El Athletic certificó en el Coliseum su presencia en la Champions el próximo curso. En un meritorio ejercicio de firmeza, supo primero amoldarse al fútbol de rompe y rasga que caracteriza al Getafe para en la segunda mitad exhibir un repertorio con la posesión más acorde a su nivel y establecer en el marcador la distancia que le separa en términos de calidad del conjunto dirigido por José Bordalás. En una noche no apta para pusilánimes, el plan le salió a pedir de boca. Desgastó al adversario bregando en su salsa con idéntico nervio y en cuanto pudo correr hacia adelante fue orientando la balanza a su favor para terminar imponiéndose con nitidez, sin realizar una sola concesión y siendo contundente en ataque. Volvió a ver puerta Guruzeta, tres meses después, y Vivian sentenció cerca de la conclusión, que tampoco hubiese hecho falta porque el Getafe estaba ya entregado.
El empate rascado en Vallecas alentaba las opciones del Betis, aunque desde la óptica rojiblanca la situación no variaba en exceso de cara a la cita de anoche, dado que su principal rival para la cuarta plaza seguía siendo el Villarreal, con los mismos puntos. Este duelo permanece vigente de cara a las dos jornadas restantes, pero el primer objetivo es una realidad y era de lo que se trataba, de resolver cuanto antes lo fundamental. Por cierto, que el tercero de la clasificación, el Atlético de Madrid, derrotado ayer en El Sadar, ahora queda a tres puntos nada más.
Del once que Valverde puso de inicio cabía deducir que su previsión apuntaba a un partido muy largo. Largo en todos los sentidos, no solo porque ninguno de los contendientes iba a asumir riesgo alguno, más bien todo lo contrario. Largo asimismo porque dependía del Athletic que la fealdad del espectáculo remitiese con el correr del cronómetro. Así todo, hubo que soportar un primer acto realmente soporífero. Las precauciones marcaron la tónica y eso supuso que nadie se salió un ápice del guion habitual que acostumbra a dictar el Getafe: muchos hombres por detrás de la pelota y esta preferentemente impulsada con fuerza y hacia arriba, a fin de promover una interminable batalla aérea.
Disputas y más disputas, choques y más choques, sin apenas posibilidad de dar continuidad a una acción combinada. Pelotazo, salto, otro pelotazo y de nuevo un salto. Así todo el rato. Como no podía ser de otra manera, el Athletic se amoldó sin problemas a la rudimentaria propuesta madrileña. Era evidente que ambos bandos se abonaron a la consigna de evitar errores. Tan o más contundente, el Athletic mantuvo a raya a la esforzada tropa de Bordalás, satisfecho mientras todo discurre a muchos metros de su portero. Al menos de entrada, la postura adoptada por los rojiblancos tenía sentido y, por si acaso, tampoco es que pusieran demasiado interés en probar a hacer cosas diferentes. De hecho, amasó más posesión que el cuadro local, que no es complicado, pero lo hizo a través de los centrales, que se hartaron de dar pases en horizontal, tarea a la que se agregó Yuri, que renunció a progresar por su costado.
Las escasas intentonas por ganar metros, aparte de consistir en una generosa ración de pepinazos imposibles de controlar, se orientaron por el ala derecha, donde Gorosabel se afanaba en incorporarse con la idea de asociarse con Berenguer. La calidad de los servicios que recibieron lateral y extremo impidió sacar una jugada limpia. Ligar tres pases hacia adelante se convirtió en una misión imposible. La coincidencia de propuestas redujo al máximo las acciones en las áreas: algún centro sin destinatario, una mano de Alderete que cortó un centro de Berenguer y el VAR no valoró punible, un cabezazo desviado de Arambarri beneficiándose de una mala salida de Simón y, lo más destacado, un chut del uruguayo de más de 30 metros que salió a medio metro del larguero.
En definitiva, un balance ofensivo ridículo, pero preñado de lógica. El maltrato al cuero resultó insufrible. Semejante panorama conducía irremediablemente el encuentro a un reparto de puntos, salvo que alguno decidiese alterar la tónica en la reanudación y ese fue el Athletic. El Getafe hace semanas que no está en condiciones de construir algo decente. Vesga y Jauregizar empezaron a hallar espacio para girarse, lo que dio pie a que el bloque se estirase y, de repente, menudeasen las aproximaciones a los dominios de Soria.
La primera a cargo de Guruzeta, le secundó un recién incorporado Adama, que remató cruzado dentro del área, luego Berenguer trató de sorprender a Soria por el palo corto. Por parte del Getafe, lo único reseñable una jugada individual de Coba que forzó la estirada de Simón. Sin exagerar, pero el partido adquirió otra pinta, más agradable para los ojos y esperanzadora desde la óptica del Athletic, que hallaba espacios para combinar y desdoblarse. La presencia de Sancet contribuyó a ello, al igual que las aportaciones de Guruzeta, Berenguer y sobre todo de un Vesga omnipresente.
El cambio de registro, con el rival reculando, se tradujo en el gol de Guruzeta: Jauregizar proyectó a Berenguer, salió al cruce Duarte que resbaló dejando el balón muerto cerca de la frontal, regalo que el ariete agradeció embocando de zurda pegadito al palo derecho del portero, clavado, sin margen para reaccionar.
Bordalás agotó las sustituciones de golpe a fin de impulsar a su equipo, pero para entonces el Athletic dominaba con suficiencia, cerraba los caminos a su área y amagaba con un segundo gol. Era cuestión de conservar el sitio para dejar que el partido muriese plácidamente, pero por si acaso Vivian, de puntera a la salida de un córner, liquidó un debate que no existía. El Getafe cayó ante un Athletic muy competitivo que acertó a interpretar el pulso como mejor le convenía. La Champions espera.