Un Athletic muy espeso rescata tres valiosos puntos ante el Alavés
Tras un exasperante ejercicio de impericia, Valverde recurrió a Sancet para abrir un resquicio en la ultradefensiva propuesta de un Alavés que sigue flirteando con el descenso
Estomagante ración de fútbol vulgar, feo, a cargo deAthletic y Alavés, empeñados en ofrecer versiones paupérrimas, aunque quizá sería más justo decir que, a estas alturas del calendario, ni uno ni otro están para comportarse como equipos de élite. Más allá del sudor invertido, resulta difícil rescatar algún aspecto positivo en el comportamiento de ambos, incapaces de fabricar juego en un derbi al que llegaban necesitados. Y, por supuesto, desde la perspectiva del Athletic, toca celebrar el resultado. Un gol en propia puerta cuando se enfilaba la recta final decidió. Tenía que ser de esa manera, en una de las pocas acciones de fuste en su génesis, pero que dio pie a un error en el remate posterior que fue a pegar en una pierna del defensor que cubría el segundo palo y se coló mansamente en la red de Sivera. Tres puntos más para proteger la cuarta plaza del acoso de Villarreal y Betis, hasta aquí el apartado de buenas noticias en la tarde donde se produjo el regreso de Oihan Sancet.
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El Alavés, que fío su suerte al balance defensivo acreditado en semanas recientes, no obtuvo compensación alguna al sacrificio y pundonor invertidos. En San Mamés actuó como un conjunto pequeño, currelando a destajo para blindar el área, pero no estuvo lejos de rascar el empate. La inoperancia del anfitrión le facilitó mucho la tarea, pero semejante planteamiento entraña un riesgo cierto, que puede manifestarse a partir de un error o un lance infortunado. El gol se registró después de que Ernesto Valverde transformase su ataque con Guruzeta, que estuvo muy bien, Unai y un Sancet que dejó cuatro intervenciones claves para descolocar al Alavés.
Previamente, se asistió a tostón de proporciones extraordinarias. El Athletic se volcó desde el comienzo, quiso, lo intentó, pero, sencillamente, se fue consumiendo en su impericia. Muchos de sus jugadores confirmaron que están fundidos, les cuesta dotar de ritmo y precisión a sus aportaciones. Una realidad que no se subsana únicamente con voluntad, menos aún si enfrente hay un bloque que cierra espacios, choca, agarra, se faja en la totalidad de los duelos y permanece atrincherado en pocos metros. Si a todo lo apuntado se añade la indisposición de aquellas piezas que suelen marcar diferencias, los Williams, Berenguer o Sancet, la empresa se convierte en un ejercicio de lo más indigesto para el espectador. Reclama algo más que voluntad para que la propuesta sea rentable. Valverde tuvo que tirar de Canales, Djaló y Olabarrieta, que pronto se vieron engullidos por una dinámica tan áspera y fueron los primeros sustituidos.
Sancet ilumina una tarde gris
Al Athletic no le salió nada. Por más que insistió en llevar la voz cantante, la falta de ideas, de claridad, precisión o velocidad condicionó por completo el desarrollo del juego. Dicho queda que el Alavés se centró en defender el empate inicial, pese a que contó con la única situación franca para marcar en la primera mitad. Su prioridad no era sino aguantar las embestidas locales y acaso, con una pizca de fortuna, hallar un remate definitivo. Al no acertar Guevara en el balón que le cayó en el segundo minuto de partido, a tres metros de la portería, obligando a tirar de reflejos a Simón, los babazorros replegaron líneas sin rubor alguno.
Eso sí, multiplicaron las ayudas y fueron con todo en cada disputa, lo cual deparó uno de los escasos aspectos de interés. La guerra que mantuvo Maroan con los centrales dio pie a quejas constantes, del ariete y asimismo de sus marcadores. Siempre lejos del área, salvo sobre la media hora, cuando el delantero cayó y el árbitro, con buen criterio, desestimó que hubiese infracción. Sería interesante contabilizar el número de agarrones en que incurrieron la mayoría de los protagonistas.
Valverde: “A base de empujar hemos conseguido ganar”
La imposibilidad de progresar por los costados limitó de manera extraordinaria la frustrante ofensiva rojiblanca. Djaló y Olabarrieta no sacaron una jugada limpia, mientras que los laterales apenas se proyectaron. Una circunstancia que abocó a percutir por dentro, donde se apilaba un montón de piernas. Imposible progresar. También se ha aludir a las interrupciones, sobre todo por faltas, un impedimento serio para el único bando interesado en construir.
Maroan, pelea sin gol ante su exequipo
En la segunda mitad, un cabezazo de Yeray, a la salida de un córner, que tocó en la madera por fuera, no fue suficiente para alterar las pulsaciones del encuentro. Nueva ración de quiero y no puedo hasta que Guruzeta y Unai, escorados a banda, sacaron varias combinaciones. A Valverde no le quedó más remedio que poner en liza a Sancet, quien tardó cuatro minutos en romper la igualdad. Su capacidad para desenvolverse con finura y eficacia en espacios reducidos provocó un boquete en la zaga alavesa. Se asoció con Galarreta, penetró en el área y cedió a Guruzeta, que empalmó defectuosamente de volea en posición inmejorable. Manu Sánchez no pudo evitar que el envío le diese para dirigirse a la portería. A su espalda, aguardaba Maroan para empujar.
En el tramo restante, el Alavés trató de replicar. En vano, pese a que el nerviosismo y el cansancio dieron lugar a malos despejes y múltiples pérdidas en un Athletic que estaba loco por escuchar el último pitido del árbitro. Maroan, que se adjudicó el premio al tesón, debió ampliar la cuenta en el añadido, pero Sivera se impuso en el mano a mano. El partido murió con más pelotazos, faltas y cierta tensión, también en la grada, que no las tenía todas consigo. Listo, victoria y a recargar pilas que el jueves toca visitar a los simpáticos chicos del Getafe.