Por las mañanas, Jagoba Arrasate (Berriatua, 1978) impartía clases de matemáticas a jóvenes de Primaria; por las tardes, entre adultos pero no tan distintos, divagaba sobre esquemas tácticos, sobre cómo resolver problemas planteados sobre el césped y trasladar mensajes claros y concisos, porque al futbolista, dice, hay que convencerle, como a los niños. Inspirado por un estilo de juego característico del fútbol vasco, alejado de lo científico y próximo a lo pasional, el Berriatuko le permitió desarrollar sus primeras ideas como entrenador, poco después de colgar las botas en el Amorebieta tras militar en clubes de Segunda B y Tercera ejerciendo de delantero, cuando asomaba a la treintena. Lejos quedaban sus primeras patadas al balón en la playa de Deba.

Tras solo una temporada en la Regional Preferente de Bizkaia, el Elgoibar le brindó la oportunidad de seguir creciendo. En dos temporadas disputó dos promociones de ascenso a Segunda B. Su brillante labor llamó la atención en Zubieta, donde comenzó a formar jóvenes en las categorías inferiores de la Real Sociedad, donde él se educó como jugador, hasta que en la campaña 2012-13 se convirtió en ayudante de Philippe Montanier, quien clasificó al equipo para la ronda previa de la Champions League.

Pese al éxito, el técnico francés y su segundo, Michel Troin, decidieron abandonar la entidad txuri-urdin tras solo un año en el cargo. El presidente del club, Jokin Aperribay, generó sorpresa con el nombramiento de Arrasate, sin trayectoria en la élite, pero que en su primer año devolvió al equipo a competición continental, la Europa League. En su segundo curso vivió la que se podría considerar como la única mota de su currículo como entrenador al ser destituido transcurridas diez jornadas en las que sumó 6 puntos y tras caer en la ronda previa de la Europa League.

La breve pero intensa experiencia en la Real le concedió crédito para dirigir al Numancia. Salvó al equipo del descenso en las dos primeras temporadas, mientras que en la tercera logró el billete para la promoción de ascenso a Primera División. Su mensaje calaba en los vestuarios. “Soy de los que piensa que no hay que hablar por hablar ni chillar por chillar. Es mejor hablar sólo para decir cosas sensatas, que lleguen al jugador; si estás continuamente hablando, el jugador no hace caso”, manifestó en una entrevista concedida a Público. Amante de la didáctica, equiparó a sus alumnos de las aulas con los futbolistas para explicar su éxito: “Fui profesor y, quieras que no, en la escuela es parecido porque tienes que sacar rendimiento de los chavales”.

De aspecto pausado, sosegado, prudente, pacífico y respetuoso, su manual de estilo se rige sin embargo por la verticalidad, por la agitación, por llevar la iniciativa de forma aguerrida, por el romanticismo de un juego valiente y brioso que convierte el tapete de juego en un frenesí en el que no se concibe la especulación. Camaleónico en el esquema táctico, capaz de adaptar la formación según las circunstancias, pero innegociable en el esfuerzo. Así forjó su Osasuna, un equipo de autor que cogió en la 2018-19 en Segunda División y lo hizo campeón en su primera temporada. Desde entonces ha firmado cinco permanencias consecutivas en Primera, alcanzando su mejor versión la pasada campaña. Arrasate guio a los rojillos a la final de Copa –ronda que el equipo alcanzó por segunda vez en su historia–, a la Supercopa de España y a competición europea 16 años después. El de Berriatua fue elegido mejor entrenador de LaLiga.

“Después de seis años estamos en una disposición mejor”, repasó el día del anuncio de su despedida de Osasuna, poco después de dirigir su primer partido como técnico de la Euskal Selekzioa. Admitió que la eliminación en la ronda previa de la Conference League fue “una decepción muy grande”. Quizá sembró la sensación de haber tocado techo. “Queríamos darle continuidad a cosas que hicimos el año pasado y nos hemos dado cuenta de que no podíamos”, confesó. “Obsesionado con terminar bien con Osasuna”, convertido en leyenda del club, decidió que “llegados a este punto, tengo que mirar por mi futuro”.

Arrasate puso fin a una etapa impecable. El técnico de Berriatua emprenderá nuevos retos lejos de El Sadar, donde respiran satisfechos con la garantía de una nueva permanencia. “Me voy tranquilo, orgulloso y en paz conmigo mismo”, reveló. El próximo sábado visitará San Mamés por última vez como entrenador del conjunto navarro. Lo hará dirigiendo al equipo desde la grada tras ver la roja en la jornada anterior. “Entiendo que me expulsen, porque me han sacado de quicio y he reaccionado como no debo”, explicó en una oda a la sencillez que describe al entrenador vizcaino, que en su última visita a Bilbao dejó al Athletic sin final de Copa. Será, de momento, su último derbi vasco, su última clase en La Catedral. Mientras, ya se le sitúa como candidato al banquillo del Sevilla y del Mallorca.

El Athletic

Un triunfo en seis visitas de Osasuna

Mal balance. El Athletic, que el sábado recibe a Osasuna en San Mamés, solo ha ganado en una de las últimas seis visitas del conjunto rojillo, cinco ligueras y una en Copa, saldadas con cuatro empates y un triunfo para cada equipo. La única victoria rojiblanca como local desde 2016 fue el 2-0 de la 2021-22. De los cuatro empates registrados uno se produjo en Copa, en la última comparecencia de Osasuna en Bilbao, y fue muy doloroso para el Athletic, ya que los leones se quedaron sin la final de la pasada edición. Un gol de Pablo Ibáñez en el minuto 116 de la vuelta de las semifinales niveló el tanto de Iñaki Williams y apeó a los de Valverde del torneo tras caer en la ida por 1-0. En liga, Osasuna arrancó otro 1-1 en la 2016-17, un 2-2 en la 2020-21 y un 0-0 en la 2022-23. En la 2019-20, los leones cayeron por 0-1. Los 49 Athletic-Osasuna se han resuelto con 28 victorias locales, 7 visitantes y 14 empates.