Triunfo incontestable del Athletic en su mejor actuación coral en tiempo. Además de no dar opción al Viktoria Plzen, rescató sus esencias, practicando ese fútbol trepidante y profundo que enardece a la grada de San Mamés. Agresivo y ambicioso, su dinamismo se convirtió en una pesadilla para el rival, abocado a defenderse y, sin embargo, víctima de una serie de acciones que pudieron traducirse en un marcador definitivo antes del descanso. La tranquilidad total, si es que hubo nervios, que no dio esa impresión, se hizo esperar un poco más. El segundo tanto se produjo rebasada la hora y aunque el cuadro visitante no tardó en acortar distancias, el éxito nunca se vio comprometido, pues con el empate era suficiente. Menos aún cuando el VAR advirtió al árbitro y este expulsó a Vasulin. Contras diez, la guinda de la noche corrió a cargo del casi inédito Martón, autor de un bonito tanto en el añadido, muy celebrado por sus compañeros y un público entregado, agradecido por el nivel del espectáculo.

Compareció por fin el Athletic que no asomaba desde que empezó el año. Una versión eléctrica, incisiva, muy equilibrada. Una gozada para la afición y, por añadidura, una satisfacción para los protagonistas que fueron capaces de emular tantos partidos convincentes que han brindado en la vigente temporada. Todo funcionó en el bloque dispuesto por Valverde, que escogió para la ocasión a quienes considera mejor dotados en este preciso instante para redondear el balance acumulado en la Europa League. Eso sí, por si acaso, prefirió reservar de salida a Sancet, que se incorporó con el 2-0.

Cabe afirmar que la notable respuesta del bloque llegó oportuna. Convenía aparcar dudas y algunas sensaciones no demasiado positivas apreciadas en los últimos compromisos. Era hora ya de que el Athletic volviese a sentirse poderoso en su campo, donde los resultados recientes no le habían favorecido. Y, de paso, eliminar de cuajo el exiguo margen de riesgo que entrañaba la visita de un Viktoria Plzen. No se olvide que vino a Bilbao con la esperanza de apurar sus probabilidades de colarse entre los ocho mejores de esta fase de grupos.

El Athletic cumplió la palabra dada la víspera por el técnico y el capitán De Marcos: renunció abiertamente a la especulación para plantear una ofensiva feroz que solo obtuvo réplica en los primeros minutos. En esa fase, los checos también se afanaron en dejar claro que únicamente les valía la victoria, pero poco a poco tuvieron que resignarse ante la energía que transmitían las evoluciones del anfitrión, que insistió e insistió hasta tomar por completo el control de las operaciones.

Se asistió a una puesta en escena vibrante gracias a las aportaciones de todos. Los Williams generaron auténtico pavor por los costados, Berenguer se manejó con enorme soltura por todo el frente de ataque, mientras por detrás la pareja Prados-Jauregizar no se limitó a barrer cada rincón del terreno y ganar la mayoría de las disputas, sino que movió el balón con salero. Yuri no dejó de subir y la firmeza de ambos centrales anuló cualquier asomo de amenaza para Agirrezabala.

Nico Williams estuvo en un tris de inaugurar el marcador en el mismo arranque del choque. Advertencia que se vería secundada por otras aproximaciones igualmente venenosas. Un mal despeje de Jauregizar dio lugar a un remate de Kalvach, bien sujetado por Agirrezabala. El sustito dio paso a auténticos apuros en el área opuesta: Yuri probó de lejos y Guruzeta se anticipó a la zaga para cabecear rozando el larguero en un córner. De nuevo, Yuri irrumpiendo en el área merodeó el gol, que sí consiguió Vivian, aunque el VAR desveló que se hallaba en posición ilegal por un puñado de centímetros.

La siguiente sí subió al marcador: Prados lanzó la carrera de Iñaki Williams y este sirvió en bandeja a su hermano para que rematase a bocajarro. Era la recompensa lógica, quizá exigua para el repertorio ofensivo desplegado por un Athletic que perseveró hasta el descanso. Estaba tan enchufado que ni valoró levantar el pie del acelerador. Eso ocurriría a la vuelta de vestuarios, cuando pareció que se lo tomaba con más calma. Tampoco tenía mucho sentido prolongar el abordaje, menos aún si el adversario no emitía señales amenazantes. Que no lo hizo, como si hubiese asumido que, tras la experiencia del primer acto, no le merecía la pena combatir a pecho descubierto.

Durante un cuarto de hora, el juego transcurrió a un ritmo bajo que no deparó ni una sola noticia en las áreas. El Athletic dominaba, el Viktoria Plzen trataba de alargar sus posesiones, como en un ejercicio de anulación mutua. Hasta que Iñaki Williams intentó un cabezazo que se marchó desviado. Segundos después, Berenguer templaba con sumo gusto una falta lateral y Yeray apenas peinaba en postura forzada para abrir distancias.

Entre que se abrió el turno de los cambios y el panorama era de lo más placentero, llegó un despiste colectivo en defensa que Havel supo castigar con una ejecución de calidad. Quisieron entonces apretar los checos y tuvieron un par de acercamientos, pero fue Sancet quien gozó de los dos mejores balones para ampliar la cuenta. Quedó patente que todavía necesita rodaje para ser el tipo desequilibrante que suele, si bien le quedó el consuelo de que él fue el encargado de asistir a Martón para que delante del portero trazase una picada, tan vistosa como compleja.

El Viktoria Plzen, en inferioridad numérica, había bajado los brazos definitivamente, llevaba un rato implorando que el árbitro pitase el final y con ese tercer gol, el Athletic se dio el gustazo de poner un broche a tono con su excelente recorrido de la fase de grupos. Ahora le toca aparcar la Europa League por unas semanas y centrarse en las cuatro jornadas ligueras a negociar en febrero. Si reitera los argumentos que expuso anoche, le irá fenomenal.