una pieza importante en partidos recientes. No era posible imaginar que el pívot de Harrisburg mantuviera ese nivel cada jornada, aunque tendrá que asumir su nuevo papel hasta que vuelva Gladness. Pero, claro, si Thomas dosifica su energía pierde muchas de sus virtudes.
Y Vasilije Vucetic, de quien el técnico esperaba una ayuda en el juego interior, dejó claro que no está para estas batallas porque no puede estarlo alguien que la semana pasada quedó fuera de la convocatoria y hasta ahora había jugado solo 94 minutos en la Liga Endesa con una aportación testimonial. La posición del serbio en la plantilla después de jugar todo el curso pasado en el Zornotza es otro de los misterios a resolver porque no está gozando de los minutos necesarios para mantener la progresión que se espera de un jugador de 21 años.
Así, entre Thomas, Vucetic y Hervelle, que acabó como cinco, sumaron 11 puntos y 9 rebotes. Poca cosa comparados con lo que ofreció el pívot ucraniano del Obradoiro, cuya progresión de tres años para aquí merece ser estudiada en los cursos de entrenador. Pustovyi acabó siendo determinante con 19 puntos en los últimos quince minutos y un dominio defensivo que dejó en muy poca cosa a cualquier jugador del equipo bilbaino que osó acercarse a sus dominios. Aportó también nueve rebotes y cuatro tapones y sus números contribuyeron a los dos aspectos del juego que desequilibraron la contienda: el Obradoiro cogió 16 rebotes más que el Bilbao Basket y metió un 66% en tiros de dos por solo un 38% de los hombres de negro.
sin respuestas En cuanto los gallegos ajustaron su defensa y dejaron de conceder tiros fáciles y desajustes innecesarios y crearon más espacios en ataque para su cinco, el equipo de Mrsic se quedó sin respuestas físicas y tácticas y llegó el hundimiento del tercer cuarto. Sin puntos dentro de la zona, al Bilbao Basket no le quedó otra que tirar triples, muchos de ellos a la desesperada, porque de alguna manera hay que anotar, por más que moleste a los puristas. Esta temporada los posteos de Mumbrú han dejado de ser una opción provechosa y el equipo vizcaino no tiene a nadie más que pueda jugar de espaldas con garantías. Cuando el balón fluye por el perímetro y salen tiros claros, como en la primera parte, aún es capaz de mostrar una cara competitiva. Cuando el juego se mete en espacios reducidos, sufre un montón para sumar puntos. Así fue ayer y así ha sido en muchos partidos de esta campaña en las que las aspiraciones tienen que ser reducidas a la fuerza.