Casi dos años después, Marcelino García Toral vuelve a pisar San Mamés. El azar ha querido que su regreso coincida con una jornada señalada para el Athletic, que brindará a su afición el trofeo de Copa recién conquistado tras recorrer el pasillo de honor con que le agasajará el Villarreal a pie de campo. Será la tercera ocasión en que el asturiano exteriorice su afecto hacia el club rojiblanco, al que ya felicitó en cuanto logró el título en la madrugada del pasado domingo y ayer hizo lo propio en sala de prensa. “Una vez acabe el pasillo, haremos lo posible por ganar”, advirtió.

Un éxito que el antecesor de Ernesto Valverde en la dirección técnica del Athletic contempló desde una perspectiva única, con sensaciones muy exclusivas. Al fin y al cabo, él fue partícipe directo en los dos intentos previos. Experiencias sin punto de comparación con esta última. Marcelino visitó La Cartuja el 3 y el 17 de abril de 2021, un recinto fantasmagórico con las gradas vacías, para enfrentarse a la Real Sociedad y el Barcelona. En ambas ocasiones su equipo fue derrotado sin paliativos. La expectativa generada a raíz del sorprendente rendimiento ofrecido en enero ante Real Madrid y Barcelona en el marco de la Supercopa, careció de continuidad. Derivó en una doble decepción de la que el club bilbaino se acaba de resarcir.

Esas finales descafeinadas por culpa de la pandemia, quedaron clavadas en el corazón de un entrenador que, en 2019 con el Valencia, había saboreado la gloria en el torneo copero. Tan profundamente quizá como su salida del Athletic, donde hubiera deseado seguir. Lo impidieron las elecciones a la presidencia de la entidad.

Marcelino nunca ocultó su estima por las condiciones de trabajo y el ambiente que encontró aquí. El hombre estaba encantado, cómodo e identificado con un entorno que le acogió con los brazos abiertos pese a ciertas reticencias nacidas de lo que él catalogó como malentendidos. Algún episodio antiguo refrescado a su llegada, donde salió a relucir el lado más vehemente de su personalidad. Pelillos a la mar: en el año y medio que pasó en Lezama, todo fue como la seda.

Su adiós al Athletic se precipitó al constatar que ninguno de los tres aspirantes al sillón de Ibaigane mostraba un interés claro en su persona. Marcelino optó por no molestar, se quitó de en medio y el 24 de mayo de 2022 dio por finalizada su estancia en el Athletic. El anuncio de su decisión trascendió a las 48 horas del cierre del calendario de competición. El Athletic cerró el ejercicio cayendo en el Sánchez Pizjuán, sin margen para meterse en Europa, como consecuencia de un irregular comportamiento en la fase determinante de la liga. Una repetición de lo acontecido la campaña anterior, a la que se incorporó en enero para suplir a Gaizka Garitano.

Una vez dejó el Athletic, menudearon los rumores que le ubicaban en tal o cual equipo, pero prefirió no implicarse en proyectos que, por lo avanzado de las fechas, no le concedían margen para diseñar una plantilla bajo sus directrices. De modo que permaneció cesante el siguiente curso. En junio de 2023 aceptaba la propuesta del Olympique de Marsella. La aventura duró un suspiro. Le dio tiempo a dirigir siete partidos nada más, antes de que explotara un conflicto entre un sector de la afición del Vélodrome, famoso porque no suele andarse en chiquitas, y la desbordada dirigencia del club. Envuelto en un follón muy desagradable, se apresuró a hacer las maletas.

En septiembre ya estaba en su casa. En noviembre atendía la llamada del Villarreal, que destituía a Pacheta, quien semanas antes había tomado el testigo de Quique Setién. El submarino amarillo reclamaba los servicios del asturiano para enderezar un rumbo errático. La familia Roig se acordó de lo bien que les fue juntos entre 2012 y 2016. Entonces, Marcelino ascendió al equipo a Primera y le mantuvo tres años en la zona noble de la tabla, además de brillar en Europa.

Pasaron un puñado de semanas hasta que el Villarreal reaccionó. Por el camino fue apeado de la Copa por el Unionistas de Salamanca y luego, qué cosas tiene el fútbol, por el Olympique de Marsella de la Europa League. Recuperar el pulso de una plantilla que iba cuesta abajo, muy entrada en años, desprovista de varias piezas clave traspasadas en verano y que necesitaba acoplar a las cuatro incorporaciones realizada en el mercado invernal (Eric Bailly, Gonçalo Guedes, Mosquera y Traoré, internacionales captados a coste cero) requería paciencia.

Poco a poco, los resultados empezaron a acompañar. Hoy el Villarreal figura en una posición desahogada, ajeno a la amenaza de descenso, aunque su nefasta primera vuelta aún le penaliza. No obstante, ya tiene al séptimo, el Valencia, a seis puntos gracias a que solo ha perdido uno de sus últimos diez encuentros. Acumulaba cinco triunfos y cuatro empates hasta que el Atlético salió victorioso de La Cerámica.

Así pues, el Athletic está advertido. La línea ascendente que viene describiendo el Villarreal va a examinar el modo en que ha asimilado las consecuencias de una densa semana de festejos: en Sevilla, en las calles de Bilbao y a bordo de la gabarra. El programa de celebraciones concluye justo en el preciso instante en que se deshaga el pasillo que su rival le dedicará en San Mamés. Cumplido el protocolo, la sonrisa de Marcelino mutará en un semblante acorde a la trascendencia de los tres puntos en juego.