EL Joventut busca la manera de sobrevivir en la jungla. Un club que hace una apuesta clara por su cantera es una víctima propiciatoria en el ecosistema del baloncesto profesional, donde solo sobreviven los más fuertes. La Penya, que siempre ha estado en la máxima categoría, vive uno de los peores momentos de su historia desde el punto de vista deportivo ya que mañana visitará Bilbao igualado con los puestos de descenso y, lógicamente, la preocupación se ha instalado en todo aquel que sienta como suyo el proyecto verdinegro.

Empezando por su consejo de administración que ahora dirige el bilbaino Juan Antonio Morales, el Joventut conoce sus limitaciones y las asume sin renunciar a su esencia. Encarrilado el club en lo económico tras el acuerdo con Hacienda y el Ayuntamiento de Badalona, la tarea ahora es volver a generar ingresos atípicos para que cuadrar las cuentas no dependa solo de vender jugadores. Ricky Rubio, Rudy Fernández o Pau Ribas ya abandonaron el equipo verdinegro antes de empezar esta década, pero otros productos destacados de la pedrera como David Jelinek, Marko Todorovic, Henk Norel, Christian Eyenga, Guillem Vives, Álex Suárez, Nacho Llovet, Alberto Abalde, Josep Franch, Álex Barrera o el ahora bilbaino Pere Tomás también salieron por distintas razones en un goteo imparable desde 2010, lo que llevó a que la primera plantilla se fuera descapitalizando. Aun así, ningún club de la Liga Endesa tiene tantos jugadores de su cantera en el primer equipo como el Joventut. Sergi Vidal, erigido en líder espiritual, Albert Ventura, Nenad Dimitrijevic, José Ignacio Nogués y el getxotarra Xabi López-Arostegui, que quizás no pueda jugar mañana en Miribilla por un inoportuno esguince de tobillo, representan los valores de un club que divide su presupuesto entre el primer equipo y una amplia cantera que no deja de dar frutos. De hecho, su equipo júnior fue el año pasado subcampeón de España en Bilbao y acaba de ganar el prestigioso torneo de L’Hospitalet.

un alto precio Pero tanta juventud obliga a pagar un precio en una competición tan exigente como la Liga Endesa. Diego Ocampo, con buena mano para tratar a los chavales, confía en que su plantilla no caiga en la ansiedad por culpa de las derrotas, ya que “una mala racha puede llegar en cualquier momento. Nuestra obligación es tratar de mejorar el rendimiento, pero también jugar con tranquilidad y confianza”. El Joventut cuenta con solo cuatro triunfos y ha perdido dos partidos que llegó a dominar por cerca de veinte puntos que supusieron sendos mazazos, a los que sumó la derrota en casa ante el San Pablo Burgos, que terminó por complicar las cosas.

Porque la Penya juega bien, pone en la cancha muy buenas intenciones, pero le falta oficio, experiencia, ese colmillo competitivo que solo se adquiere con el tiempo o tirando de talonario, que en su caso está menguado y tampoco le permite acceder a material de calidad. Jerome Jordan es un buen elemento para el juego interior, Patrick Richard alterna altos y bajos y Maalik Wayns, el último en llegar, anota con facilidad, pero le cuesta repartir juego desde el puesto de base. El sueco de 20 años Simon Birgander, el polaco formado en Estados Unidos Tomasz Gielo y el lituano Saulius Kulvietis, que llegó desde el equipo que ahora acoge a la histriónica banda de los Ball, completan la rotación principal con la misión de aportar un plus de calidad y de contundencia en aquellos puestos que la cantera, de momento, no puede cubrir.

Con todo, el Joventut busca en Bilbao un punto de inflexión, una victoria que le permita espantar todos los fantasmas que se ciernen sobre un club que, por su filosofía, es necesario en la Liga Endesa. Pueden dar fe de ello el propio Bilbao Basket y todos los demás. Porque catorce equipos de la Liga Endesa tienen al menos un jugador formado en la Penya. El Estudiantes y el Unicaja tienen a sus entrenadores y solo el UCAM Murcia carece esta campaña de alguien con ADN verdinegro.