Sin el avance experimentado en el apartado goleador no podría explicarse la estupenda temporada 2023-24 firmada por el Athletic. Hubo, por supuesto, otros aspectos del juego donde se percibió una mejora respecto a ejercicios precedentes, pero el acierto rematador se reveló crucial para que el equipo de Ernesto Valverde dejase de ser un mero aspirante a logros concretos que están en la mente de todos para convertirse en un conjunto más competitivo y, sobre todo, fiable.
El Athletic anotó 80 goles en 46 encuentros oficiales, pero hay que fijarse en la cifra que consiguió en las 38 jornadas del campeonato de liga porque es donde se aprecia con nitidez el salto. Acabó con 61 goles, cifra muy superior a las contabilizadas en los nueve años anteriores. Le faltaron cinco para emular al Athletic de la campaña 2013-14, que a las órdenes de Valverde fue cuarto y se clasificó para la Champions. Luego, con el mismo técnico hizo 58 y 53, también 42, que fue la tónica de las temporadas siguientes, todas saldadas sin plaza europea: 41 en tres ocasiones consecutivas, 46, 43 y 47, esta última asimismo bajo la dirección de Valverde.
De 47 a 61 hay catorce goles de diferencia, que son muchos se mire como se mire. Dan para codearse con los conjuntos más poderosos de la categoría y, lógicamente, destacar entre los llamados a ocupar los puestos premiados con un billete continental. Meta que tras diversos intentos infructuosos asomaba como una necesidad imperiosa, no solo desde una óptica económica, pues empezaba a afectar al prestigio deportivo de la entidad.
Cubiertos los objetivos, ahora, inmersos ya en los preliminares de una nueva campaña, presumiblemente más dura, no cabe sino perseverar a fin de reeditar el índice de puntería. A continuación, se revisan los movimientos que afectan de lleno a la nómina de jugadores que viven cerca del área rival. El foco se centra en ellos, aunque el gol sea responsabilidad del colectivo.
El traspaso de Asier Villalibre puede haber sido el último movimiento que se registre en la línea delantera. Antes se despidió Raúl García, que colgó las botas, y previamente fue anunciada la incorporación de Álvaro Djaló. En el amplio grupo de jugadores que ha iniciado la preparación veraniega, mencionar la presencia de Javier Martón, que regresa de una cesión en el Mirandés, al que se sumará Nico Serrano cuando esté recuperado de sus problemas físicos y, por último, Aingeru Olabarrieta, del filial. Hasta aquí el capítulo de novedades en las demarcaciones más ofensivas de la plantilla de Ernesto Valverde.
No obstante, un primer vistazo dice que el movimiento más importante en el ataque rojiblanco no es otro que la renovación de Álex Berenguer, pieza contrastada, de quien se conocen sus capacidades y utilidad. Es valorado por ser polivalente, la apreciable relación que mantiene con el gol y el que haya asumido el papel de recambio o alternativa a los hermanos Williams e incluso a Guruzeta. Acababa contrato y el Athletic necesitaba asegurarse su continuidad, certificada después de un largo tira y afloja, pues al jugador le seducía la posibilidad de seguir y además era muy consciente de su valía.
Desde luego, la trascendencia de las bajas producidas se antoja muy relativa. La marcha de Villalibre y Raúl García, a las que cabría agregar la de Iker Muniain, que ejercía de media punta o falso extremo, no suponen una merma sustancial si se repara en sus aportaciones. Aunque Villalibre anotase ocho goles, que no son pocos en los minutos de competición que tuvo el curso anterior, la participación de este trío fue gris en términos de cantidad y calidad.
Intervinieron porque la exigencia del calendario obliga a tirar de banquillo, pues no gozaban de la confianza del entrenador. Dos datos: la mitad de las nueve titularidades del capitán coincidieron con los cruces coperos más asequibles; Raúl García firmó un único gol y solo jugó más que el infrautilizado Adu Ares, pues Nolaskoain, Jauregizar, Egiluz y Olabarrieta, que cerraron el ránking de minutos, no cubrieron la campaña entera en el primer equipo.
VEINTE MILLONES
Se dirá, con razón, que en la delantera sí ha habido una operación de envergadura, merecedora de un lugar destacado en el análisis. Lo es sin discusión si el comprador, en este caso el Athletic, decide invertir en la misma veinte millones de euros, cinco de ellos en variables. Desde la óptica económica, nada que objetar, salvo por el hecho de que, en teoría, Djaló no viene a Bilbao para ser un fijo, alguien indiscutible en la pizarra de Valverde. Esto no significa que con el tiempo no vaya a adquirir esa condición o que su potencial no sea sólido para convertirse en un punta interesante.
Sin embargo, lo normal es que Djaló empiece a la sombra del cuarteto que cargó con el peso del juego ofensivo a lo largo de la pasada temporada. Aunque se alaba su versatilidad, de entrada lo tiene crudo para desbancar a quienes vienen ocupando las bandas. El mismo obstáculo que ha ido rebajando el protagonismo de Berenguer. Tampoco parece probable que adelante a Sancet o a un Guruzeta que con su acierto desbordó cualquier previsión razonable. El margen de Martón es, como mínimo, incierto. Novato en la élite, apenas dejó detalles en Segunda, lastrado por las lesiones. Asoma como el único ariete específico en nómina junto a Guruzeta.