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El Madrid se impone con gran comodidad

Derrota sin paliativos de un Athletic que ni de inicio pudo competir al nivel que la cita requería

En imágenes: Athletic-Real MadridBorja Guerrero/Oskar González

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Aunque el clásico acabó a una hora prudencial siendo día de labor, en absoluto intempestiva, las gradas de San Mamés reflejaron con crudeza lo que había dado de sí el pulso con el Real Madrid. Desde bastante antes del último pitido del árbitro, la gente empezó a desfilar para casa, a miles, pues lo que ocurría sobre el césped no tenía interés alguno y, desde luego, agradable no era para el hincha local. Salvo en fases muy concretas y breves, el Athletic volvió a mostrar las debilidades que viene arrastrando esta temporada. Esta vez el rival era justo lo opuesto a un recién ascendido y bien que se notó. De hecho, el signo del desenlace estuvo orientado casi antes de que los protagonistas rompiesen a sudar; para el descanso, nadie albergaba la más mínima duda de que los puntos volarían de Bilbao; y puede afirmarse que la segunda mitad estuvo de más en su totalidad, sobraba. Hubo un tercer gol blanco en dicho período, una mera prolongación del alarde de impotencia del anfitrión, carente ideas, piernas y corazón para invertir su neta inferioridad.

El asunto enseguida adquirió un tono muy preocupante, el 0-1 supo a cuerno quemado y el discurrir de los minutos agravó la sensación reinante: que el Madrid hizo lo que le dio la gana y, además, sin exponer nada. Simplemente, desplegó una actuación práctica, seria, manejando los tiempos, acelerando o enfriando a conveniencia, dada la manifiesta imposibilidad del Athletic, no ya de tomar las riendas, que eso son palabras mayores, sino de apretar las clavijas o siquiera importunar a unos rivales que no suelen hallar semejantes facilidades.

Señalaba Ernesto Valverde la víspera que el Madrid siempre se enfrenta a oponentes “supermotivados”. No fue eso lo que transmitió ayer el Athletic, más bien dio a entender que ya salió del túnel de vestuarios con las luces apagadas. Se diría que ni por un instante se vio capacitado para generarle problemas al Madrid. Esto no quiere decir que se dejase ir, ni nada parecido, pero la respuesta colectiva resultó muy insuficiente. Hubo quienes cumplieron o se fajaron sin recompensa alguna, pero el comportamiento del grupo dejó mucho que desear. De lo contrario no se hubiese visto al Madrid hasta disfrutando, gustándose en un escenario donde tradicionalmente tiene que emplearse a fondo y sufrir, incluso llevándose los puntos. El Athletic se movió en un registro que no satisfizo, muy lejos del nivel que se ha de plasmar ante tan ilustre visitante.

Es evidente que el plan era otro. Fue significativo que Valverde apostase por jugar de inicio con tres medios específicos, recurso excepcional en su libro de estilo. El único precedente tuvo lugar en la visita al Newcastle, que se preveía muy intensa. El rival de ayer, por su calidad, tampoco suele permitir muchos respiros, de modo que reunir a Rego con los habituales Galarreta y Jauregizar sonaba a advertencia, a algo así como queremos optar al gobierno del partido.

Lo cierto es que todo quedó en una buena intención, pues no se tradujo en nada rentable, enseguida el Madrid se adueñó del mando, con autoridad y profundidad. Metió auténtico miedo muy pronto y cobró una ventaja que gestionó con gran comodidad durante un rato largo. No hubo color hasta que, en torno a la media hora, acaso favorecido por cierto relajo en las filas visitantes, el Athletic vio una senda para progresar y logró recuperar el ánimo de una grada que asistía entre resignada y molesta a la exhibición de los de Xabi Alonso.

Los rojiblancos habían fracasado en conceptos que dominan. No acertaron a defender hacia adelante, a presionar en terreno rival, tampoco se impusieron en las disputas y varios envíos largos pusieron a la zaga en evidencia. Es difícil frenar a Mbappé y Vinicius cuando corren, van como aviones, por lo que se ha de evitar que reciban en ventaja. Costó corregir este tipo de cuestiones elementales si se quiere aspirar a algo tangible y menos mal que Simón estuvo firme en varias acciones muy claras del Madrid para incrementar su cuenta.

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Si la repentina resurrección del Athletic no cuajó fue porque en el área opuesta había otro portero de superior categoría. Courtois se lució en sendos remates de Guruzeta y Berenguer, impresionante la mano que sacó en el segundo. Ese tramo quizá pudo variar el panorama, pero el Madrid volvió a la carga, Simón retrasó el castigo, a Vinicius se le fue otra al lateral de la red y, a la tercera, Camavinga culminó la jugada más brillante de la noche, una cadena de pases con incontables eslabones.

Fue como la rúbrica escrita bajo el triunfo, el colofón que da la función por finiquitada. Saltó el Athletic valiente del descanso, en busca del imposible, Jauregizar volvió a dar trabajo a Courtouis y poco más que reseñar en el balance. Valverde esperó un poquito después de que Mbappé se hiciese acreedor a la distinción de hombre del partido con un chut que Simón detectó tarde y entró rozando un palo. Los cambios pretendían proteger a varios de los que repetirán titularidad el sábado. Tampoco el Madrid tuvo empeño en hurgar más en la herida de un Athletic que, aparte de verse desbordado ante un candidato al título, sigue inmerso en su particular vía crucis. La empresa de ayer era muy complicada, pero no es menos verdad que el equipo no está bien, le falta inspiración, fiabilidad y confianza para competir.