Bilbao
todo empezó el 21 de octubre contra el Olympiacos. Ese día el Bilbao Arena abrió sus puertas a la Euroliga, a la competición que reúne a las potencias del baloncesto de este lado del Atlántico, y ayer las cerró hasta mejor ocasión, que no se sabe cuándo será. Fue el fin de un trayecto divertido, exigente y emocionante en muchos de sus pasajes. El Gescrap Bizkaia ha llevado su estreno en la máxima competición continental más lejos que ningún equipo debutante nunca. El recorrido pasó por Nancy, Cantú, Gasteiz, Atenas, Estambul, Siena, Madrid, Málaga y Moscú y concluyó ayer en Miribilla, en un recinto y ante una afición que en el transcurso de nueve meses ha visto a su equipo jugar una final de la Liga ACB y disputarle al CSKA Moscú una plaza en la Final Four de Estambul hasta la última gota de aliento.
La trayectoria del Gescrap Bizkaia en la Euroliga ha sido sobresaliente, rozando casi al cum laude. Con algún lógico altibajo en sus prestaciones, los hombres de negro han sido infalibles en aquellos partidos en los que estaba en juego su supervivencia y así fueron superando cada una de las fases en las que muchos pensaban que iban a caer. También el gigante ruso tuvo que sufrir, como no podía ser menos, pero acabó por ganarse su sitio en la Final Four de Estambul y para ello tuvo que exprimir a sus titulares.
La consigna de disfrutar de la Euroliga en Bilbao no adquirió toda su dimensión hasta que llegó el cruce con el CSKA Moscú. Imposible encontrar un rival mejor para medir las capacidades de la plantilla de Fotis Katsikaris y de ese efecto Miribilla que ha resonado en Europa. Esa lucha planteada como de David contra Goliat y llevada a la práctica en la fase decisiva de la competición hizo crecer también fuera de Bizkaia el interés por un torneo encerrado en sí mismo y que, como todo el baloncesto europeo, debe revisar su manera de funcionar.
Probablemente, necesita más jugadores como Andrei Kirilenko que a su paso por Bilbao se ha comportado como la estrella que es. Ojalá todos fueran como él porque las estrellas de verdad asumen su papel dentro de la cancha tomando la responsabilidad como hizo el ex de los Utah Jazz, sin sobreactuar ni fingir, y fuera del parqué se muestran cercanas, amables, accesibles y no niegan el contacto con los aficionados, aquellos para los que finalmente se montan estos carísimos tinglados. Al acabar el partido, mientras los equipos hacían peña, el alero del CSKA Moscú aplaudió desde el centro del campo a todo el graderío del Bilbao Arena en reconocimiento al comportamiento de los aficionados del Gescrap Bizkaia y al extraordinario ambiente que han generado en los dos encuentros.
privilegios La Euroliga, que para algunas cosas quiere copiar a la NBA, debe hacerlo para otras más, para aquellas que la acerquen al público y la conviertan en una competición de referencia y no semiclandestina como es actualmente, a juzgar por el seguimiento mediático que de ella se hace y por más que sus promotores se empeñen en tratar de demostrar lo contrario. Hay cosas que siguen chirriando, que seguramente atienden al deseo de preservar prebendas y privilegios. Por ejemplo, el arbitraje de ayer, que mosqueó al Bilbao Basket desde la misma designación y que permitió al poderoso lanzar 25 tiros libres más. "No se puede mandar estos árbitros a este partido. El CSKA Moscú no necesita esta protección, no lo entiendo. Pero así es la vida", denunció Fotis Katsikaris.
Desgraciadamente, así es la vida en el deporte profesional, que está pasando de ser de élite a quedar en manos de las élites. "Todo lo que pide la Euroliga lo tenemos, somos un proyecto sólido", advirtió el técnico del Gescrap Bizkaia, consciente, como los que hicieron que el equipo tuviera que regresar a la cancha, de que quizás no vuelva a haber otra oportunidad. Katsikaris y sus jugadores han hecho lo que corresponde: demostrar en la cancha que la Euroliga no les viene grande. "Sabíamos que tenemos calidad", proclamó.
Pero, por desgracia, de un tiempo a esta parte las batallas deportivas, en las que el Gescrap Bizkaia ha demostrado gran solvencia, cuentan menos que las batallas de despacho, las que atienden a intereses maleables, y en esas el Bilbao Basket está llevando las de perder, salvo que cambien mucho las cosas. Pero Bizkaia, Bilbao y su equipo se van de la Euroliga con la cabeza muy alta. Si algún iluminado no les quiere, él se lo pierde, ellos se lo pierden.